Astillero-Julio Hernández López
Todo mundo trata de aparentar buena onda en las distintas pistas del espectáculo electoral en curso. Reconciliaciones por doquier, buenas intenciones cabalgantes, desmontaje de pleitos y malos entendidos: la amorosidad del candidato de izquierda, la sonrisa de calcomanía en la postulada desde el flanco derecho y el silencio generoso del declinante puntero de tres colores.
El jefe Diego va y se asoma a Los Pinos a ver qué se ofrece (“vecino Felipe, ¿no necesita algunas cucharadas de azúcar electoral para su cafecito que se le va amargando?”, podría haber preguntado Fernández de Cevallos a un Calderón con el que nunca se llevó bien) mientras Chepina se reúne con un tal Ernesto Cordero que lentamente va regresando a su burocrática condición original y con un Santiago Creel que con su seis por ciento poco puede ofrecer o negociar. Primer día, por cierto, en que el foro mediático estuvo ocupado desde la adscripción panista por un personaje distinto al que durante más de cinco años ha acaparado sombríamente los reflectores. Ayer fue el primer día en que Felipe Calderón dejó de ser la solitaria estrella pública facturada, pero no hay que darle demasiado peso a ese espejismo, pues el obsesivo ocupante de Los Pinos se revuelve en busca de la manera eficaz de prolongar su mando y condicionar a quien le suceda (si no es que antes algo sucede, por sus esos).
En prevención de cualquier suceso que ponga en peligro las distintas sucesiones en curso (la presidencia y las cámaras, en esta jurisdicción) el club de superación personal mejor conocido como Instituto Federal Electoral tuvo a bien emitir tiernos suspiros de buena voluntad que según eso darán “certidumbre” al proceso de relevos institucionales en curso. Como si el narcotráfico pudiera ser frenado en sus explosiones generalizadas mediante acuerdos redactados en papelería tamaño oficio, el tal IFE habló anoche con audaz pomposidad de “blindar” los próximos comicios frente al peligro sabido (acaso fomentado desde altos niveles que desean seguir en el poder haiga de ser como haiga de ser) de la delincuencia organizada y su creciente vocación por el control de los políticos y la política. También se expresaron solemnes compromisos para que el tema del narcotráfico no sea usado con fines electorales. Todo fuera como hacer “pronunciamientos”.
Blindaje contra males estomacales es lo que podrían pedir en próxima asamblea nacional los priístas al ver cómo va desapareciendo la bonita tradición del refrigerio en función de acarreos: resulta que en Chilapa, Guerrero, en un acto de campaña de un aspirante a diputado cuyo apellido sintomáticamente es Dolores (José Dolores Flores, su nombre completo, según la página oficial), los obligados a preservar la sana costumbre de la torta y el refresco ofrecieron tacos de huevo con arroz y bolillos con jamón que estaban tan en mal estado que enfermaron súbitamente unas mil personas (660 fue el reporte de quienes alcanzaron a ser documentados, pero hubo centenares que se fueron a sus casas sin mayor registro). El augural Dolores es presidente con licencia de Chilapa de Álvarez y festejaba su anotación como aspirante a una diputación federal. Ya no hay respeto por nada.
En tanto, el remozado ingeniero Cárdenas libraba una peculiar batalla minimalista en medio del desastre nacional: que la bucalmente aspiracional candidata a la que no acompañaron todas sus hijas en la portada de Quién (una de las revistas del corazón que dicen más de política que muchas columnas, astilladas o no), con lo que dio pie a versiones de discriminación estética a cuenta de necesidades de propaganda bonita, habría plagiado el nombre del documento y propuesta con la que el Cid Tarasco ha vuelto a las andadas. Los panistas, en respuesta, han dicho que la frase de la discordia: Un México para todos, está inspirada en un añejo himno de los militantes de blanco y azul.
La senadora María Elena Orantes se topaba, 23 días después de haber renunciado al PRI, con la postulación a gobernadora por parte de las “izquierdas”. Enojada con su partido de toda la vida porque Enrique Peña Nieto comprometió la candidatura de tres colores a su amigocho Manuel Velasco, socio del negocio llamado Partido Verde Ecologista de México, la legisladora conocida como Nena decidió darse a oler con leña de otro hogar político y se arrimó a Manuel Camacho (quien fue tío político del mencionado Velasco) y a Andrés Manuel López Obrador. Enfurruñado porque él quería a su cuate Yassir Vázquez como candidato de la franquicia de izquierdas que él maneja en Chiapas, el gobernador Juan Sabines se ha resistido a la designación manejada desde la ciudad de México (obvio, mediante el neodedazo llamado encuestas) y si su estado de ánimo persiste, podría desatar una guerrita despechada contra el sol azteca y sus aliados de Dia.
De pronto, los tapatíos se han enterado de que el jefe católico con sede en Guadalajara habrá de comportarse con moderación, sin protagonismo político ni tutelaje de candidatos o gobernadores piadosos, etílicos o mientamadres. Nada de guardaespaldas ni ostentación. Rozando lo increíble, ese cardenal no buscará pleitos ni pronunciará frases destempladas: “tiendo la mano –dijo este martes– respetuosa y fraterna a todos los hermanos y hermanas que no comparten nuestro credo (…) y espero que podamos establecer un acercamiento respetuoso, fraterno y constructivo”. ¿Juan Sandoval Íñiguez converso a la humildad, la tolerancia y la sensatez? No: el nuevo arzobispo de Guadalajara es el también cardenal José Francisco Robles Ortega, quien estaba a cargo de la diócesis de Monterrey y ha relevado a Sandoval Íñiguez por razones de edad.
Y, mientras sigue el horror en Veracruz, ahora con fosas clandestinas en las que ayer habían encontrado 15 cuerpos, ¡hasta mañana, con el gran Chente (Fernández) anunciando su retiro de la cantada, y con el Departamento de Estado de EU declarando más de medio país en tal condición de inseguridad que recomiendan a sus nacionales tomar precauciones en sus viajes a México!