Una tarde de contrastes, disímbola. A la marcha convocada por la Asamblea de Usuarios de Energía Eléctrica del Estado de Morelos y el SME, para protestar por las altas tarifas de la CFE, se unió un grupo de ciudadanos, para protestar en contra de la violencia.
Escrito por Miguel Sánchez, el 30-03-2011
La marcha dio inició en la iglesia del Calvario, de donde salieron por delante los convocantes en contra de la CFE;, atrás, casi en silencio, los ciudadanos indignados contra la violencia. Adelante, los del SME, con sus pancartas y mantas, con banderas rojas y sus consignas bien ensayadas.
Atrás, el pequeño contingente era en su mayoría de jóvenes; las pancartas eran improvisadas, las consignas también… “No más sangre”, “Basta de impunidad y violencia”, “Si el Estado no garantiza la seguridad de los ciudadanos, que renuncien… organicemos la caída de los ineptos”.
Mientras el contigente pasaba por enfrente del edificio del Congreso estatal, los uniformados de la patrulla 2190 de la policía metropolitana apuntaban nombres atropelladamente en una libreta, “Hugo qué”, preguntaba un policía a su comandante… “Pérame, ahorita te digo…” y le daba otro nombre.
Al entrar al zócalo, los contrastes se hicieron más evidentes. El SME tenía el sonido listo para su mitin, con la base del astabandera como improvisado templete; iniciaron su asamblea de protesta contra las políticas neoliberales, las altas tarifas de luz y el robo de CFE a los mexicanos.
Del otro lado, la ofrenda instalada el día anterior era visitada por algunas personas que, curiosas, primero, e indignadas, después, leían los carteles que hacían poética alusión a la tragedia de los jóvenes arteramente asesinados el pasado fin de semana.
Poco a poco, algunos ciudadanos de la marcha se acercaron, acomodaron las velas y carteles, sacaron de sus bolsos más velas y veladoras, y las encendieron. Poco a poco también, más personas comenzaron a llegar al zócalo, con flores y velas, con cárteles y su indignación y dolor en la mirada.
Entonces, el grupo de ciudadanos contra la violencia se volvió numeroso, más carteles con consignas y protestas fueron pegados en las paredes, en las rejas, en el piso: “¿Y si los muertos se apellidaran Calderón y Adame?”, decía uno; otro señalaba: “Marco Adame, MM Garrigós, el costo que los ciudadanos estamos pagando es muy alto. Basta de ineptitud”.
Pero había uno que contrastaba fuertemente con los otros, escrito en una cartulina, que decía: “Dr Adame RENUNCIE ¡no lo extrañaremos! Amamos la Vida”. Otro más decía, “La calle no debe ser campo de guerra. Mi casa no debe ser prisión”.
Enfrente, del otro lado, el mitin continuaba con orador tras orador. A la llegada de Rocato, el contingente de ciudadanos se organizó de improviso, rápidamente, para formar un círculo humano, tomados de las manos, mujeres, hombres, niños, adultos, jóvenes con melena larga y piercing, señoras llorosas, artistas consternados, se unieron en una sola voz: No más sangre ni violencia.
“Por ti, por mí, por todos, no más muertes”, cantaban e invocaban, a la vida, al amor y la paz; arropaban y hacian suyas las lágrimas de dolor e impotencia de una chica que decía: “Ellos eran mis amigos y no quiero tener miedo, queremos poder salir y divertirnos, queremos vivir, queremos que haya paz, queremos que haya justicia”.
La gente se reunió al Centro y formó una asamblea ciudadana que tomó las decisiones de dejar de forma permanente la ofrenda en honor a Juan Francisco Sicilia y los jóvenes asesinados hasta que se haga justicia.