Miercoles 30 de Marzo de 2011
Martín Esparza Flores
El Día Morelos
La fallida lucha contra el narcotráfico emprendida por el Gobierno Federal desde que tomó posesión Felipe Calderón Hinojosa, ha terminado por unificar el criterio de los diversos sectores en torno a los magros resultados obtenidos y el alto costo social y económico que ha representado para el país.
El Día Morelos
La fallida lucha contra el narcotráfico emprendida por el Gobierno Federal desde que tomó posesión Felipe Calderón Hinojosa, ha terminado por unificar el criterio de los diversos sectores en torno a los magros resultados obtenidos y el alto costo social y económico que ha representado para el país.
De los más de 35 mil muertos que ha dejado sembrados por todo el territorio nacional la guerra contra los capos de la droga, las autoridades reconocen que un diez por ciento corresponde a civiles inocentes, ajenos a los intereses en juego por la disputa de plazas y rutas para el trasiego de la droga.
Y es esta afectación a la población civil lo que ha terminado por inducir a la sociedad en su conjunto a reflexionar si ha valido o no la pena destinar millonarios recursos anuales a una guerra que el gobierno parece ya haber perdido.
Este año, por ejemplo, las dependencias encargadas de realizar los operativos contra las mafias como la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF), la PGR, la Sedena y la Secretaría de Marina, sumaron recursos presupuestados del orden de los 115 mil 925 millones de pesos, más que otros rubros prioritarios como el de la salud, cuyo renglón apenas alcanzó los 105 mil 617 millones.
Pero los costos por la inseguridad y sus efectos colaterales son mayores. Incluso, estimaciones de organismos empresariales y civiles como el Instituto Ciudadano de Estadísticas sobre la Inseguridad (ICESI), y la Cámara Nacional de Industria del Vestido (CNIV), estiman que el clima de violencia le ha costado al país el 8,9 de su Producto Interno Bruto (PIB); es decir: 1,2 billones de pesos. Aunque el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), habla de que el costo real es del 15,1 por ciento del PIB, y la Concamin sitúa el asunto es un conservador 7%, unos 900 mil millones de pesos.
Los hechos apuntan a que la estrategia es incorrecta pues lejos de debilitar a la estructura económica con que operan los capos y ofrecer mejores oportunidades y fuentes de empleo en las diversas regiones marginadas del país a sus habitantes, se ha entablado un enfrentamiento directo con el ejército de sicarios, pero rasguñando apenas a los operadores financieros al servicio de las poderosas y bien organizadas mafias.
De nada valdrá que el Gobierno Federal trate de engañar a la sociedad con el supuesto de que los miles de muertos son bajas sensibles en las estructuras operativas del crimen organizado, cuando una cantidad igual a los caídos, o aún mayor, espera en las filas del agobiante desempleo y la marginación social que priva en todo el país, para reciclar nuevos sicarios.
Miles de viudas, familias enlutadas y huérfanos son parte del amargo saldo que los efectos colaterales de esta guerra fallida ha dejado en los últimos años ante la ausencia, también, de un eficaz sistema de inteligencia de nuestros cuerpos policiales y castrenses, que pese a sus escasos resultados le han costado, en un cálculo conservador en los últimos cinco años, más de 500 mil millones de pesos al erario nacional. Recursos que bien pudieron canalizarse al impulso de proyectos productivos y sociales en regiones apartadas donde el narcotráfico es la única opción de empleo para millones de mexicanos.
La terrible realidad en la que a diario aparecen como parte de un macabro lenguaje los levantones, las narcofosas y las ejecuciones, muestra que haber sacado a las tropas de sus cuarteles, y elevar el número de elementos en las policías federales, no ha servido de mucho; si acaso, y de manera vergonzante en un país que se jacta de democrático, para golpear y reprimir a organizaciones combativas e independientes como el SME y el Sindicato Minero.
Por eso, vale comentar, a manera de síntesis, la frustración que de acuerdo al Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, invade a Felipe Calderón en su fallida lucha, diríamos, no sólo contra los capos de la droga, sino contra los grandes problemas que aquejan al país, como lo es la creación de empleos seguros y bien remunerados, por citar uno de los tantos retos no atendidos en lo que podríamos resumir como: La Crónica de un Presidente Frustrado.