Jesús Martín del Campo - Opinión
Con todo lo sucedido en los días recientes,
especialmente en Nochixtlán, Oaxaca, se pone de manifiesto con mayor
claridad que, desde Los Pinos, Enrique Peña Nieto y sus colaboradores
han decidido pasar a la generalización de la represión al magisterio
encabezado por la CNTE y a los grupos sociales solidarios con su causa.
Ciertamente, al encarcelar a dirigentes magisteriales fabricándoles
delitos, con la pretensión de descabezar al movimiento, esperando que la
protesta se extinguiera y no lograrlo, lo que sigue es el
aplastamiento, con el despliegue de policías estatales y federales
armados y el uso de helicópteros para que nadie se les escape.
En 1968, Gustavo Díaz Ordaz dijo ante el Congreso de la Unión que tendía su mano al movimiento estudiantil que exigía diálogo para resolver el pliego petitorio, y lo que vino fue la toma de Ciudad Universitaria y de las instalaciones del IPN por el Ejército y finalmente la masacre del 2 de octubre. Al estupor producido por la masacre sobrevino otra barbaridad, los procesos contra los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga.
Es evidente que una misma mentalidad autoritaria y represiva guía las decisiones del gobierno federal. Recordemos que Peña Nieto dijo respecto al caso Ayotzinapa, tratando de soslayar la investigación, algo parecido a
ya supérenlo. Y sus colaboradores Nuño y Osorio Chong han dicho, frente a la exigencia de diálogo por los maestros de la CNTE, que para ellos habrá mano dura y/o mano firme, lo que no es otra cosa que multitud de policías para vigilar la evaluación, que es punitiva en todos los sentidos, y ahora operativos carreteros, ejemplos de verdadero terrorismo de Estado.
En 1968 el estudiantado era portador del malestar de la sociedad con los gobiernos autoritarios que impedían el ejercicio de las más elementales libertades democráticas; por ejercerlas, el gobierno decidió reprimir. El montaje escénico en la Plaza de las Tres Culturas y el cerco militar alrededor se hicieron con el fin de producir muertos, heridos y prisioneros.
El magisterio encabezado por la CNTE es portador del malestar de muchos sectores de la población afectados y agraviados por las reformas derivadas del Pacto por México y por su persistencia en la movilización exigiendo diálogo. Para el gobierno son un mal ejemplo y hay que aplastarlos.
Ser joven y estudiante en 1968 era un delito, y los medios abonaban para crear una histeria represiva. Ahora ser estudiante de una normal rural o profesor normalista lo es también, y la campaña mediática de estigmatización ha preparado el terreno para justificar la represión a gran escala.
La brutalidad por delante y la violación de los derechos
humanos como norma caracterizan los operativos realizados en los estados
donde los maestros han recibido una mayor solidaridad de la población.
El efecto que está logrando el gobierno es un mayor crispamiento social.
Además, resulta exasperante que en las declaraciones de prensa de los
funcionarios, acompañados de los jefes policiacos, campeen el cinismo y
la mentira. Hablan de que los elementos encargados del operativo no
llevaban armas letales y es lo contrario. Igual que el 2 de octubre de
68 y el 10 de junio del 71, en Nochixtlán había francotiradores en los
techos de algunas casas y edificios, con la función de cazar y ejecutar
manifestantes.
A estas alturas le debe quedar claro al gobierno que llevar adelante
la mal llamada reforma educativa bajo la metralla tendrá trágicas
consecuencias y un rechazo social mayor. En el plano internacional es
reprobada la política seguida por Peña Nieto frente a la exigencia de
diálogo de la CNTE; su gobierno es considerado un descarado violador de
los derechos humanos y partidario de que México siga siendo territorio
de impunidad.
El clamor social es que se entable diálogo del gobierno con la CNTE,
un diálogo fructífero. También es necesario que sean liberados los
dirigentes magisteriales encarcelados y que se castigue a los
responsables de los asesinatos de las ocho personas en Nochixtlán.
Los maestros de la CNTE no están solos. Muchas organizaciones
sociales del campo y de la ciudad expresan solidaridad creciente con su
lucha. Lo mismo sucede con muchos sindicatos y con los jóvenes de
numerosas instituciones educativas. Y claro que la determinación de
Morena de realizar una manifestación de apoyo irrestricto a los maestros
de la CNTE fue de la mayor relevancia, acudieron contingentes de todos
los estados del país con la determinación de expresar que en solidaridad
con los maestros, ¡ni un paso atrás!
Los campos están muy claros; la mayoría de la población reprueba las
acciones represivas del gobierno contra el magisterio y de manera
contundente exige castigo a los responsables de los crímenes en
Nochixtlán. Peña Nieto debe descartar más atencazos. No al estado de sitio en Oaxaca.