La Jornada - Editorial
Lejos de amainar, el
conflicto laboral generado por la aplicación de la reforma educativa se
ha extendido y profundizado en semanas recientes. Entre ayer y el martes
pasado los maestros inconformes y sus simpatizantes ocuparon la mitad
de las alcaldías chipanecas y otras 22 en Michoacán, donde
protagonizaron además bloqueos carreteros y tomas de casetas;
se instalaron en plantón permanente en la plaza central de Villahermosa;
efectuaron marchas en la capital del país y en la de Guerrero, en la
cual cerraron los accesos
al palacio municipal; bloquearon una carretera en Oaxaca y retuvieron allí a siete policías estatales que pretendían infiltrarse en sus movilizaciones. Por añadidura, en las inmediaciones de Tuxtla Gutiérrez tuvo lugar un enfrentamiento entre docentes de la sección 7 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Un denominador común de las distintas entidades donde se desarrolla
el conflicto es la adhesión de diversas organizaciones sociales y
comunitarias a la causa magisterial y la articulación de la
confrontación entre la CNTE y la Secretaría de Educación Pública (SEP)
con los problemas locales. Por otra parte, el diferendo ha creado un
campo fértil a agresiones como la que tuvo lugar en Comitán el martes
pasado, cuando varios profesores fueron rapados por un grupo de
individuos que posteriormente se identificaron como comerciantes
ambulantes cercanos a la presidencia municipal de esa ciudad.al palacio municipal; bloquearon una carretera en Oaxaca y retuvieron allí a siete policías estatales que pretendían infiltrarse en sus movilizaciones. Por añadidura, en las inmediaciones de Tuxtla Gutiérrez tuvo lugar un enfrentamiento entre docentes de la sección 7 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
En suma, las sanciones y los despidos aplicados por la SEP en contra de los maestros que rechazan la evaluación prescrita en la reforma educativa y que participan en los paros no sólo no han reducido la resistencia magisterial, sino que la han enconado y ramificado. Los mentores, por su parte, no han logrado que el gobierno federal se mueva un ápice en su determinación de aplicar la reforma educativa a como dé lugar y sean cuales sean las consecuencias.
Todo ocurre con un telón de fondo caracterizado por conflictos
sociales de diversa índole, agravios vivos y ofensas no resueltas, y en
medio de un creciente escepticismo social frente a la capacidad de las
instituciones para resolver los principales problemas del país.
La volatilidad de esta combinación es insoslayable y debiera llevar a
la disidencia magisterial a una máxima contención, y a las autoridades a
un compromiso inmediato con una política de distensión.
A menos que se apueste por escenarios de incendio social y de
represión masiva, resulta urgente que ambas partes acepten comenzar un
proceso de diálogo sin condiciones previas en el que concedan, unos,
moderar sus demandas, y los otros, realizar modificaciones en la
impugnada normativa con la que se pretende regir la relación laboral
entre los profesores y el Estado.
En este espíritu es necesario que se contengan las voces que desde
los medios atizan el conflicto y buscan crear un clima de linchamiento
social en contra de los docentes inconformes, y que se prescinda de la
retórica antigubernamental en el entorno de las organizaciones y
movimientos sociales que apoyan al magisterio movilizado. El exacerbar
los ánimos en la presente circunstancia no conducirá al triunfo de
ninguna de las partes sobre la otra y puede causar, en cambio, un daño
mayúsculo a la precaria estabilidad institucional del país.