viernes, 3 de julio de 2015

Va presupuesto cero / Recorte y confección / Tijera para lo social

Carlos Fernández-Vega / México SA
En un primer ejercicio, y con ganas de redondear lo que denomina presupuesto base cero, la Secretaría de Hacienda anuncia que compactará casi 25 por ciento de los programas presupuestales de la federación para 2016, acción que afectará el volumen de recursos asignados a los rubros de derechos humanos, defensa de mexicanos en el extranjero, derechos y cultura indígenas, financiamiento al campo y, sobre todo educación, cultura y deporte, y por si fuera poco al IMSS, Issste y a las ahora llamadas empresas productivas del Estado (Pemex y CFE).

De acuerdo con Hacienda, siempre en línea con la austeridad y para evitar duplicidad de funciones, la propuesta es disminuir 22.4 por ciento el número de programas presupuestarios a emplear para la elaboración del proyecto de presupuesto de egresos de la federación 2016, al pasar de un total de mil 97 a 851, lo que permitiría, siempre según aquella dependencia, orientar los recursos públicos al logro de resultados para tener un mayor impacto en el bienestar de la población y hacer un uso eficiente del gasto público, es decir, a lo que está obligada, cundo menos desde marzo de 2006, por medio de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria.
Hacienda lo resume así: 261 programas presupuestarios se fusionarían en 99 programas; siete cambian de sector; se eliminarían 56, y se crearían cuatro (uno de ellos es el Programa Nacional de Inglés, para que los niños pidan limosna en otro idioma), aunque no detalla si tal compactación conlleva ahorro de dinero o simplemente este se traslada al, por decirlo así, programa madre. Ello, desde luego, para asignar de mejor manera los recursos a los objetivos, acciones y metas que derivan del Plan Nacional de Desarrollo; fortalecer la eficacia y eficiencia de la administración pública federal; reducir los gastos de operación con medidas de austeridad al interior del gobierno federal (algo que no cumple desde hace 33 años); priorizar los apoyos a programas sociales y productivos y continuar con el impulso a la inversión en infraestructura.
En tal compactación obviamente permanecen intocados los renglones que involucran la mayor proporción de gasto en la estructura presupuestal: nómina burocrática (especialmente en la sección dorada) y servicio de la deuda pública (interna, externa, Fobaproa, rescate carretero, Pidiregas y conexos), que en conjunto cada año consumen alrededor de una tercera parte del presupuesto federal, en vías de aumentar. Por cierto, este año el rescate bancario cumple dos oprobiosas décadas de permanente consumo de recursos del erario, y los mexicanos todavía adeudan alrededor de 850 mil millones de pesos, mientras el correspondiente a las carreteras acumula 18 años y el adeudo supera los 160 mil millones.
En cambio, entre lo alarmante de la denominada propuesta de estructura programática para el presupuesto de egresos de la federación 2016, Hacienda prevé una compactación de 11.5 por ciento en los programas de las llamadas empresas productivas del Estado (Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad, las cuales deben competir en igualdad de condiciones con los vampiros nacionales y trasnacionales), y de 39.4 por ciento en las entidades de control directo, que no son otras que el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.
Eso sí, a los señores diputados y senadores, más magistrados, aparato electoral y conexos –consumidores compulsivos de recursos públicos– no se les toca ni con el pétalo de una compactación, de tal suerte que seguirán gozando de las mieles presupuestales, que para eso se pintan solos y, también, para eso está el dinero de los famélicos mexicanos del campo y la ciudad.
Es conocido y padecido que anualmente del total del presupuesto de egresos de la federación, en el monto que se autorice, sólo quedan libres para su reasignación 10 centavos de cada peso, porque los otros 90 centavos ya están amarrados (el pago de nómina burocrática y deuda pública, por ejemplo), de tal suerte que el presupuesto base cero propuesto por Hacienda carece de margen real de maniobra… a menos que la compactación se recargue en lo que tradicionalmente es ajustable, es decir, los programas de beneficio social (allí están los ejemplos del IMSS e Issste), por mucho que se presuma que la intención es orientar los recursos públicos al logro de resultados, tener un mayor impacto en el bienestar de la población y hacer un uso eficiente del gasto público.
Año tras año Ejecutivo y Legislativo presumen la presentación y aprobación de un presupuesto histórico que sólo conlleva el aumento en el gasto público sin impacto real en la economía y el desarrollo del país (la primera cada vez crece menos y el segundo los mexicanos lo tienen apuntado como asignatura sempiternamente pendiente). Se gasta mucho, pero se gasta pésimamente (con el presupuesto cero nada garantiza que se gaste mejor), y en el trasiego del dinero de la nación en las alforjas privadas y en no pocas de los funcionarios al servicio del país termina buena parte de los recursos presupuestales, pero al año siguiente vuelven a cacarear aquello de histórico, mientras empeora el bienestar de los mexicanos. Entonces, con el presupuesto base cero ¿de qué se jactarán Ejecutivo y Legislativo?
No deje de ver el siguiente capítulo, porque, por medio de la Secretaría de Hacienda, el Ejecutivo federal debe presentar su paquete económico (Ley de Ingresos, miscelánea fiscal si la hubiere, presupuesto de egresos y Criterios Generales de Política Económica) a más tardar el 8 de septiembre, de tal suerte que aún resta tiempo para más sorpresas, aunque desde ya el ministro asegura que el gobierno de la República reitera su compromiso de proteger la economía de las familias mexicanas a través del manejo responsable y prudente de las finanzas públicas. ¿En serio?
Las rebanadas del pastel
Sigue la batalla –financiada con recursos de la nación– entre la autoridad monetaria y las fuerzas del mercado: la primera, al precio que sea, para evitar que el tipo de cambio no rebase la barrea sicológica de los 16 bilimbiques y se mantenga debajo de ese rango, y las segundas especulando a todo lo que dan. Ayer el billete verde cerró en 15.96 pesitos… Como diría Molotov, que no te haga bobo Jacobo.