Juan Carlos Ruiz Guadalajara* - Opinión
El Día Mundial contra
la Megaminería Tóxica (22 de julio) se consolida como punto de encuentro
para los movimientos sociales y grupos que defienden el territorio y se
oponen al avance del actual modelo extractivista minero. En este, su
séptimo año consecutivo, las manifestaciones han alcanzado el ámbito de
15 naciones en América, Europa y Asia, dejando constancia de una
incipiente resistencia planetaria que se fortalece en sus capacidades
para difundir las atrocidades de la megaminería y sus irracionales
agentes. La diversidad de quienes se han involucrado en la jornada
mundial contra la megaminería nos habla también de una conciencia común
que avanza en el sentido de preservar el territorio y el agua para las
futuras generaciones. Es, ante todo, un manifiesto por la vida que han
signado por igual desde un francés hasta un filipino, un argentino, un
español o un canadiense, y que se alza y sobrevive en medio de
condiciones adversas, marcadas por la violencia que de múltiples formas
ejercen los corporativos mineros y sus aliados sobre la población que se
resiste a entregar sus territorios, o sobre los ciudadanos que se
organizan para rechazar proyectos mineros de gran escala ecocida.
En el caso de México crece la amenaza de violencia por parte de la
megaminería tóxica y de los gobiernos que la apoyan. Una muestra la
encontramos en el proyecto de tajo a cielo abierto Caballo Blanco, en
Veracruz: tras haber detenido los veracruzanos este ecocidio, la
canadiense Goldgroup ha vendido el proyecto a su paisana Timmins Gold
Corp, minera empecinada en desarrollar el tajo a cualquier precio,
manteniendo operaciones de cabildeo político, infiltración y fractura de
las redes de unión comunitaria y resistencia en la zona. Lo mismo
sucede en Morelos, donde el Movimiento Morelense contra las Concesiones
Mineras mantuvo a raya el demencial proyecto de tajo a cielo abierto que
la canadiense Esperanza Resources intentó desarrollar a orillas de la
zona arqueológica de Xochicalco; ante su fracaso, la empresa ha vendido
el proyecto a la también canadiense Alamos Gold, que declara haber
logrado recientemente acuerdos con los comuneros de la zona que le
permitirán desarrollar la mina. Algo similar podría ocurrir en Baja
California Sur, donde el Frente Ciudadano en Defensa del Agua y la Vida
ha logrado frenar por ahora la destrucción de la reserva de la biósfera
Sierra de la Laguna, donde Invecture Group, de Ricardo Salinas Pliego,
intenta ejecutar el proyecto de tajo a cielo abierto Paredones con el
apoyo explícito de Juan José Guerra Abud, secretario de Medio Ambiente,
famoso por su ignorancia en el tema y su postura mercenaria en favor de
industrias depredadoras del patrimonio ambiental.La insistencia de los corporativos por imponer la megaminería tóxica responde a lo que ellos mismos denominan
ventajas competitivasde México, eufemismo que esconde la anomia y corrupción estructural del Estado mexicano, lo que convierte a las mineras en un destructivo poder fáctico. Los reiterados e impunes casos de violaciones a la ley y a los derechos humanos por compañías mineras, y el encubrimiento que los tres poderes de la Federación les prodiga, han obligado a la sociedad organizada de diversas regiones a fortalecer sus estrategias de autonomía para impulsar, desde plataformas comunitarias, la autodefensa de sus territorios y recursos frente a los autoproclamados proyectos
de desarrollo. El caso más significativo lo encontramos actualmente en un amplio territorio formado por 22 municipios de la Sierra Norte de Puebla, donde totonacas, nahuas y mestizos han logrado dirimir viejos conflictos para por primera vez unirse y enfrentar sin violencia un problema común que amenaza su subsistencia: los megaproyectos hidroeléctricos, de extracción de gas por fracking y de megaminería de tajo a cielo abierto. Ésta cuenta en la zona con 182 mil hectáreas concesionadas, de las cuales 122 mil están en manos de la canadiense Almaden Minerals. Frente a esta barbarie en ciernes la Sierra Norte ha capitalizado su larga experiencia de organización comunitaria, como la desarrollada por Tosepan Titataniske (Unidos Venceremos), para consolidar un Comité de Ordenamiento Territorial en Cuetzalan y lograr las primeras declaratorias de territorios libres de minería.
La industria minera, además de la violencia y los engaños que
practica para despojar territorios y confrontar poblaciones, intenta
sistemáticamente lavar su imagen e ilegalidades mediante falsa
filantropía, misma que ha tomado la forma de generosos donativos a la
Fundación UNAM o de subsidios a proyectos de investigación, como el
millonario copatrocinio que la ilegalizada New Gold/Minera San Xavier da
al Instituto de Metalurgia de la Universidad de San Luis Potosí (un
caso más de ciencia mercenaria). La necesidad de fortalecer la
conciencia, la movilización e incluso la democratización de nuestro
sistema político, actualmente dominado por diversas formas de
delincuencia organizada ( narcopolítica, corporativos
trasnacionales, partidocracias, telecracia, etcétera), es un imperativo
generacional. Por ello el 22 de julio se fortalece para reflexionar y
tejer resistencia global, pero también para recordar que en todas estas
acciones de dignidad han dedicado generosamente su vida grandes
personajes, como Javier Rodríguez Pardo, fallecido el pasado 10 de julio
en Buenos Aires, y quien fue la clave para la fundación del Movimiento
Antinuclear en Chubut y la Red de Acción Ecologista, así como uno de los
primeros activistas en enfrentar la llegada de la megaminería tóxica a
Argentina en los años 90 apoyando la formación de asambleas
autoconvocadas.
Español de nacimiento y argentino por adopción, Rodríguez Pardo solía llamar al planeta
la hermana madre tierra, adelantándose al papa Francisco, quien también la llama así en su encíclica Laudato Si, donde nos recuerda, en perspectiva franciscana, que esa hermana
clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Palabras sensatas hasta para un ateo, mas no así para quienes tienen en el dinero su única deidad. Los próximos años serán decisivos, mientras en México, este 22 de julio, va dedicado al entrañable Javier Rodríguez Pardo.
* Investigador de El Colegio de San Luis; autor de Dolores antes de la Independencia