jueves, 12 de marzo de 2015

Raúl Cervantes, el próximo / Anunciada degradación / Cuatro ausentes / Adelante, Aristegui

Julio Hernández López - Astillero
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La degradación impúdica y fanfarrona de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (como de otros órganos institucionales autónomos o de contrapeso, entre ellos el Ifai, el instituto de telecomunicaciones, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Instituto Nacional Electoral, el tribunal electoral federal y el Banco de México) ha exhibido crudamente, con la imposición negociada del faccioso Eduardo Tomás Medina Mora Icaza como
ministro del Poder Judicial, la perniciosa práctica de prostitución política a cuenta del reparto de cuotas de poder entre partidos y las camarillas que los regentean.
De las propias filas del Partido Acción Nacional, con el firme senador Javier Corral al frente de correligionarios que no se allanaron a las negociaciones entre Emilio Gamboa y Gustavo Madero, ha surgido la versión (que muchos de los enterados comparten plenamente) de que la nueva conformación de la mencionada Corte obedece a un arreglo bucanero entre el PRI y el partido de blanco y azul, de tal manera que al primero corresponden dos posiciones, la primera de las cuales ha sido asignada a Medina Mora, a pesar de la gran oposición social de la que dieron cuenta más de 50 mil firmas recolectadas con premura por ciudadanos inconformes.
La segunda posición peñista, más que cantada, será para Raúl Cervantes Andrade, quien solicitó licencia el 3 de septiembre del año pasado a la senaduría que ejercía en nombre del PRI para pasar a formar parte de la plantilla académica del ITAM y colaborar con el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en espera de que transcurra el año sin mácula partidista que la Constitución exige a quien aspire a ser ministro de la Corte.
El priísta Cervantes Andrade condujo sesiones del Senado para aprobar las reformas peñistas y Los Pinos está tan agradecido con él que será una propuesta igualmente facciosa a la hora de imponer relevos de Juan N. Silva Meza y Olga Sánchez Cordero, quienes terminarán sus encargos el último día de noviembre de este año. Si Peña Nieto le cumple la promesa a Raúl Cervantes, entonces el mexiquense tendrá dos ministros absolutamente suyos, miembros de su Corte, la corte palaciega de Los Pinos. El PAN, por su parte, cobrará sus servicios con la designación de otro de los ministros, aunque no se sabe el nombre del agraciado. Puros arreglos en las cúpulas para el servicio específico de ellas.
Mas no todos los enjuagues legislativos se dan por la vía expresa del voto en determinado sentido. Sabido es en los corrillos de las cámaras que los operadores estelares del PRI suelen negociar con ciertos opositores que con su ausencia a la hora de las votaciones ayuden al desahogo aritmético que de todos modos será adverso a las minorías. Historias de entrega de dinero en efectivo, o prebendas para familiares o allegados, con tal de que no se obstruya el transcurrir de sesiones que finalmente terminarán como el priísmo desea.
En el caso del PRD ha sido muy significativa la ausencia de cuatro senadores a la hora de la votación para ministro de la Corte, proceso que necesitaba una cantidad calificada de sufragantes, es decir, las dos terceras partes no de la totalidad del cuerpo senatorial, sino solamente de los presentes en la sesión correspondiente. Eduardo Medina Mora consiguió 83 votos apenas, lo que habría sido insuficiente si esos cuatro perredistas hubieran asistido, más algún otro panista o perredista que hubiera votado en contra.
La nómina de los convenientemente ausentes es significativa. Uno, el Jaguar Ríos Piter, quien ya se ausentó de las elecciones guerrerenses con argumentaciones baladíes, ayudando de facto al PRI y a EPN a intentar el control electoral de esa plaza. Perredista, como Ríos Piter, Luz María Beristáin (cuyo momento de máxima fama pública fue cuando armó un escándalo en un mostrador de línea aérea que no la documentó para un vuelo al que llegó tarde, lo que le valió el mote de #LadySenado) prefirió dejar el Senado ese mismo día clave para ir a Chetumal a reunirse con el gobernador priísta Roberto Borge, según eso para promover la liberación de presos políticos mediante la entrega de un oficio al titular del poder ejecutivo, que formalmente no lo es del judicial. Borge emitió un boletín de prensa donde se le ve con la senadora del sol azteca, ambos con una enorme fotografía de Peña Nieto al fondo. Sin mesura, buscando coartadas, Beristáin dijo que prefería hacer esas gestiones judiciales que votar en un proceso cuyo resultado aritmético estaba prefigurado (bajo esas consideraciones, ¿para qué votar en las elecciones de junio en las que el PRI, el Verde y el Panal tienen todo prefigurado para ganar a la mala?).
Otros dos senadores relacionados con el partido Morena también votaron con los pies (es decir, retirándose). Uno de ellos, Mario Delgado, el marcelista ex secretario de finanzas relacionado con las irregularidades de la línea 12 del Metro, a quien el nuevo partido de izquierda quiso instalar como candidato a jefe delegacional en Miguel Hidalgo (respecto de su ausencia, argumentó que se debía a un compromiso personal contraído con mucha anterioridad). Delgado había anunciado formalmente, semanas atrás, su renuncia al PRD y su afiliación a Morena. El morelense Rabindranath Salazar también había ejecutado el mismo salto, PRD-Morena, e igualmente faltó a la hora de votar contra EMM. Y la también candidata a gobernadora de Quintana Roo, Layda Sansores, rompió la boleta electoral, con lo que no se expresó específicamente en contra del ex embajador en Washington (pudo haber votado por alguno de los otros dos contendientes, o escribir, en la boleta, que estaba en contra) y su voluntad no fue contabilizada oficialmente. Con ese arranque rupturista, Sansores pareció dar la razón a quienes promueven un voto roto en junio en busca de que se acumulen tantas expresiones similares que se puedan anular las elecciones que consideran absolutamente amañadas.
Y, mientras Carmen Aristegui sigue adelante en radio en estos momentos oscuros, de duras presiones del poder hacia el periodismo crítico, ¡hasta mañana!.