México SA-Carlos Fernández-Vega
Por quinto año consecutivo, y en el cuento de nunca acabar, el gobierno federal –ahora en versión tricolor– recurre a oootroooo pretexto para sacudirse la responsabilidad de construir la refinería anunciada el 18 de marzo de 2008 (desde entonces denominada Bicentenario, aunque al ritmo que lleva fácilmente podría ser bautizada como Tricentenario o Refinería Son de la Negra) y pasarle los trastes al capital privado, para que sea éste no sólo el encargado de su construcción, sino de su usufructo.
El pretexto más reciente es atribuible al secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, quien un mes atrás tuvo la cortesía de comunicar a los mexicanos que “la construcción de la refinería Bicentenario estará supeditada a la aprobación de la reforma energética” y no a la decisión soberana del gobierno federal. Ese mismo subterfugio fue utilizado ayer por el director general de Petróleos Mexicanos, el empresario Emilio Lozoya, con el agregado de que si no se ha construido se debe a que “no tenemos recursos suficientes” y para concluirla “se requiere mayor capacidad de inversión”. Hasta allí quedó la frase, aunque obvio que esa “mayor capacidad” provendría del capital privado.
Cinco años y ocho meses han transcurrido desde el anuncio original (aquel 18 de marzo de 2008) y, según Lozoya, el gobierno federal no ha tenido tiempo de juntar los dineros necesarios para construir la Bicentenario y, con ella en funcionamiento, atemperar la creciente dependencia que México tiene de los petrolíferos producidos en terceras naciones. El dispendio de recursos públicos es brutal, pero nunca hay dinero para las prioridades nacionales. México eroga miles y miles de millones de dólares en importación de petrolíferos (un jugosísimo negocio para las trasnacionales que los elaboran), pero la versión oficial asegura que no hay recursos para la refinería, de tal suerte que será el capital privado el que deba sacrificarse.
Aquel 18 de marzo de 2008 el entonces inquilino de Los Pinos anunció: “giro instrucciones a la Secretaría de Energía y al director general de Pemex para que, sin dilación, inicien los estudios y analicen la factibilidad técnica, financiera y logística que nos permita construir una nueva refinería en el territorio nacional. Esta es una buena manera de celebrar el 70 aniversario de la expropiación petrolera”. Cierto es que Felipe Calderón siempre tuvo la boca muy grande, pero todo indica que el gobierno peñanietista fácilmente ganaría el concurso.
Se supone que aquella fecha los genios del gobierno federal se abocaron a buscar la forma y los fondos para construir la Bicentenario, aunque desde el principio los funcionarios encargados del parto sólo fingieron demencia, retrasaron el proyecto e intentaron abrir puertas al capital privado, aunque eso sí fueron en extremo creativos a la hora de pretextar el retraso en el inicio de la obra. Incluso uno de ellos, a la sazón director general de Pemex, inventó la “necesidad” de la paraestatal de (sic y recontra sic) “de hacerse acompañar” de inversionistas privados. Ese personaje, que no es otro que Jesús Reyes Heroles González Garza, es uno de los más activos cabilderos del capital privado para que éste, con la “modernización”, le clave el diente al petróleo mexicano.
Emilio Lozoya repitió ayer, palabras más o menos, lo dicho por el junior Reyes Heroles y demás ex funcionarios antinacionales del sector energético-hacendario, que ahora abiertamente representan intereses privados y utilizan información de Estado para beneficiar a los corporativos nacionales y foráneos interesados en “modernizar” Pemex. Ante los integrantes de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, dijo el susodicho que la Bicentenario no se ha cancelado, “pero para llevarla a su conclusión se requiere una reforma energética”. En realidad lo que se requiere es la voluntad de construirla para el Estado mexicano y no para beneficiar a un grupo de trasnacionales y mega empresarios nacionales, a quienes se les cuecen las habas por meterle la mano al jugoso negocio del oro negro.
Un año después del anuncio original (el de Calderón, el 18 de marzo de 2008), la entonces secretaria de energía, Georgina Kessel, presumió que no sólo se construiría la Bicentenario, sino que “con el nuevo marco jurídico derivado de la reforma petrolera se tendría la posibilidad de analizar la participación de terceros en la construcción de una segunda refinería, aunque esta decisión está en manos de los legisladores. Durante las discusiones que se tuvieron el año pasado en materia de reforma, en el sector hidrocarburos se discutía precisamente eso: México, es cierto, no necesita una sola refinería, pero también necesitamos ampliar la capacidad de operación y de financiamiento de Petróleos Mexicanos. Entonces de una u otra forma tendríamos que analizar esa posibilidad, insisto, bajo las reglas del nuevo marco legal”.
Pero el “nuevo marco legal” no lo permitió, y la Bicentenario se anegó entre pleitos dentro del gabinete, grillas sucesorias, retraso en el “análisis de factibilidad” y demás mugres, pero nunca por diferencias de criterio, es decir, la idea siempre fue dejar que el capital privado se encargara de construir la refinería y de comercializar los petrolíferos. El tiempo pasó y como era lógico los panistas se fueron mucho a otras partes, pero los tecnócratas no (llevan tres décadas incrustados en el gobierno, y allí están las consecuencias). Se fue Reyes Heroles junior de la dirección de Pemex, pero llegó Juan José Suárez Coppel, quien a pesar de su buen trabajo no pudo terminar de hundir a la paraestatal. Cambió el gobierno (de los listones blanquiazules se pasó a los tricolores) y a la oficina principal de Petróleos Mexicanos llegó Emilio Lozoya. ¿Y qué dice Lozoya? Que la Bicentenario no se ha cancelado, pero que se carece de recursos públicos para construirla, de tal suerte que –como los citados– asegura que “no hay de otra” más que pasarle los trastes al capital privado.
Entonces, para que en Petróleos Mexicanos todo funcione, lo primero que hay que hacer es quitarles el hueso a ese tipo de empresarios tecnócratas colados en el gobierno, y dejarle la tarea a mexicanos probos que defiendan el interés nacional. Esta es la ruta para la paraestatal: no hay de otra, en efecto.
Las rebanadas del pastel
Los mexicanos están felices porque Televisa le ganó a la selección de Nueva Zelanda, y el gobierno está de plácemes porque tiene más circo para entretener a la gente. Ojalá México le hubiera ganado a Nueva Zelanda en otros menesteres, porque ese país ocupa la primera posición mundial en libertad y respeto de los derechos humanos, y el sexto en índice de desarrollo. A ver cuándo México gana en lo verdaderamente importante.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada