27 octubre 2013 | Samuel Lara Villa * | Contralínea
Un funesto pacto (el Pacto por México) dictado por el presidente ilegítimo de la República a partidos políticos desacreditados por corruptos, oligárquicos y plutocráticos todos, uno de ellos además reaccionario –por si algo faltara– no representa al pueblo mexicano. Con dicho Pacto se manipula a la Cámara de Senadores y a la Cámara de Diputados, es decir, al Congreso de la Unión, al ordenar a los legisladores que voten a favor de la aprobación, a como dé lugar, de anticonstitucionales “reformas estructurales”, para despojar a la República Mexicana de su régimen laico, desaparecer la seguridad social, los derechos de los trabajadores, la soberanía nacional; despojarla de la propiedad de los energéticos, del subsuelo, del espacio aéreo y sus litorales:
ese Pacto de los neoliberales descarados y los encapuchados comete traición a la patria, procurando cínicamente los intereses del imperio estadunidense, que en 1847 se apoderó de la mitad de nuestro territorio.
ese Pacto de los neoliberales descarados y los encapuchados comete traición a la patria, procurando cínicamente los intereses del imperio estadunidense, que en 1847 se apoderó de la mitad de nuestro territorio.
El cometido más cínico de ese Pacto a la vista, desde el ascenso al poder de Enrique Peña Nieto, es regresar la industria petrolera a los explotadores extranjeros. La nacionalización de los productos del subsuelo decretada por el patriota presidente de la República en marzo de 1938, el general Lázaro Cárdenas del Río, es conquista de la soberanía nacional, la hazaña más significativa del triunfo de la Revolución Mexicana. No permitiremos que la sangre de 1 millón de mexicanos para derrocar a otros tiranos y traidores en ese movimiento armado de 1910 se haya derramado inútilmente. La gran Revolución Mexicana de 1910 fue la primera de índole popular del mundo en aquel siglo XX, y por sus ideales políticos, su doctrina progresista y los alcances logrados en el ámbito internacional, marcadamente la Ley Federal del Trabajo que continúa considerándose paradigmática –a pesar de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto–, dio a México identidad universal.
Su ideología y sus efectos nunca han sido del agrado de Estados Unidos, temen que sus vecinos del Sur (el “patio trasero”, dicen ellos) contagien de verdaderas ideas libertarias a la raza blanca, para que conozca los ideales de un país que exige trato de iguales entre naciones, de respeto y de amistad, fin a la discriminación, a las intervenciones “secretas” y las armadas, a sus planes de penetración; y que ponga fin a la colaboración y aprobación de los fraudes electorales contra la izquierda mexicana con la complacencia de gobiernos de derecha. Los objetivos de Estados Unidos son del conocimiento del mundo entero: el imperialismo estadunidense es universal. En el desarrollo de sus planes de penetración a la República Mexicana, el ejército del pueblo, el de la Revolución Mexicana, es prioridad y ha tenido que soportar la embestida contra la Revolución a partir de sexenios como el de Miguel Alemán, propiciando cursos en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos de actualización y de muchos otros nombres y apodos castrenses, cuyos resultados tuvieron éxito con algunos generales de la Secretaría de la Defensa Nacional y otros de los que no queda duda luego de escucharlos en las aulas de la Escuela Superior de Guerra o la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea. Sin embargo, se puede asegurar sin temor a equivocarse, que el soldado mexicano –dicho con toda la amplitud del término– es revolucionario de origen y por convicción; ahora está celebrando orgullosamente 100 años del nacimiento del Ejército Mexicano (el 26 de marzo de 1913) con el Plan de Guadalupe, Coahuila, lugar donde el entonces gobernador del estado, Venustiano Carranza, y la Junta Militar Revolucionaria desconocieron al traidor general del Ejército Federal Victoriano Huerta, líder de los federales rebeldes cuando asesinó al presidente de la República Francisco I Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez y desconoció al Congreso de la Unión; asesinó a los legisladores opositores, se adueñó de la Presidencia de la República respaldado por el Ejército Federal, se valió de los políticos busca chambas –que nunca faltan–, cooperaron los de plumaje de varios colores, pero sobre todo y lo más grave: la maquinación del golpe de Estado partió de la Embajada de Estados Unidos, tramada por el embajador Henry Lane Wilson. La Revolución Mexicana se materializó entonces en el Ejército Constitucionalista, la Porra del pueblo, como dijera el mártir Serapio Rendón, para derrotar de nueva cuenta al Ejército Federal, que por un grave error no fue licenciado por el presidente Madero al tomar posesión de la Presidencia de la República.
Sólo entonces los soldados del pueblo, que custodian las armas de la nación, ganaron el honor de titularse, para siempre, Ejército Mexicano. Los altos mandos, generales, jefes, oficiales, cadetes y tropa continúan siendo el pueblo en armas, guerrilleros del movimiento popular armado contra la tiranía, la represión, el fraude electoral, la plutocracia, la oligarquía, la corrupción y la impunidad de funcionarios ladrones al erario ante la vista de la ciudadanía. Soldado mexicano del Ejército, la Marina o la Fuerza Aérea: alma eres de las Fuerzas Armadas mexicanas, máxime cuando has ganado grados jerárquicos que incrementan la responsabilidad y el amor a la patria y al glorioso lábaro tricolor; eres pueblo y a él te debes, tú hiciste la Revolución Mexicana y derrotaste para siempre al Ejército Federal del tirano, de la aristocracia, de los hacendados, de los explotadores del obrero y el campesino, así ganaste por el deber cumplido la confianza y el cariño de la ciudadanía. Que no te enfrenten a tu propia gente, a la población, a los tuyos. Ningún soldado del Ejército Mexicano obedecerá órdenes de los políticos, que desde la comodidad de su escritorio no les importa confrontar al pueblo contra el pueblo. La sangre derramada es siempre la de los pobres, de los trabajadores, del campesino, del estudiante. Nuestro Ejército Mexicano es del pueblo. Nunca más otro Ejército Federal. La patria es primero. *General brigadier retirado; presidente de la Federación de Militares Retirados Francisco J Múgica, AC
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