sábado, 4 de mayo de 2013

Otro fracaso: ciudades rurales sustentables

Aflora en Chiapas la corrupción de numerosos actores, tanto funcionarios como campesinos
Hermann Bellinghausen | Periódico La Jornada | Sábado 4 de mayo de 2013, p. 40
Mezcalapa, Chis., 3 de mayo.- La Villa Rural Emiliano Zapata, una de las cinco ciudades rurales sustentables que tanto promocionó el gobierno estatal anterior, sin haber sido nunca concluida, hoy se encuentra en ruinas, habitada por grupos diversos, sin servicios de ningún tipo pero, eso sí, una sólida construcción de ladrillo, sin techo ni acabados.
Sería la ciudad rural con mejor construcción. El fracaso salta a la vista, y asoma una historia de corrupción de muchos actores, tanto gubernamentales como de organizaciones campesinas, deliberadamente divididas por la acción estatal.

“El gobierno dice que la villa rural (VR) ya está acabada”, ironiza un campesino que actualmente la habita. “Con las ruinas que hay ya está acabada, unas casas se están cayendo. Son las ruinas de Juan Sabines”.

No es fácil evitar una cierta sensación posapocalíptica en este conjunto de 60 casas (iban a ser 270) a medio terminar, que ya estaría cubierta por la vegetación de esta zona tropical del norte de Chiapas, cercana a Tabasco y Veracruz, a no ser por sus actuales pobladores; algunos, ex miembros de la Organización Proletaria Emiliano Zapata-Movimiento de Liberación Nacional (OPEZ-MLN), para cuyos militantes se destinaría este conjunto habitacional; otros, familias zoques y campesinas de la región. Para la OPEZ, que por ahora abandonó la plaza, son “invasores”.

Ya antes de terminar, la administración sabinista no quería saber de esta VR, al grado de que el Instituto de Población y Ciudades Rurales, creado ad hoc para el ambicioso proyecto de 25 unidades así en Chiapas, desde 2012 se desentendió de ella y apenas si la menciona en su página oficial. En enero del año pasado el gobierno aún tuvo ímpetu para crear aquí un nuevo municipio, antes parte de Tecpatán: Mezcalapa. Meses después todo se vino abajo. Los dirigentes de OPEZ fueron encarcelados por malversación de fondos y el titular del citado instituto, Alejandro Gamboa, destituido a pesar de ser una de las personas más cercanas al gobernador Sabines, formalmente perredista como todos los actores de este episodio y de su debacle.

Historia de resistencia campesina

La investigadora de la UNAM Dolores Camacho Velázquez, quien estudia este caso, expone en un trabajo actualmente en prensa: “La VR Emiliano Zapata es producto de una historia de resistencia y lucha que modificó la idea original de ciudades rurales del gobierno”.

El famoso “tapón”, producto de la caída de un cerro en octubre de 2006 sobre el río Grijalva y varias poblaciones, causó estragos en Ostuacán y otros municipios como Tecpatán y Malpaso, donde el agua estancada por el desastre terminó por inundar terrenos de comunidades que colindan con los ríos que desembocan en la zona afectada. “En Tecpatán se inundaron cinco localidades: Rubén Jaramillo, Los Guayabos, Ricardo Flores Magón, Genaro Vázquez y Nuevo Limón. Exceptuando la primera, que son tierras recuperadas en 1994 tras el levantamiento zapatista, las otras cuatro comunidades son propiedades legalmente reconocidas, según los líderes de la OPEZ”.

Los afectados se instalaron en albergues, añade la investigadora. “El gobernador los visitó y ofreció resolver el problema. Seis meses después del compromiso seguían en albergues. Debido a que muchos de los afectados militaban en OPEZ, se movilizaron y organizaron los albergues para presionar al gobierno a cumplir con sus ofrecimientos”.

En 2010, un dirigente de OPEZ dijo a Camacho: “El gobierno obviamente movió su ejército de funcionarios en los albergues para controlar todo. Nosotros dijimos ‘somos una organización y aquí controlamos, el gobierno no tiene que meterse en las decisiones de la comunidad’”. Emprendieron acciones para presionar a las autoridades, bloqueos de carreteras, manifestaciones. Los medios apenas las registraron, “pero se logró que el gobierno estableciera mesas de trabajo; ya había decidido la construcción de ciudades rurales, pero por alguna razón toda la atención gubernamental y mediática estaba puesta en Juan Grijalva”. Esta fue la comunidad más célebremente afectada, y dio pie a la primera ciudad rural, Nuevo Juan de Grijalva.

El gobierno ofreció una más en Tecpatán, y OPEZ la condicionó a participar en el proceso. Se les concedió, y ellos mismos gestionaron la participación de arquitectos afines, pertenecientes al Frente Popular Francisco Villa de la ciudad de México, donde esta organización ha edificado con eficacia grandes unidades habitacionales en Iztapalapa. Pudo ser el mejor de los mundos, pero todo falló.

La “villa” que no fue

Los actuales pobladores del cascarón de “villa rural” pululan espectrales, completamente fuera de la gran promesa. No tienen trabajo, ni energía eléctrica, ni agua. Y ya no son de OPEZ. El sol es inclemente ahora, los tinacos están secos. Les queda el río. La mayor parte de las construcciones están habitadas por familias que no poseen nada en el mundo, pero esperan permanecer aquí y convertirlo en un pueblo, como su vecino el ejido San Marcos, en donde rentan 20 hectáreas para sembrar algunas milpas.

El alcalde del nuevo municipio de Mezcalapa, del PVEM, también les ha hecho promesas, pero sólo les dio 10 láminas a cada familia a cambio de su voto, de modo que ya hay techo. “Hasta uno las podía comprar”, dice con amargura un hombre a la sombra de esas láminas. A falta de molduras y ventanas, las casas habitadas tienen cortinas o tablones claveteados para evitar las inclemencias de la intemperie. Casi no hay mobiliario, apenas hamacas, bancos de palo, sillas rústicas. Muchos duermen en el suelo; “firme”, eso sí: de cemento.

Unas ocho familias son del grupo original, hoy en una escisión de OPEZ llamada Organización Paz y Libertad, asociación civil. La ruptura fue violenta. Uno del nuevo grupo, Luis David Sánchez Gómez, El Chocolate, fue muerto de un tiro en 2011. “A mí también me dispararon cuando corrí al monte”, dice Roberto, quien lamenta la corrupción de todos, y admite:

“Hay un dicho que dicen: ‘separa el grupo y vencerás’. Esa inteligencia hicieron ellos (del gobierno), lo lograron y para ellos mejor”. Durante mucho tiempo, los damnificados vivieron en el campamento Emiliano Zapata, sobre la carretera a Huimanguillo (Tabasco), cerca de aquí. Las autoridades adquirieron 111 hectáreas para que las familias se instalaran temporalmente, mientras se construía la VR. Hoy, ese campamento, aunque sigue habitado por algunos opecistas y por “invasores” en espera de “algo”, es una ruina aún mayor. Es una planicie minada con recuadros de cemento donde estuvieron 273 cabañas de madera, y fueron demolidas a la hora de la debacle.

“No se podía vivir ahí, todos ‘endiablados’ por el calor. Viejitos y niños de pronto amanecían muertos. No había condiciones”, dice Luis, un joven en la VR. “A muchos les repartieron 120 mil pesos y se regresaron a sus comunidades. Nosotros no podemos. El suelo está inundado, allí no se puede vivir ya”, agrega Roberto, originario de Nuevo Limón. “Nos dijeron que íbamos a tener clínica, escuela. Nada nos dieron, ni camino”. De hecho, para llegar a la VR se transita una brecha en muy malas condiciones, y los niños carecen de escuela por completo.

El dirigente de OPEZ, Caralampio Gómez Hernández, y su hijo Pablo César, fueron encarcelados en 2012 por un presunto fraude por 20 millones de pesos. La organización realizó protestas y plantones. Roberto, disidente de ellos, los considera culpables, “pero no ellos solos; el verdadero robo lo hicieron los del gobierno, y no sabemos si también los del Francisco Villa. Nosotros no le confiamos ya a nadie”.

Menciona el caso de otro dirigente de OPEZ que desistió de la VR “y ahora tiene en su rancho más de 500 cabezas de ganado, en Buenavista”.

El impresionante Cerro del Mono, punto célebre en la reserva La Sepultura, de gran altura y una forma inusual, como de percebe, con una cumbre inclinada en pico, se distingue al fondo de esta localidad que iba a ser un desarrollo digno del “Milenio”, impulsado por el Estado, empresas filantrópicas, organizaciones revolucionarias y la ONU, y hoy es un fantasma más del progreso.

Fuente: La Jornada