jueves, 4 de octubre de 2012

Que 10 años no es nada / La crisis se profundiza / México, envidia global

México SA-Carlos Fernández-Vega
La buena noticia de la semana, y de muchos años por venir, es que el Fondo Monetario Internacional ha estimado que salir de la crisis económica global apenas llevará una década, cuando menos, de tal suerte que falta mucho que ver y, sobre todo, padecer. Lo mejor del caso es que para los genios de ese organismo la terrible sacudida que oficialmente se registra desde 2008 y que, según sus estimaciones, se prolongará hasta 2018, no es todavía una década perdida, es decir, aún no puede tipificarse como tal, por mucho que la mayoría de los habitantes de este planeta sobreviva en peores condiciones que un cuatrienio atrás, cuando, de cualquier suerte, no eran las mejores.
En 2008, el FMI y demás organismos internacionales atribuyeron el estallido de la crisis a Estados Unidos, tras dos demenciales periodos presidenciales del guerrerista baby Bush, que no hizo otra cosa que beneficiar al gran capital; ahora se lo achacan al mismo destartalado motor del mundo, junto con los problemas de Europa, Japón y China. Así, deberá transcurrir una década, cuando menos, para que la economía mundial vuelva a tener una forma aceptable, producto, desde luego, de pasar la factura, íntegra, a la mayoría de la población.

Ante tan negro panorama, la envidia, como siempre, la provoca México (el de los discursos, claro está), porque es menester recordar que desde 2010 el actual inquilino de Los Pinos decretó el fin de la crisis global y su impacto en la economía nacional. Así, entre la permanente negación de la realidad y el cálculo del Fondo Monetario Internacional, la perspectiva mexicana resulta esplendorosa. Hay que reconocerle al gobierno panista su afinado olfato para detectar peligros y adversidades, el cual va del catarrito de 2008 al fin de la crisis en 2010, cuyo efecto inmediato se puede constatar con los 15 millones adicionales de pobres a lo largo de su estancia en la residencia oficial.

Los mexicanos ya han pagado la factura durante cuatro años (en realidad suman 30: de Miguel de la Madrid a Calderón), pero la buena noticia es que les faltan otros seis (los de Peña Nieto), cuando menos, para que la economía nacional vuelva a tener una forma aceptable, de acuerdo con el vaticinio del citado organismo financiero. Ahora que si aceptable es regresar al estado que guardaba la economía mexicana en 2007, entonces agárrense, porque en el mejor de los casos la siguiente administración gubernamental sólo ofrecerá más de lo mismo.

Para efectos mexicanos, la Cepal declaró perdida la década de los 80, porque en tal periodo la economía nacional registró una tasa anual promedio de crecimiento de apenas 1.9 por ciento; en los primeros diez años de gobiernos panistas esa misma tasa a duras penas llegó a 1.59 por ciento, aunque oficialmente nadie se anima a declarar ese lapso como la segunda década perdida. Para el último bienio de Calderón y el sexenio de Peña Nieto, la perspectiva es que la sacudida económica permanezca, de tal suerte que existe la posibilidad de una tercera perdida, no sólo por la crisis, sino porque nadie en el gobierno tiene la intención de apartarse del manual que provocó la primera y la segunda.

En vía de mientras, el propio FMI (Perspectivas de la economía mundial, octubre de 2012) advierte que uno de los principales problemas que afronta la economía global es el elevado nivel de endeudamiento que registran algunos países, como en el caso de Japón, Estados Unidos, Grecia, Italia, Portugal e Irlanda, que supera el 100 por ciento de su producto interno bruto. Por si fuera poco, subraya, las bajas tasas de crecimiento, los persistentes déficit presupuestarios, el alto nivel de pasivos futuros y contingentes derivados de la presión sobre el gasto relacionada con el envejecimiento de la población y el debilitamiento del sector financiero, han intensificado considerablemente la preocupación por la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Por otra parte, el organismo financiero considera que muchas economías emergentes y en desarrollo han tenido un buen desempeño económico a lo largo de la última década y durante la crisis financiera internacional, “pero el cuestionamiento que se hacen en este momento las autoridades es si esa fortaleza perdurará. Hay razones para ser optimista; entre ellas, la aplicación de mejores políticas y la mayor libertad de acción de la política económica, es decir, un margen de maniobra para responder a los shocks que no ponga en peligro la sostenibilidad. Pero este buen desempeño reciente también se ha visto respaldado por factores que varían constantemente, como las fuertes afluencias de capital, la rápida expansión del crédito y el elevado nivel de precios de las materias primas”.

La capacidad de las economías de mercados emergentes y en desarrollo –medida en función de su capacidad para sustentar expansiones económicas y recuperarse con rapidez de las desaceleraciones– aumentó considerablemente. La década pasada fue la primera en que estas economías registraron una expansión más prolongada que las economías avanzadas y sufrieron desaceleraciones más pequeñas. La duración más larga de las expansiones se debe a las buenas políticas adoptadas (que da cuenta de alrededor de tres quintas partes de la mejora) y a la menor incidencia de choques externos e internos (que da cuenta del resto).

Sin embargo, advierte, la calma relativa de los dos últimos años en estas economías bien podría resultar pasajera. Existe un riesgo significativo de que las economías avanzadas vuelvan a sufrir una desaceleración marcada o de que vuelvan a surgir vulnerabilidades internas. El hecho de contar con un margen de maniobra más amplio en el ámbito de la política económica ha ofrecido una fuerte protección ante los choques externos. Para resguardarse de situaciones futuras, estas economías tendrán que reconstituir sus defensas y restituirle a la política económica la libertad de acción necesaria.

Las rebanadas del pastel

Para redondear el cuadro, la Organización Internacional del Trabajo denunció que en los países del G-20 (entre ellos el nuestro), el desempleo entre los jóvenes es crítico. Para el caso mexicano, la tasa de desempleo es de 8-11 por ciento. La OIT advierte sobre el riesgo de una generación de trabajadores jóvenes marcada por una mezcla peligrosa de alto desempleo, creciente inactividad y trabajo precario en los países desarrollados, y de un aumento de trabajadores pobres en el mundo en desarrollo… Elogio en boca propia es vituperio: las elecciones de 2012 fueron las mejor organizadas de la historia, según el IFE.