jueves, 25 de octubre de 2012

El adiós... Raúl Carrancá y Rivas

25 octubre 2012 | El agua del molino-Raúl Carrancá y Rivas | OEM
Le quedan al Presidente Calderón escasos mes y días para concluir su mandato. En la sinfonía número 45 en fa sostenido menor de Haydn, conocida como Sinfonía de los Adioses, en el adagio final cada músico abandona su atril después de apagar la vela quedando al final nada más dos violines, uno tocado por el propio Haydn y otro por el concertino. ¿Alguna semejanza con lo que hoy le pasa a Calderón que se queda en sus últimos días de Presidente tocando solo su violín, con un triste concertino a su lado? A mi juicio el Presidente cosecha lo que ha sembrado.
En efecto, desde el comienzo de su mandato se comprometió en una guerra inicua en contra de la delincuencia y el narcotráfico, y no porque hubiera en la especie que cruzarse de brazos, impasibles y dejando hacer a los delincuentes, sino porque la estrategia empleada es abiertamente anticonstitucional, violadora de garantías y derechos humanos no sólo de los delincuentes sino con extensión a gran parte del pueblo que ha quedado en medio del conflicto.

No comprendió el gobierno de Calderón que los delincuentes deben ser combatidos, investigados y juzgados conforme a Derecho y no con menoscabo de sus derechos fundamentales; siendo que en este contexto decretó el Presidente la reforma constitucional de 2008 en materia de justicia penal y seguridad pública -para delincuentes y para imputados de toda clase-, misma llena de errores doctrinales y de evidentes violaciones, repito, a los derechos de los acusados. Incluso la Alta Comisionada de las Naciones Unidas en materia de Derechos Humanos le llamó la atención al gobierno que concluye por la permanencia del arraigo en nuestra Constitución, figura por demás inconsistente y que se ha prestado a innumerables injusticias.

Mas por si fuera poco la estrategia anticonstitucional y las leyes derivadas de ella el Presidente emitió un decreto, también anticonstitucional, disolviendo Luz y Fuerza del Centro y dejando a un lado los derechos de los trabajadores.

Por cierto, en reciente sentencia de un tribunal colegiado en materia de trabajo se han restaurado tales derechos, exhibiéndose la injusticia del señalado decreto que trajo entre otras consecuencias el atentado a derechos laborales fundamentales; de lo que debida y brillantemente se ha ocupado en esta página, la semana anterior, Betty Zanolli Fabila. 

No hay duda de que en el gobierno que expira se han ignorado, en un elevado índice, la relevancia y trascendencia del Derecho. Se han hecho concesiones a compromisos de facto, sacrificando los principios rectores de la Carta Magna. Pero la reflexión debe ir más lejos de este sexenio.

En tratándose de la estrategia a que me he referido no hay noticias de que el gobierno entrante vaya a hacer algún cambio substancial. En el que sale se ha repetido hasta el cansancio que se debe continuar con ella, pero Peña Nieto y su equipo no han presentado un plan, un proyecto, que indique que se va a hacer lo contrario de lo trágica y equivocadamente hecho. Coyuntural con lo anterior es el episodio llevado a cabo en el Castillo de Chapultepec con los inconformes como Javier Sicilia. ¿En qué quedaron los protestas y severos señalamientos del movimiento por la paz y justicia con dignidad? En la presencia del Presidente, en besos y abrazos, en palabras que se ha llevado el viento.

En suma, en nada, salvo una imperfecta ley de víctimas que en realidad no hace sino reconocer el resultado sangriento de aquella estrategia equivocada. Han querido tapar el pozo después de ahogado el niño. ¿Qué nos espera? ¿El mismo escenario aunque con cambio de personajes? Lo grave es que el Derecho como expresión suprema del Estado ha quedado relegado a un segundo término. De nada sirven reformas y más reformas, cambios de superficie en la ley, si en el fondo hay inconsistencia, vaguedad y ambigüedad. Hasta hoy no se ha oído en la materia el discurso adecuado de parte de Peña Nieto, que tanta falta hace. Requerimos un compromiso, un pacto, de lealtad y fidelidad al Estado de Derecho.

El camino que recorra el futuro gobierno no se debe desviar de la justicia. ¿Hay sólidas esperanzas de que así sea? Mientras tanto, allí quedan los adioses y los dos tristes violines.