lunes, 10 de septiembre de 2012

Bomberos del DF... De héroes a parias

Hace apenas unos meses se les exaltó como “héroes” por su valiente desempeño durante un incendio en un edificio de Santa Fe donde rescataron a personas atrapadas entre las llamas. Ahora se les persigue y hostiga por atreverse a denunciar las corruptelas que, según ellos, prevalecen dentro del Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México y son la causa de que no cuenten con equipo adecuado para realizar su trabajo. Su única recompensa, dicen, fue el despido injustificado. Para hacerse oír permanecen en huelga de hambre en el Zócalo capitalino, en espera de que el jefe de Gobierno atienda sus quejas y peticiones.
domingo, 9 de septiembre de 2012 | Rodrigo Vera | Proceso
La falta de equipo y de instalaciones adecuadas en el Cuerpo de Bomberos del Distrito Federal, así como las pésimas condiciones laborales que padecen sus cerca de mil 500 empleados, desencadenaron un movimiento de protesta en esa institución para solicitar mejoras y alertar acerca del costo en vidas humanas que ocasionan esas carencias.

Para hacer oír sus demandas, los inconformes realizaron una marcha el pasado 25 de junio en el Zócalo de la Ciudad de México. Sin embargo, lejos de atender sus peticiones, las autoridades capitalinas les respondieron con hostigamiento, represión y el despido de nueve de sus líderes.

El domingo 2, un grupo de ellos endureció su postura al iniciar una huelga de hambre en el mismo Zócalo y frente a las oficinas del jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard.

Ángel Zavala Alfonso, uno de los bomberos despedidos que están en huelga, comenta acerca de la finalidad de su lucha:

“Nosotros no pedimos aumento salarial. ¡Nada de eso! Sólo demandamos capacitación, así como equipo y herramienta para desempeñar bien nuestro trabajo, que consiste en salvar vidas humanas. Actualmente estamos poniendo en riesgo nuestras vidas y las de la población debido a las grandes carencias con que trabajamos en el Cuerpo de Bomberos.”

Los inconformes se quejan porque trabajan con uniformes de poliéster, un material altamente inflamable; con vehículos destartalados y obsoletos que no cumplen con la normatividad internacional; sin las herramientas más indispensables para hacer frente a los siniestros; en estaciones –16 en total– insuficientes y mal equipadas. Además realizan trabajos que no les corresponden, como levantar árboles caídos, exhumar cadáveres o reparar cableado eléctrico.

También se quejan de la corrupción que impera entre los directivos de la corporación y las autoridades sindicales, quienes afirman, están vendiendo en 100 mil pesos cada plaza para ingresar al Cuerpo de Bomberos. Por ello, dicen, se admite a personas que no tienen la capacitación ni los requerimientos físicos que antes se exigían.

“Todas estas carencias han provocado que brindemos un pésimo servicio a la población. Y esto, obviamente, se refleja en la pérdida de vidas humanas”, recalca Zavala, quien junto con otros nueve compañeros realiza su huelga de hambre bajo un toldo amarillo sostenido con cuerdas. Alrededor hay mantas de protesta y una mesa con una libreta en la que recolectan firmas de apoyo para su lucha.

–¿Cuánto tiempo durará su ayuno? –se le pregunta.

–Es una huelga indefinida. Se prolongará hasta que las autoridades nos reinstalen en nuestro trabajo y se comprometan a darnos el equipo y las herramientas que necesitamos.

Muchos de sus compañeros apoyan esas demandas. Incluso estaciones completas, como la de Tacubaya. En esas instalaciones Miguel Ángel Sánchez, bombero segundo y con 17 años de servicio, se lamenta:

“Los bomberos de la Ciudad de México enfrentamos incendios muy fuertes. Trabajamos entre el fuego, a 200 grados centígrados y con deterioradas y escasas herramientas. Algunas veces salimos lesionados debido al mal equipo. Por ejemplo, hace unos cuatro meses se incendió una fábrica de plásticos. A un compañero le cayó una paca encima y quedó atrapado. Llevaba botas inadecuadas. Se le quemó el casquillo de una bota y perdió cuatro dedos del pie derecho.”

Sánchez apunta hacia un alto muro en el que están inscritos los nombres de 102 bomberos fallecidos y explica: “Son los nombres de nuestros compañeros caídos en el cumplimiento de su deber. ¿Cuántos de ellos murieron por llevar mal equipo?… No lo sabemos”.

–¿Tampoco saben cuántas vidas no logran salvar por falta de equipo?

–No. El 90% de las muertes en un incendio no se deben al fuego, sino a la asfixia provocada por el humo. La gente se muere ahogada. En otros países los bomberos traen integradas a sus cascos las llamadas cámaras térmicas, que les permiten ver entre el humo a las personas atrapadas y así rescatarlas rápidamente. Pero nosotros trabajamos sin esas cámaras. A tientas nos abrimos paso entre el humo. Esto representa un gran costo en vidas humanas que tampoco podemos calcular.

“¡Vaya! Los bomberos de la Ciudad de México ni siquiera tenemos el uniforme de diario que marca la Norma 1971, de la National Fire Protection Association (NFPA), norma que rige a nivel internacional y exige que los uniformes sean elaborados con dos materiales ignífugos: Kevlar y Nomex. A nosotros, en cambio, nos dan uniformes de poliéster, material altamente inflamable, que consisten en un pantalón tipo comando y una camiseta de manga larga. Con el fuego la tela se quema y se nos pega al cuerpo.”

Explica que cuando combaten el fuego, encima del uniforme se colocan el “equipo contra incendio”, indispensable para cualquier bombero, que consta de una pantalonera, un chaquetón, botas, guantes y un casco con visera.

Sánchez muestra los equipos contra incendio de la Estación Tacubaya, colgados en percheros y a la mano para cualquier emergencia. Están gastadísimos y llenos de remiendos. Los cascos se encuentran abollados y con las viseras agrietadas; difícilmente se puede ver a través de ellas.

“¡Mírelos bien! Nosotros mismos los remendamos y parchamos. La Norma 1971 exige que estos equipos se renueven por lo menos cada tres años, porque se desgastan con las altas temperaturas, el fuego y los solventes. Pero nuestros equipos caducaron hace años y aún así los seguimos utilizando a riesgo de nuestras vidas. Nosotros, de nuestro bolsillo, muchas veces nos vemos orillados a comprar botas y guantes nuevos”, se queja Sánchez.

Deambula con el reportero por la estación y le muestra los viejos camiones en que se transportan. Abre la puerta de uno, luego se introduce y se sienta en uno de sus sillones rasgados. Continúa con su explicación:

“El Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México cuenta con una flotilla de unos 285 vehículos, entre camiones bomba, unidades de rescate, pipas, camionetas y patrullas. Son muy pocas unidades y la mayoría son obsoletas y están en condiciones deplorables.”

–¿Los vehículos también deben cumplir ciertas especificaciones?

–Sí, claro. Y una de ellas exige que las unidades se renueven cada tres años, y no deben ser reconstruidas en ningún taller. En caso de que una unidad tenga una falla en su estructura, debe reemplazarse por una nueva. Pero aquí no se respetan esas normas. La mayoría de nuestros vehículos tienen 12 o más años de servicio. Son puras chatarras llenas de parches que ya no sirven para responder a una emergencia.

“Cuando atendemos accidentes vehiculares nos regimos por un periodo al que llamamos la ‘hora dorada’; esto significa que en el transcurso de una hora debemos dar una atención integral a los heridos: sacarlos de los vehículos accidentados, brindarles primeros auxilios, subirlos a las ambulancias y dejarlos en el hospital bien estabilizados. Todo eso en 60 minutos.

“Pero en la práctica las cosas son muy distintas, sobre todo porque nos tardamos más de lo debido en rescatar a los heridos, pues no tenemos herramientas especiales para la extracción vehicular. De manera que la famosa ‘hora dorada’ puede alargarse a cuatro o cinco horas. Muchos heridos mueren a causa de esos retrasos.”

 Tragedias evitables

Las mangueras para apagar el fuego son viejísimas e insuficientes, lo mismo las escaleras utilizadas para subir a los edificios incendiados, conocidas como escalas telescópicas. “Nuestra escala más moderna debe de tener unos 20 años. Además estas escaleras son muy cortas, por lo que no sirven para atender incendios en edificios altos”, dice Sánchez.

Y relata un hecho:

“En una ocasión hubo un incendio en un edificio de 15 pisos situado frente a la Fuente de Cibeles. El fuego empezó a propagarse de la planta baja hacia arriba. Los inquilinos quedaron atrapados y empezaron a subir aterrorizados huyendo de las llamas. Llegaron los bomberos con sus escalas telescópicas, que sólo alcanzaron hasta el piso sexto. Todo el edificio ardió. Murieron muchas personas en esa conflagración. Sobrevivieron algunas que llegaron a la azotea, donde fueron rescatadas por helicópteros. Ese siniestro rebasó totalmente al Cuerpo de Bomberos.

“En la Ciudad de México hay muchísimos edificios de esa altura que carecen de sistemas adecuados contra incendios. Son trampas mortales en las que nosotros no podríamos hacer gran cosa con nuestras escalas telescópicas. Muchas veces ni siquiera podemos colocar nuestras escalas sobre las banquetas, pues hay jardineras que nos lo impiden. Imagínese si se llegan a incendiar edificios más altos, como la Torre Latinoamericana, la Torre de Pemex, el edificio de Mexicana o la Torre Mayor… No podríamos hacer absolutamente nada.”

Refiere que el año pasado hubo un connato de incendio en el Museo Soumaya. Por fortuna de ahí no pasó. Y más recientemente, en mayo último, se incendió un moderno edificio de 11 pisos situado en la zona de Santa Fe. Llegó una destartalada unidad para apagar el fuego –el autobomba 0059–, pero ahí se descompuso y ya no pudo hacer ninguna maniobra. Se le reemplazó de inmediato con otra unidad y por suerte se logró apagar el fuego en el área de sótanos. En aquella ocasión algunos de los bomberos que ahora se encuentran en huelga fueron exaltados como héroes.

“Tanto equipos como vehículos –agrega Sánchez– no llevan una ‘bitácora de uso’, como lo marca la norma, a fin de saber cuántos incendios han cubierto, a qué sustancias tóxicas se han expuesto, qué tipo de mantenimiento han recibido, en qué condiciones están, etcétera.”

Refiere que para atender a los millones de habitantes del Distrito Federal es muy reducido el personal del Cuerpo de Bomberos, integrado por mil 500 empleados, de los cuales mil 100 son operativos y el resto es personal administrativo.

“Estos mil 100 bomberos nos repartimos en tres guardias; trabajamos las 24 horas de un día y descansamos los dos días siguientes. De manera que diariamente hay solamente alrededor de 366 bomberos disponibles para atender a la Ciudad de México. Un número muy reducido. No podríamos afrontar un gran incendio como el de las Torres Gemelas de Nueva York, donde murieron 343 bomberos.”

Y acerca de las estaciones de bomberos que hay en el Distrito Federal comenta:

“Las 16 estaciones en que nos concentramos son insuficientes y están mal distribuidas. Hago la comparación con San Diego, California, una ciudad mucho más pequeña que el Distrito Federal pero que cuenta con 129 estaciones bien ubicadas.”

Sánchez baja del camión y recorre los pasillos de la vieja Estación Tacubaya mostrándole al reportero los cristales rotos de las ventanas, los muros descascarados, los sanitarios, las regaderas…

“Contamos sólo con dos tasas de baño y con dos regaderas en mal estado. No tenemos ni un solo extintor. A veces nos dan alimentos descompuestos. Ni siquiera se ha cambiado la alarma acústica que nos anuncia los incendios; tiene 45 años de antigüedad y es de esas viejas alarmas estruendosas que ya ni se usan porque provocan mucho estrés. En igual situación están las demás estaciones de bomberos”, dice.

Señala que su trabajo se dificulta más debido a que la Ciudad de México no está diseñada para afrontar incendios, como otras grandes urbes que tienen una red de agua exclusiva para esos casos y cuentan con sus propios hidrantes. “Aquí tenemos que transportar el agua en pipas. Y si una pipa se acaba, pues hay que pedir otra y otra. Es una labor muy rudimentaria y complicada. Estamos atrasadísimos”.

El flagelo de la corrupción

Por su parte, los bomberos en huelga de hambre Jorge Arturo Soto y Manuel Escamilla, entrevistados en la carpa que levantaron en el Zócalo, hacen énfasis en la corrupción que prevalece en el Cuerpo de Bomberos:

“Actualmente, quien quiera ingresar al Cuerpo de Bomberos tiene que comprar su plaza en 100 mil pesos. Así entra automáticamente, sin necesidad de hacer examen. A ese grado ha llegado la corrupción entre nuestros directivos y autoridades sindicales.”

Y señalan como responsables directos a Raúl Esquivel Carvajal, director de la institución, y a Ismael Figueroa Flores, secretario general del sindicato de bomberos. Piden que se les investigue por supuesto enriquecimiento ilícito, ya que el primero adquirió un rancho en San Andrés Mixquic, en el que colecciona animales exóticos, mientras que el segundo suele hacer frecuentes viajes de placer a Europa.

Refieren que esta venta de plazas ha provocado que el nuevo personal ya no tenga los conocimientos, habilidades y requerimientos físicos que antes se pedían, como hacer un examen, tener una estatura mínima de 1.70 metros, no sobrepasar los 29 años de edad al momento del ingreso y pesar entre 70 y 75 kilos.

Comentan Soto y Escamilla:

“Hoy puede ingresar cualquiera, con tal de que suelte dinero. Nos ha tocado ver a personas de nuevo ingreso con 40 años o con 120 kilos de peso. También hemos visto a compañeros a quienes se les da una licencia para manejar unidades de emergencia sin siquiera saber manejar. La corrupción está provocando que baje la calidad del personal y de nuestros servicios.”

–¿Y cómo está la capacitación ya dentro de la institución?

–Prácticamente no la hay, sólo tenemos breves cursos de búsqueda y rescate en estructuras colapsadas. Lo común es que los bomberos viejos les enseñen a los nuevos ya sobre la marcha. Esto es muy peligroso. ¡Urgen equipos nuevos! ¡Y urge capacitación para saber manejarlos! Eso fue lo que pedimos en nuestra marcha del pasado 25 de junio y es lo que seguimos pidiendo. ¡Nada más!

En esa marcha realizada en el Zócalo participaron alrededor de 250 bomberos de las 16 estaciones del Distrito Federal. En solidaridad se les sumaron compañeros del Estado de México. Para hacer vistosa su protesta llevaron un tanque de gas con el que hicieron una exhibición de quema controlada, como suelen realizarlas en las propias estaciones. Los transeúntes veían con curiosidad el tanque utilizado como mechero.

Ellos sostienen que de esa exhibición se agarró el gobierno capitalino para iniciar una campaña de hostigamiento y represión en su contra. Los acusó de poner en riesgo la vida de la población con ese tanque encendido, así como de atacar las vías de comunicación. Y como escarmiento, empezaron a darse escalonadamente los despidos de los nueve compañeros que hoy están en huelga de hambre: Porfirio Cortés, Marco Antonio Fuentes, Luis Gerardo Pérez, Carlos Rodríguez, Ángel Zavala, Manuel Escamilla, Jorge Arturo Soto, Fabián Corona y Antonio Chávez.

Se les sumó Josué Flores, por lo que son 10 los ayunantes.

Jorge Arturo Soto comenta indignado:

“El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, está criminalizando nuestra lucha. Su Secretaría de Gobierno y su Secretaría de Protección Civil abrieron cinco procesos penales en contra nuestra. Nos acusan de ataques a las vías de comunicación, mal uso del equipo y hasta de robo de uniformes. Son acusaciones sin ningún fundamento. Nos están tratando como si fuéramos delincuentes. Y aparte amenazan con despedir a los compañeros que apoyan abiertamente nuestra lucha.”

–¿Han intentado hablar con Ebrard?

–Sí. Algunos compañeros lo han abordado brevemente durante algún acto público, pidiéndole que escuche nuestras demandas, que dialogue con los bomberos. Pero está totalmente cerrado al diálogo; continúa solapando la corrupción y las deficiencias en el Cuerpo de Bomberos.


Fotos: Guerrer@ Smeita

Fuente: Proceso