miércoles, 11 de abril de 2012

Infancia cercenada

10 de abril de 2012 | Editorial El Universal
Mientras más niños trabajadores tiene un país mayor es su nivel de subdesarrollo. En el tema confluyen necesidades económicas de las familias, indefensión legal, negligencia gubernamental y también inercias culturales que pintan de cuerpo entero a la región donde esta práctica se mantiene. México, por desgracia, es uno de esos países. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo el 10.6% de los menores de 18 años trabaja.
Son tres millones de seres cuya responsabilidad sobrepasa las capacidades que su edad exige. Peor todavía: 47% de esos niños y adolescentes no recibe ingreso alguno, mientras que 27% labora en lugares o en actividades peligrosas para su integridad física. 

En el campo la situación es más marcada: según la Confederación Nacional Campesina uno de cada dos jornaleros, de los seis millones que se emplean en los campos agrícolas del país, tiene entre 6 y 14 años y realiza sus actividades sin protección laboral alguna, aun cuando aporta alrededor del 30% del ingreso familiar. 

Desde luego, la respuesta de las autoridades federales, estatales y locales debe incluir acciones legales contra los empleadores que cometen explotación laboral infantil, así como vigilancia de las condiciones en que trabajan quienes sí están considerados dentro de la legalidad. Pero tiene razón también la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al advertir que el endurecimiento de las penas es sólo una de las medidas a tomar. La OIT destaca la necesidad de generar más y mejores empleos para los padres. 

Resolver este problema, pues, no vendrá con nuevas reformas. De hecho leyes ya existen a nivel federal con algunas pocas reservas. Lo que el gobierno de la República, las administraciones estatales y los legisladores sí podrían hacer en el corto plazo es coordinar sus esfuerzos en ámbitos que van desde el condicionamiento efectivo de programas sociales —transferir recursos a cambio de un buen rendimiento escolar de los hijos de familias beneficiaras—, hasta la realización de jornadas educativas que disminuyan la tolerancia social ante el trabajo infantil. Cuando menos habría que empezar con un mapa de los puntos donde deben enfocarse las acciones, algo que hasta la fecha no ha sido presentado. 

Un plan en este sentido sería mejor que sólo dar globos y juguetes con motivo del Día del Niño.