Autor: Edgar González Ruiz
En la década de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, florecieron en México grupos secretos de la ultraderecha que pueden considerarse precursores de las fuerzas que hoy controlan el país.
Luego de la Guerra Cristera que se desarrolló de 1926 a 1929, y de un segundo conflicto que tuvo lugar a lo largo del sexenio de Cárdenas (1934-1940), se vivía una época de aparente conciliación entre el gobierno y la jerarquía católica.
Propiciaban esa situación, respectivamente, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946), quien se declaró creyente a la vez que comenzó a destruir la obra social de la Revolución Mexicana, y el arzobispo de México, Luis María Martínez, que bajo un ropaje conciliador alentaba la intervención clerical en la vida pública.
Mientras tanto, en diferentes regiones, las fuerzas conservadoras ensayaban la creación de organizaciones secretas de raíces cristeras que soñaban con llegar al poder por medios como la infiltración en las fuerzas políticas, o la desestabilización del sistema priista.
El Yunque en 1940
Se considera que la Organización Nacional del Yunque, grupo secreto estudiado por el periodista Álvaro Delgado, nació en Puebla hacia 1953, y una sus primeras fachadas fue el Frente Universitario Anticomunista.
Sin embargo, hay también testimonios de que esa organización tuvo antecedentes en la segunda guerra cristera, donde grupos armados sin apoyo oficial del clero recurrían al terrorismo, o “guerra sintética”, con medidas como el asesinato de maestras y maestros rurales, la destrucción de escuelas, etcétera, para oponerse a la educación socialista, impulsada por el régimen de Cárdenas.
Según evidencias recabadas en Guanajuato por el periodista León Fernando Alvarado de El Heraldo de León, ya en 1940 operaba en esa entidad un grupo secreto de extrema derecha que recurría al simbolismo del Yunque.
Este último no fue exclusivo de México, sino que se ha usado en otros movimientos derechistas. En la España de aquella época, fue parte de la terminología usada por sectores franquistas, quienes consideraban que para tomar el poder, habría que ser como Francisco Franco, el dictador católico idolatrado por la derecha mexicana.
De acuerdo con esa metáfora, la derecha secreta debía actuar como el general que derrocó a la República; primero yunque y luego martillo, es decir, infiltrándose primero en el gobierno liberal, resistiendo los golpes, como un Yunque, para, llegado el momento, golpear como un martillo.
En entrevistas con Alvarado, el político guanajuatense Carlos Montes de Oca (véase la columna la Ruleta de El Heraldo de León, 19, 21 y 24 de febrero de 2009) reveló que su padre, Ignacio Montes de Oca González, fallecido en 1989, perteneció al Yunque, y que entre sus reliquias se contaba un pequeño yunque con su martillo, grabado con sus iniciales y con la fecha 31 de julio de 1940, como se ve en la fotografía que acompaña a este artículo.
Añade: “Cuando descubrí que mi papá había pertenecido al Yunque, tuve la respuesta a cosas como por qué rezábamos el rosario de rodillas todos los días, o por qué aquella rigidez moral suya. Después les pregunté a algunas personas conocidas si eran ciertas mis suposiciones. Sí. Sí era del Yunque…”.
“Mi papá perteneció al Movimiento Familiar Cristiano. Fue presidente del Centro Patronal y de la Cámara de Comercio. Fue un líder empresarial muy respetado… Mi abuelo fue cristero militante, y mi papá asimiló su ejemplo y siguió sus pasos. … Fui atando cabos y vi que la gente con la que se reunía mi papá correspondía a esa vinculación, que la gente con la que se divertía o hacía negocios, que muchos de sus amigos, socios o pares tenían ese perfil.”
“En los años cuarentas, las decisiones las tomaba un puñado de empresarios que veían que en lo administrativo y en lo político no se podía hablar de un territorio libre, por lo que sólo podían actuar a través del PRI [Partido Revolucionario Institucional]. De manera que por ahí se metían los ‘yunques’, aunque no mantenían ningún acuerdo con el PRI. Mi papá sostuvo al PAN [Partido Acción Nacional] en los años setentas, les pagaba la renta del local que ocupaban y cubría los gastos de aquel PAN testimonial… los ‘yunques’ son los reales herederos de los cristeros…”.
La causa de la fe
El 14 de julio de 1928, el sacerdote jesuita José Aurelio Jiménez Palacios bendijo la pistola con la que José de León Toral asesinaría a Obregón, proyecto del cual el sacerdote ya estaba enterado.
Jiménez Palacios se había dedicado al combate frontal contra el gobierno mediante la formación de grupos secretos.
De acuerdo con Alfonso Taracena, Jiménez Palacios había formado una cofradía con personajes afines al levantamiento cristero, como Oswaldo Robles, Aniceto Ortega hijo, Fernando Amor y Villalpando y otros, con quienes se reunía en el “Centro Unión” en las calles de Puente de Alvarado (Taracena, La verdadera Revolución Mexicana, 1928-1929, Porrúa, México, 1992, página 104).
Por su participación en el complot contra Obregón, el cura fue encarcelado en Lecumberri, donde en 1937 conoció al famoso aventurero y falsificador francés Alfredo Héctor Donadieu, mejor conocido como Enrico Sampietro, a quien ayudó a escapar para ponerlo al servicio del grupo cristero La Causa de la Fe.
Jiménez había sido aprehendido el 14 de septiembre de 1932 y fue liberado a fines de 1941 por un fallo de la Suprema Corte de Justicia, que obedecía a la política conciliatoria con el clero del entonces presidente Manuel Ávila Camacho (El Universal, 7 de diciembre de 1941).
El episodio fue relatado por el falsificador en sus Memorias (Libros de Proceso, México, 1991), y corroborado por el criminalista Alfonso Quiroz Cuarón.
Según Sampietro, le auxiliaron en su fuga varios celadores que pertenecían a esa organización, que al parecer era una rama de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, organismo rector de los movimientos cristeros.
Los cristeros lo ocultaron primero en Coyoacán, luego en una “gran casa de Tlalpan”, que había sido asilo de monjas, y en Iztapalapa, en casa del personaje que hacía de Cristo en la representación anual de la Semana Santa.
Los cristeros instruyeron a Sampietro acerca de “su estructura, ideales, leyes y organización”, y lo llevaron a conocer un grupo guerrillero que desarrollaba sus acciones en Querétaro.
Pero, sobre todo, lo pusieron a trabajar para “la causa” falsificando billetes para perjudicar al Estado mexicano al que Jiménez odiaba, al igual que los demás cristeros.
Éstos mantuvieron a su servicio a Sampietro durante 10 años, hasta que en 1948 lo entregaron a las autoridades luego de que Quiroz Cuarón, quien investigaba esas falsificaciones, interrogó y persuadió al padre Jiménez.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México