Carlos Martínez García
Felipe Calderón regresó al redil católico, si es que algún día se fue. En los días previos a que Felipe de Jesús –quien lleva ese nombre por san Felipe de Jesús, primer santo católico mexicano que desarrolló su ministerio hacia fines del siglo XVI en Japón– viajara a Roma para presenciar la beatificación de Juan Pablo II, varios medios se ocuparon de informar sobre la supuesta conversión del personaje al cristianismo evangélico.
Es cierto que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y su esposa han mantenido cercana relación con los líderes del movimiento Casa sobre la Roca, Alejandro Orozco, y su cónyuge, Rosa María de Garza. Ambos promovieron en sus esferas de acción la candidatura presidencial del abanderado panista en las elecciones de 2006. En el proceso propagandístico echaron mano de cierto cariz mesiánico, advirtiendo que con Calderón caerían sobre México abundantes bendiciones divinas. Hoy Alejandro Orozco es director general del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, y su esposa diputada federal por el Partido Acción Nacional.
Casa sobre la Roca es, legalmente, una asociación civil. Su liderazgo se resiste a ser identificado con alguna confesión religiosa. Gustan de afirmar que su misión consiste en conformar un "equipo de personas comprometido con el profesionalismo y la calidad en la capacitación y formación de líderes. Buscamos mantener una relación con Dios que se refleje en la práctica de los principios y valores bíblicos en la vida cotidiana; desarrollando la fe, la disciplina, el respeto, la unidad, la integridad, la congruencia y la productividad entre otros".
La afirmación de su creencia "en la autoridad de la Palabra de Dios [la Biblia] como norma de fe y de conducta. Y nos basamos en sus valores para mejorar nuestras vidas", los acerca a postulados de origen protestante/evangélico. Sin embargo, contundentemente rechazan pertenecer a dicha familia confesional. Un análisis detenido de los que llaman "valores institucionales" (www.csr.org.mx/html/valores.html) muestra que las citas bíblicas para sustentar cada punto están tomadas de una traducción de raíz protestante, la conocida como Biblia de las Américas. Como otras traducciones de origen protestante/evangélico la mencionada Biblia no incluye los llamados libros deuterocanónicos, que sí tienen las biblias católicas.
Los de Casa sobre la Roca se comprometieron a fondo con la campaña presidencial calderonista. Ya con el carácter de haber sido reconocido por el Instituto Federal Electoral como presidente electo, Calderón Hinojosa acudió a una reunión magna coordinada por el matrimonio Orozco. De ello quedó testimonio videograbado (todavía se puede ver y escuchar en www.youtube.com/watch?v=m_gOTdEj7-4), y por la asesoría de los Orozco el invitado soltó frases que los lectores de la Biblia identifican fácilmente. Desde entonces en un sector de cristianos que no son católicos prendió con más fuerza la especie de que Calderón y su esposa se habían convertido al cristianismo neoevangélico, o paraevangélico, categoría conceptual en discusión por los especialistas en nuevos movimientos religiosos.
Al rumor anterior respondieron desde las filas evangélicas, en 2009, quienes produjeron un video que se difundió rápidamente entre las iglesias y agrupaciones protestantes, para demostrar, a su juicio, que Felipe Calderón Hinojosa y Margarita Zavala continuaban en el seno de la Iglesia católica (consultar el material en la siguiente liga: www.youtube.com/watch?v=Pzc4ig19Oj8&feature=mfu_in_order&list=UL).
La reciente visita confesional, disfrazada de acto de Estado, por parte de Calderón al Vaticano vulnera de nueva cuenta la laicidad de las instituciones públicas. Al mismo tiempo fue una oportunidad, por si alguna duda había, para que Felipe Calderón reivindicara su identificación con la Iglesia católica. Tiene todo el derecho a profesar la confesión que le apetezca; a lo que no tiene derecho es a usar la investidura que posee como funcionario público para favorecer a los ojos de todos a una asociación religiosa en particular.
De acuerdo con información de Notimex, "agencia de noticias del Estado mexicano", aprovechó su asistencia a la beatificación de Juan Pablo II para invitar al papa Benedicto XVI a que visite México. Un emocionado Calderón dijo a Joseph Ratzinger: "Santo padre, gracias por su invitación, gracias a usted y a la Iglesia, le traigo una invitación del pueblo mexicano. Estamos sufriendo por la violencia. Ellos lo necesitan más que nunca, estamos sufriendo. Lo estaremos esperando". A confesión de parte relevo de pruebas. Dicho por él mismo: como su gobierno es incapaz de solucionar el grave problema de violencia que vivimos, entonces recurre a que el máximo jerarca de la Iglesia católica tenga a bien echarle una manita.
Sé que hay expresiones que se usan constantemente, y que ese uso naturaliza realidades que no son del todo como se les presenta en frases cotidianas, pero Calderón no puede, ni debe, decir que "el pueblo mexicano", por su conducto, invita al papa de turno para que visite nuestro atribulado país. Ese pueblo en cuyo nombre habló es plural, la mayoría comparte con Calderón pertenencia a la confesión católica romana, pero 17 por ciento, de acuerdo con el censo de 2010, tiene otras creencias religiosas, o ninguna. Su comportamiento fue el de un feligrés, extasiado por encontrarse frente a su máximo dirigente eclesial.