En un periodo de 3 meses la ingesta dejó de ser variada en dos de cada cinco viviendas.
En 15 por ciento de las casas se omitió alguna de las tres comidas, revela el análisis.
Angélica Enciso L.
Periódico La Jornada
Jueves 13 de enero de 2011, p. 40
La crisis económica y el alza en el precio de los alimentos provocó en un periodo de tres meses que dos de cada cinco hogares no adquirieran variedad de alimentos; que en 15 por ciento de las familias se dejó de ingerir una comida –desayuno, comida o cena– y en una de cada nueve viviendas un día no se probó alimento, de acuerdo con un análisis del Observatorio de Política Social y de Derechos Humanos
Además, la prevalencia de anemia en niños menores de cinco años y personas de la tercera edad se presentan en tasas superiores a 20 por ciento, advierte el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en el estudio Dimensiones de la seguridad alimentaria.
El observatorio, en un análisis con base en información de la Encuesta Nacional de Ingresos, Gasto de los Hogares (ENIGH) divulgada hace dos años, encontró problemas de acceso a la alimentación en un periodo de tres meses debido a la escasez de recursos económicos.
Detalló que la ENIGH incluye una encuesta de percepción de las personas respecto de su propio acceso a la alimentación y a la calidad de ésta en un periodo de tres meses. En ella se encontró que en dos de cada cinco hogares no siempre se tuvo la posibilidad de adquirir alimentos variados y en uno de cada tres hogares con uno o más menores de edad, no pudieron acceder a una alimentación variada.
Cae el poder de compra
Agregó que en 15 por ciento de los hogares se dejó de desayunar, comer o cenar, y que alrededor de 10 por ciento de 17.5 millones de familias con menores de 18 años, comieron sólo una vez o dejaron de ingerirlos durante un día. De cada cuatro hogares mexicanos, sólo en tres se cumplieron las expectativas de consumo mínimo de alimentos. De los hogares con menores de edad, en 15 por ciento, los niños o adolescentes no comieron lo suficiente.
De cada ocho hogares, en siete todos los miembros del hogar tuvieron la posibilidad económica de saciar su hambre. Y de las viviendas con menores de 18 años, en 7.6 por ciento de ellas, al menos un infante o adolescente no pudo comer cuando sintió hambre, mientras que en uno de cada 13 hogares con menores de edad, al menos un niño durmió con hambre.
De acuerdo con la reciente estimación de pobreza alimentaria publicada por el Coneval, hubo un deterioro del poder de compra de los hogares entre 2006 y 2008, ya que la población en pobreza alimentaria pasó de 13.8 por ciento a 18.2 por ciento.
Mientras, con base en la nueva metodología de medición multidimensional de la pobreza en 2008, Chiapas, Guerrero, Guanajuato, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Tabasco, Veracruz y Tlaxcala tenían entre 25 y 35 por ciento de su población con carencia de acceso a la alimentación, mientras uno de cada dos hogares en Guerrero, Oaxaca, Tlaxcala y Puebla reportaron problemas para acceder a los alimentos necesarios.
El Coneval detalla que la prevalencia de desnutrición crónica en menores de cinco años es de 12.7 por ciento, aunque presenta diferencias regionales importantes: mientras que para el norte es la más baja, con 7.1 por ciento, lo contrario ocurre en el sur, donde es de 18.3 por ciento. También hay diferencias entre localidades rurales y urbanas, ya que en las primeras el porcentaje es 19.9 por ciento y en las segundas es 10.1.
En la población indígena, si bien la prevalencia de desnutrición crónica en menores de cinco años disminuyó 15 puntos porcentuales entre 1998 y 2006, actualmente es de 33.2 por ciento, en comparación con 10.6 por ciento de los no indígenas.
El Coneval destaca que la vulnerabilidad ante un alza de precios se incrementa mientras más bajo es el ingreso de los hogares, los cuales destinan en promedio 52 por ciento de su gasto a la compra de alimentos, a diferencia de la población del sector que más ingresos percibe, que destina únicamente 23 por ciento.