
Nadie parece entender las verdaderas
consecuencias de la decisión británica de abandonar la Unión Europea.
Los comentaristas, que se limitan a interpretar la política al nivel de
los politiqueros y han perdido desde hace tiempo el conocimiento
verdadero de los juegos de intereses regionales, se han focalizado en
los detalles de una campaña absurda, protagonizada por dos bandos: el de
los adversarios de una inmigración incontrolada y el de quienes
amenazan al Reino Unido con los peores tormentos y calamidades.
Sin embargo, lo que realmente está en
juego en esta decisión nada tiene que ver con esos temas. La diferencia
entre la realidad y el discurso político-mediático es la mejor muestra
de la enfermedad que padecen las élites occidentales: su incompetencia.
Aunque el velo se desgarra ante nuestros
ojos, nuestras élites siguen sin entender la situación y están en una
posición análoga a la del Partido Comunista de la Unión Soviética, que
no supo prever las consecuencias de la caída del muro de Berlín, en
noviembre de 1989: disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS) en diciembre de 1991; disolución del Consejo de Ayuda
Mutua Económica (CAME, también conocido bajo el acrónimo Comecon);
disolución del Pacto de Varsovia, 6 meses después; y los intentos de
desmantelamiento de la propia Rusia, que estuvo a punto de perder
Chechenia.
En un futuro muy próximo, asistiremos
–siguiendo esa misma mecánica– a la disolución de la Unión Europea;
posteriormente, a la disolución de la Organización de Tratado del
Atlántico Norte (OTAN); e incluso, si no tienen mucho cuidado, al
desmantelamiento de Estados Unidos.

¿Qué intereses se mueven detrás del Brexit?
A pesar de lo que parece indicar la
fanfarronería de Nigel Farage, el Partido de la Independencia del Reino
Unido (en inglés, United Kingdom Independence Party o UKIP) no provocó
el referéndum que acaba ganar. La decisión de organizar esa consulta fue
impuesta al primer ministro David Cameron por un grupo de miembros del
Partido Conservador.
Esos personajes estiman que la política
de Londres debe consistir en adaptarse de forma pragmática a la
evolución del mundo. Esta “nación de tenderos” –así la llamaba Napoleón–
observa que Estados Unidos ya no es la primera economía mundial, ni la
primera potencia militar. Así que ya no hay razones para tratar de
seguir siendo sus socios más cercanos.
De la misma manera que Margaret
Thatcher, quien no vaciló en destruir la industria británica para
transformar su país en polo financiero mundial, exactamente de esa misma
manera, esas personalidades conservadoras no han vacilado en abrir el
camino a la independencia de Escocia y de Irlanda del Norte, y por ende a
la pérdida del petróleo del Mar del Norte, con tal de convertir la City
en el primer centro financiero offshore del yuan.
La campaña a favor del Brexit contó con amplio apoyo de parte de la gentry
(la nobleza media y clases adineradas) y del palacio de Buckingham, que
movilizaron la prensa popular para llamar los electores a recuperar la
independencia del país.
Al contrario de lo que afirma la prensa
europea, la salida de los británicos de la Unión Europea no será lenta
porque esta Unión se derrumbará rápidamente, antes de que transcurra el
tiempo necesario para el cumplimiento de las negociaciones burocráticas
de dicha salida. En el pasado, los Estados miembros del CAME no tuvieron
que negociar su salida de ese órgano de integración económica ya que
este simplemente dejó de funcionar en cuanto comenzó el movimiento de
centrífuga. Los Estados miembros de la Unión Europea que se aferran a
las ramas y se empecinan en querer salvar lo que queda de la Unión, van a
dejar pasar la posibilidad de adaptarse a la nueva situación y se verán
en peligro de sufrir las dolorosas convulsiones que caracterizaron los
primeros años de la nueva Rusia: caída vertiginosa del nivel de vida… y
de la esperanza de vida.
Para el centenar de miles de empleados,
funcionarios electos y colaboradores europeos que inevitablemente
perderán sus empleos y para las elites nacionales que también dependen
de ese sistema, lo más conveniente sería reformar urgentemente las
instituciones para tratar de salvarlas. Todos creen, erróneamente, que
el Brexit abre una brecha que los euroescépticos van a tratar de
aprovechar. Pero el Brexit no pasa de ser una respuesta a la decadencia
de Estados Unidos.
El Pentágono, que actualmente prepara la
cumbre de la OTAN en Varsovia, tampoco ha entendido que ya no está en
condiciones de imponer a sus aliados el aumento de sus presupuestos
militares y de obligarlos a respaldar sus aventuras bélicas. La
dominación de Washington sobre el resto del mundo ha llegado a su fin.
Estamos cambiando de era.
¿Qué es lo que va a cambiar?
La caída del bloque soviético fue, en
primer lugar, la muerte de una visión del mundo. Los soviéticos y sus
aliados querían construir una sociedad solidaria, que pondría en común
la mayor cantidad posible de cosas. Pero acabaron lastrados por una
enorme burocracia y dirigentes anquilosados.
El muro de Berlín no fue derribado por
los anticomunistas sino que cayó ante el empuje de una coalición de las
juventudes comunistas y las iglesias luteranas. Querían refundar el
ideal comunista sin la tutela soviética, sin policía política, ni
burocracia. Pero las traicionaron sus élites que, después de haber
servido los intereses de los soviéticos, se dedicaron con el mismo celo a
servir los intereses de Estados Unidos. Los electores más comprometidos
con el Brexit quieren, en primer lugar, recuperar su soberanía nacional
y hacer pagar a los dirigentes del Oeste de Europa la arrogancia con la
que les impusieron el Tratado de Lisboa, a pesar de que los pueblos
habían rechazado, en 2004-2007, el proyecto de Constitución Europea.
Pero es posible que esos electores también sufran una decepción ante lo
que viene.
El Brexit marca el fin de la dominación
ideológica de Estados Unidos, de la democracia barata de las “Cuatro
Libertades”. En 1941, en su discurso sobre el Estado de la Unión, el
presidente estadounidense Roosevelt las definió como 1) la libertad de
palabra y de expresión, 2) la libertad de cada cual de honrar a Dios
como le parezca, 3) la libertad de vivir sin penuria y 4) la libertad de
vivir sin miedo (a una agresión extranjera). Si los ingleses quieren
volver a sus propias tradiciones, los ciudadanos de Europa continental
volverán a los cuestionamientos de la Revolución Francesa y la
Revolución Rusa sobre la legitimidad del poder y modificarán
profundamente sus instituciones, llegando incluso a correr el riesgo de
ver resurgir el conflicto franco-alemán.
El Brexit también marca el fin de la
dominación militaro-economica de Estados Unidos –ya que la OTAN y la
Unión Europea no pasan de ser las dos caras de la misma moneda, a pesar
de que instaurar la política exterior y de seguridad común llevó más
tiempo que desarrollar el libre intercambio comercial. Yo redactaba hace
poco una nota sobre esa política ante Siria. Analicé todos los
documentos internos de la Unión Europea, los públicos y los que no se
han publicado, y llegué a la conclusión de que fueron redactados sin
ningún conocimiento sobre lo que realmente pasa en el terreno, pero a
partir de las notas del ministerio alemán de Relaciones Exteriores, que a
su vez reproduce las instrucciones del Departamento de Estado de
Estados Unidos. Hace varios años hice un trabajo similar para otro país y
llegué a una conclusión también similar, sólo que en aquel momento el
“intermediario” no era el gobierno alemán sino el gobierno francés.
Primeras consecuencias dentro de la Unión Europea
En este momento, varios sindicatos
franceses luchan contra el proyecto de ley sobre el Trabajo redactado
por el gobierno de Manuel Valls y basado en un informe de la Unión
Europea, informe que a su vez retoma las instrucciones del Departamento
de Estado de Estados Unidos. Aunque la movilización de la CGT (la
Confederación General del Trabajo, la organización obrera más importante
de Francia) ya permitió que los franceses descubrieran el papel de la
Unión Europea en el asunto, el hecho es que todavía no acaban de
entender la relación entre la Unión Europea y Estados Unidos. Han
entendido que, al invertir las normas y anteponer los acuerdos a nivel
de empresa a los acuerdos ramales, el gobierno cuestiona el predominio
de la Ley sobre los contratos. Pero no conocen la estrategia de Joseph
Korbel y sus dos hijas –su hija biológica, la demócrata Madeleine
Albright, y su hija adoptiva, la republicana Condoleezza Rice. El
profesor Korbel aseguraba que, para dominar el mundo, Washington no
tenía más que imponer una rescritura de las relaciones internacionales
en términos jurídicos anglosajones. Efectivamente, al poner el contrato
por encima de la Ley, el derecho anglosajón privilegia a la larga a los
ricos y poderosos en relación con los pobres y los miserables.
Es probable que los franceses, los
holandeses, los daneses y otros pueblos también traten de separarse de
la Unión Europea. Para lograrlo, tendrán que enfrentarse a las clases
dirigentes de sus países. ¿Cuánto puede durar esa lucha? Es imposible
predecirlo, pero es indudable el resultado. En todo caso, en medio del
periodo de cambio que ya se anuncia, manipular a los obreros franceses
resultará muy difícil. No será así con sus homólogos ingleses,
actualmente desorganizados.
Primeras consecuencias para el Reino Unido
El primer ministro David Cameron utilizó
las vacaciones de verano como pretexto para posponer su renuncia hasta
octubre. Su sucesor, que sería en principio Boris Johnson, tiene así
tiempo para preparar el cambio y aplicarlo en cuanto entre en Downing
Street. El Reino Unido no esperará hasta su salida definitiva de la
Unión Europea para seguir su propia política, comenzando por apartarse
de la política de sanciones contra Rusia y Siria.
Al contrario de lo que hoy escribe la
prensa europea, el Brexit no afectará directamente a la City de Londres,
o sea a la gran finanza. Dado su particular estatus de Estado
independiente bajo la autoridad directa de la Corona, la City no ha sido
nunca parte de la Unión Europea. Por supuesto, ya no podrá seguir
siendo sede de algunas casas madres de empresas que tendrán que
replegarse hacia los territorios de la Unión Europea. Pero podrá
utilizar la soberanía de Londres para desarrollar el mercado del yuan.
Ya en abril, la City obtuvo los privilegios necesarios para ello
mediante la firma de un acuerdo con el Banco Central chino. Y también
desarrollará sus actividades como paraíso fiscal para los europeos.
Si bien es cierto que el Brexit
desorganizará temporalmente la economía británica, en espera de la
adopción de nuevas reglas, es muy probable que el Reino Unido –o al
menos Inglaterra– se reorganice rápidamente para sacar el mayor provecho
de su nueva situación. Queda por ver si los promotores de este
terremoto tendrán la sabiduría de hacer que también beneficie a su
pueblo: el Brexit es un regreso a la soberanía nacional, pero no
garantiza la soberanía popular.
El panorama internacional puede
evolucionar de maneras muy diferentes, en función de las reacciones que
ya aparecen. Pero, aunque algunos pueblos se vean afectados, ese
panorama será mucho más realista, tanto como los británicos, en lugar de
aferrarse a un sueño hasta acabar estrellándose contra la dura
realidad.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
Contralínea 495 / del 04 al 09 de Julio 2016