
La
Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el
Desarrollo (FPD) de Addis Abeba, Etiopía, tuvo pocos avances reales. Sin
embargo, la cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de
septiembre recuperó las esperanzas con un ambiciosa Agenda 2030 de carácter universal.
Jomo Kwame Sundaram/Inter Press Service - Contralinea
Sin embargo, mientras los países en
desarrollo se comprometieron con criterios de justicia climática, la
mayoría de las economías de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE) no estuvieron a la altura, luego de
incumplir los compromisos asumidos en el Protocolo de Kyoto.
Aunque se realice en su totalidad, el
acuerdo de París por sí solo no evitará las consecuencias desastrosas
del cambio climático ya que las temperaturas medias globales aumentarán 2
grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
La reunión ministerial que la
Organización Mundial de Comercio (OMC) celebró en diciembre en Nairobi
fue otro revés, ya que Estados Unidos y sus aliados intentaron rematar
la Ronda de Doha de negociaciones comerciales, empujando a la propia OMC
a una crisis existencial.
Si la ronda queda inconclusa les
permitirá incumplir los compromisos que asumieron en 2001 para convencer
a los países en desarrollo de volver a la mesa de negociaciones después
del desastre ministerial de Seattle.
En la última década Estados Unidos y
muchos países de la OCDE han sido cada vez más reacios a hacer
concesiones significativas en las negociaciones económicas
multilaterales. Un factor clave fueron las recientes iniciativas
plurilaterales que lideró Washington tras la designación de Michael
Froman como representante de Comercio de ese país.
Como argumento para liquidar la Ronda de
Doha, Froman citó el Acuerdo Transpacífico de Asociación para la
Cooperación Económica (TPP, en inglés), negociado en octubre de 2015 en
Atlanta. Mientras tanto, la Unión Europea comenzó las negociaciones con
Estados Unidos para una Asociación Transatlántica para el Comercio y la
Inversión (TTIP).
No es de sorprender que la mayoría de
los países en desarrollo quieran que la Ronda de Doha continúe, con la
esperanza de finalmente realizar las promesas de 2001 para rectificar
los últimos resultados de la Ronda de Uruguay, que socavaron las
perspectivas de seguridad alimentaria y desarrollo.
Al socavar las negociaciones
multilaterales de la OMC, los acuerdos comerciales bilaterales y
plurilaterales son la antítesis de lo que pretenden hacer, es decir,
liberalizar el comercio. Para entrar en vigor, el TPP primero debe ser
ratificado en el plano nacional.
El objetivo real no es el comercio
Aunque se presenta como un acuerdo
comercial, el TPP no refiere principalmente al “libre comercio”. Estados
Unidos y muchos de sus socios en el TPP son algunas de las economías
más abiertas del mundo. Las principales restricciones comerciales tienen
que ver con las barreras no arancelarias, como los subsidios agrícolas
estadunidenses, que el tratado no abarca.
De hecho, el TPP protegerá a los
intereses contrarios al libre comercio ya que fortalecerá los monopolios
de los derechos de propiedad intelectual (DPI), aún más que las
disposiciones onerosas del acuerdo de la OMC sobre los derechos de
propiedad intelectual relacionados con el comercio, especialmente para
las grandes empresas farmacéuticas, de medios de comunicación, de
tecnología de la información, entre otras.
Por ejemplo, el acuerdo permitirá que
las farmacéuticas tengan monopolios de mayor duración sobre los
medicamentos patentados, alejará a los genéricos –más baratos– del
mercado y bloqueará el desarrollo y la disponibilidad de medicamentos
“similares” nuevos.
La evidencia demuestra que los DPI
apenas promueven la investigación y podrían impedir o retrasar la
innovación. Las disposiciones del TPP también limitarán la competencia,
aumentarán los precios al consumo, restringirán la regulación financiera
y serán una amenaza para la salud pública y el bien común.
El acuerdo también reforzará los
derechos de los inversores extranjeros a expensas de las empresas
locales y el interés público. Su sistema de solución de controversias
entre inversores y el Estado (ISDS) obliga a los gobiernos a compensar a
los primeros por la pérdida de las ganancias previstas.
El ISDS confiere a los inversores
extranjeros el derecho de demandar a los gobiernos nacionales por
cambios normativos o de políticas que reduzca ostensiblemente la
rentabilidad esperada de sus inversiones.
El sistema dificulta a los gobiernos el
cumplimiento de sus obligaciones básicas, como la protección de la salud
y la seguridad de sus ciudadanos, la conservación ambiental y la
estabilidad económica. Por ejemplo, si un gobierno prohíbe un producto
químico tóxico tendría que compensar a los proveedores por las pérdidas
sufridas, en lugar de exigirles a las empresas que indemnicen a las
víctimas.
Las empresas extranjeras insisten en que
el ISDS es necesario en aquellos lugares sin Estado de derecho ni
tribunales confiables. Pero Estados Unidos aspira a lo mismo en el TTIP
con la UE, al impugnar la integridad de los sistemas legales y
judiciales europeos.
El factor político del TPP
No es ningún secreto que el motivo
principal para que Estados Unidos apoye el TPP ha sido debilitar a
China. En palabras del presidente Barack Obama, “con el TPP, China no
establece las reglas en esa región, nosotros lo hacemos”.
El amplio apoyo que recibió el Banco
Asiático de Inversión en Infraestructura propuesto por China, incluso de
aliados tradicionales de Estados Unidos, fue una vergüenza que la Casa
Blanca quería superar con desesperación.
El TPP también atentaría contra el
compromiso de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático con una
“zona de paz, libertad y neutralidad”.
Si se toman en cuenta los beneficios
económicos insignificantes y los grandes riesgos que se manejan, los
gobiernos de países en desarrollo que se incorporan al tratado lo hacen
principalmente por razones políticas, mientras ruegan que ellos mismos
no tengan que pagar un alto costo político por sus consecuencias.
La adopción del TPP alentará más
acuerdos multilaterales y bilaterales. Aunque este tipo de arreglos
minen el multilateralismo comercial, la OMC y otros siguen manteniendo
el pretexto de la complementariedad y la coherencia.
El Norte empleará la amenaza de
abandonar la Ronda de Doha para extraer más concesiones del Sur, que
todavía insiste en la necesidad de esa ronda para realizar al menos
algunas de sus aspiraciones de desarrollo y seguridad alimentaria.
El debilitamiento de las perspectivas
del multilateralismo económico –en cuanto a las finanzas en Addis Abeba y
el comercio en Nairobi–, así como varios acontecimientos recientes más –
incluidas las realineaciones políticas de la “guerra contra el
terrorismo”– amenazan con transformar irreversiblemente las relaciones
internacionales contemporáneas, a expensas del desarrollo sostenible y
los países en desarrollo. (Traducción de Álvaro Queiruga)
Jomo Kwame Sundaram/Inter Press Service
*Exsecretario general adjunto
responsable del análisis del desarrollo económico en el sistema de la
Organización de las Naciones Unidas entre 2005 y 2015. En 2007 obtuvo el
premio Wassily Leontief por expandir las fronteras del pensamiento
económico