
En la primera quincena de enero el peso
se devaluó 7 por ciento y se ubicó en el máximo de 18.30 pesos por
dólar. En lo que va del peñismo, ha caído 36 por ciento. La bolsa cayó
0.4 por ciento en 2015 y 5.3 por ciento al inicio de 2016. Mientras, el
petróleo sólo captará 50 por ciento de lo presupuestado en el año.
¿Quién pagará los errores que han quebrado México?
“Los programas de austeridad: un tratamiento que pretendía curar la enfermedad terminó matando al paciente”
Josep Stiglitz, 2013
“Los
malos pronósticos económicos, que fundaron políticas de ajuste
agudísimo de corto plazo, tuvieron consecuencias humanas. Estos errores
los paga muy caro el ciudadano común. ¿No será hora también de aprender
de los que optaron por un camino diferente aplicando políticas centradas
en la reactivación y la inclusión social?”
Bernardo Kliksberg, economista, 2013
“¿Quién
se hace responsable de este error que ha conducido a la doble recesión
europea, con los resultados conocidos en materia de desempleo,
empobrecimiento masivo y mortandad de centenares de miles de empresas?”
Joaquín Estefanía, economista, 2013
Como
se preguntara el economista español Joaquín Estefanía: ¿Quién –y ante
quién– se hará responsable de la errónea política económica mexicana –ya
se sabe que los desastres son huérfanos–, pésimamente diseñada y
desastrosamente instrumentada durante la primera mitad del priísmo resucitado,
en especial en lo que se refiere al manejo fiscal, al insalvable abismo
existente entre sus objetivos previstos y los resultados alcanzados, a
la evolución de sus componentes, el ingreso y el gasto público?
¿Quién
asumirá la paternidad de los yerros cometidos en el cuatrienio, si se
añade 2016, porque este año, aun cuando se encuentra en su alborada, ya
puede señalarse como catastróficamente perdido?
Porque la propuesta económica y fiscal para 2016 murió y se pudrió antes de parirse.
Sus despojos fueron arrastrados por el exceso de petróleo que desde
2014 anega al mercado internacional, y hundidos por los remolinos
financieros especulativos de los precios de los mercados de futuros de
las materias primas.
Un par de maleficios,
entre otros, persiguen y agobian a Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray,
Agustín Carstens, Pedro Joaquín Coldwell y Emilio Lozoya
particularmente, ya que ellos han desmadrado las variables macroeconómicas, sus planes y sus cuentas alegres anuales y sexenales.
Uno
de ellos es la permanencia del mercado petrolero internacional
desbordado, con una cotización abismada y cuyo fondo de su desplome es
indeterminado.

El sexenio peñista se inició con un precio medio de la mezcla mexicana del crudo de exportación por 98.18 dólares por barril (db), el cual auguraba buenos tiempos y el éxito de la reprivatizadora contrarreforma energética. En 2014 bajó a 92.85 db y al año siguiente, en el que se había presupuestado en 79 db, cayó a 48.80 db.
El ligero desatino del pronosticador hacendario tuvo un costo modesto:
la pérdida de 389.5 mil millones de pesos (mmp) en los ingresos
petroleros del sector público en enero-noviembre con relación al mismo
lapso de 2014, 37 por ciento menos en términos reales. De esa cantidad,
330.6 mmp correspondieron al gobierno federal (46 por ciento menos), y
59 mmd a Petróleos Mexicanos (Pemex).
Para 2016, Hacienda elaboró el presupuesto y la política económica con un precio del crudo conservador: 50 dólares por barril, el cual se mantendría en 2017. Sin embargo, el precio cayó a 20 dólares.”
Videgaray
había estimado que, por la caída de los precios y las exportaciones del
crudo, el sector público y el gobierno federal perderían 333 mmp y 284
mmp, 30 por ciento y 39.4 por ciento menos, en términos reales,
respectivamente, en todo 2015.
Atropellado por la realidad, el maltrecho señor secretario de Hacienda trató de afinar la puntería para 2016-2018 y enmendar sus torpes
predicciones. Para 2016 elaboró el presupuesto y la política económica
con un precio del crudo más conservador: 50 db, el cual se mantendría en
2017. Una vez amainado el vendaval, proyectó una mejoría de 54 db y 57 db para 2017 y 2018.
No
estaba mal, después de todo, si se considera que en 2015 sólo erró la
puntería en 38 por ciento, en sólo 32.20 db, además de algunos cuantos
miles de millones de dólares y de pesos.
Una
dosis de prudencia resultaba convincente, después de tantos desaciertos
y cuando nadie, en su sano juicio, se atreve a pronosticar que los
precios internacionales del crudo se elevarán sobre los 100 db en lo que
resta del decenio actual. A menos que ocurra una hecatombe. Por
ejemplo, una guerra entre Arabia Saudita e Irán y sus respectivos
aliados, la cual implique la destrucción de la infraestructura
petrolera.
El Chicago Boy
Lozoya –al igual que Videgaray y Carstens–, responsable de Pemex, que se
supone algo debería de saber en la materia para ocupar ese puesto,
había dicho, en enero de 2015, que “las curvas [del mercado] de futuros”
indicaban que los precios del crudo de exportación se ubicarían en un
“rango de 55, 60, 65 dólares por barril hacia finales” de 2015.
Pudo haber dicho 10, 80, 100 db. Cualquier precio. Al cabo, sólo basta tener la boca suelta como Peña Nieto, Videgaray o Carstens.
Como alguna vez dijo Hegel: “a falta de ideas, vienen las palabras”.
Lozoya sólo se equivocó por 6, 11 y 16 db.
Peccata minuta.
Pero lo anterior es irrelevante.
Porque
EPN puso a Lozoya en ese puesto no por sus conocimientos petroleros. De
acuerdo con su currículo, es un ignorante en esa materia. Su tarea es
otra: supervisar el saqueo fiscal; aplicar el último apretón en el cuello financiero de Pemex; acelerar su último desmantelamiento (reservas, infraestructura, comercialización); administrar su agonía y prepararle los santos óleos.
Entre las cosas que sí sabe, o se supone, es divertirse en los casinos
financieros, ya que en 2009-2012 se dedicó a regentear fondos
especulativos, esa clase de organismos desde donde los corsarios
globales se encargaron de hundir al capitalismo neoliberal.
Dicho
desconocimiento es compartido por Coldwell, lo que tampoco le importó a
Peña Nieto. Mucho menos, el conflicto de intereses. Según su
declaración patrimonial, Coldwell participa con 11 millones de pesos en
el capital social de cinco empresas dedicadas a la venta de gasolinas en
el Suroriente del país.
Contra su voluntad o no, simple coincidencia, participa en el banquete
reprivatizador de ese ramo que expulsará a Pemex del negocio; y como
cualquier gasolinero –y cualquier otro productor de los derivados de los
hidrocarburos, antaño propiedad de la nación, ese escurridizo concepto
como la piel de los peces– fijará el precio como se le pegue la gana, ya que privará el eufemismo del “libre “mercado”.
La reprivatización del sector energético
En justicia, es menester agregar que ese agraciado privilegio puede ser compartido por cualquier peñista y miembro bien portado
de la élite política. Siempre que tenga las ambiciones necesarias,
podrá participar, en cualquier área de la cadena productiva petrolera,
ya sea que tenga explicablemente el dinero requerido, cuente con los
socios capitalistas pertinentes, le guste asumir el papel de hombre de paja, y tenga las relaciones requeridas en los laberintos del poder.
Recuérdese
a Jesús Reyes Heroles, Luis Ramírez Corzo, Georgina Kessel, Juan José
Suárez Coppel o Pedro Aspe Armella, Raúl Livas, por mencionar a algunos
exfuncionarios priístas-panistas. Como funcionarios trabajaron
aplicadamente para cambiar leyes, destruir la industria energética y la
nación en su conjunto. Por tanto, no se les debe regatear sus
responsables méritos. Como exfuncionarios ahora son “agentes
financieros”, “jugadores clave”, “socios”, “inversionistas” o “gerentes”
activos en la depredación petrolera. Tampoco se les debe mezquinar sus
espíritus emprendedores ad hoc con el capitalismo neoliberal.

El virtuosismo merece una recompensa.
Todo queda entre maestros, alumnos, colegas, amigos, socios.
La
función de Lozoya y Colwell es asegurar una de las tareas más
ambiciosas del poder político-económico neoliberal: acabar de una vez
por todas con la reprivatización petrolera. Una vez que se ha comprobado
que la supuesta reacción airada de las mayorías ante una medida de esa
naturaleza no era más que un mito, y ante el cual se detuvieron Carlos
Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, temerosos de
despertar a una fiera inexistente. La emasculación de la “izquierda” del
sistema de partidos también rindió sus frutos.
Ni
siquiera tuvieron que recurrir a la violencia. Con la sumisión de los
poderes Legislativo y Judicial ante el Ejecutivo fue más que suficiente.
Al menos por el momento. Aunque el terrorismo de Estado oficializado por Calderón ha evidenciado sus virtudes.
Y Lozoya y Coldwell cumplirán el papel de aurigas del sistema.
La Agencia Internacional de Energía estadunidense estima que el exceso de crudo es del orden de 1.5 millones de barriles diarios, debido a una oferta (2.4 mbd) que supera la demanda (1.8 mbd)”
Ellos son los encargados de limpiar los establosde los nuevos Augías, de los nóveles reyes petroleros mexicanos, entre ellos Pedro Aspe, Alberto Baillères, Carlos Slim y demás locales y extranjeros
Pero
en las peores condiciones del mercado petrolero. Para la nación, desde
luego. Para la hacienda pública. Pero no para el capital criollo y
trasnacional.
En épocas de bonanza,
las ventas de activos públicos pueden arrojar unos cuantos pesos más al
Estado, siempre y cuando ése sea realmente el que norme el proceso.
En periodos de naufragio, empero, y cuando se decide no esperar mejores tiempos, las ventas tienden a abaratarse. Se convierten en ventas de fin de temporada.
A menudo la inescrutable realidad, para los que la escudriñan con los lentes analíticos usados por Videgaray, es malditamente juguetona.
Destruyó el dique peñista construido con velos de sueño contra los horrores de la realidad.
Y
los pronósticos económicos se convierten en una especie de lotería.
Algún día los peñistas le atinarán y serán inmensamente felices. Y si no
le atinan, ¿a quién le importa?
La vie est un roman (La vida es una novela), diría el cineasta francés Alain Resnais.
Pero no todo es tragedia.
Como
operador económico, Videgaray ha demostrado que es un estruendoso
fracaso. En cambio, es un experto, divulgador y practicante de la teoría
friedmaniana que postula la necesidad de fabricar o aprovechar las
crisis para habilitar socialmente las reformas estructurales, los
programas antisociales de choque económico, el ajuste fiscal, o
cualquier otro plan de la agenda oficial, con el objeto de aprovechar
las circunstancias.
Así, ha explotado
el momento para profundizar el remate de la industria petrolera y
eléctrica, iniciar un segundo ciclo reprivatizador de los fondos de
pensión de los empleados públicos o ampliar los negocios privados en la
infraestructura y los servicios del Estado, entre otras medidas.
La curva
de los precios del mercado diarios y de futuro evolucionan en sentido
contrario a la destacada por Lozoya en la entrevista concedida en enero
de 2015, al complaciente Enrique Quintana, director de El Financiero, quien ha hecho del análisis económico periodístico una plácida profesión rentable (www.elfinanciero.com.mx/economia/cuesta-a-pemex-23-dolares-cada-barril-de-petroleo.html).
Según Lozoya, “predecir el precio del petróleo siempre ha sido un negocio muy riesgoso”. Basta ver las curvas de futuros, inclusive esas han sido un mal predictor de los precios del petróleo”.
Tiene
razón el funcionario. Es riesgoso y complicado predecir ese y otros
precios de las materias primas. Sobre todo cuando los mercados de
futuros y las cotizaciones se encuentran sujetos a las manipulaciones y
los estados de ánimo de los especuladores, y su evolución a veces se
divorcia de los factores estructurales de la industria.
Al
cabo, conducen a lo que José Ángel Gurría, titular de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, calificó como una
reducción de la dependencia de los ingresos petroleros “a la mala”, con
sus efectos onerosos, el recorte del gasto público, el alza de la deuda o
la búsqueda desesperada de nuevas fuentes de ingresos que compensen los
petroleros perdidos.
No obstante,
desde 1981-1982 son más que evidentes los costos de la permanencia de la
petrodependencia fiscal y del montón de reformas fiscales “integrales”
fracasadas.
Sólo queda la tediosa solución harto conocida como la que aplicó Videgaray en 2015 y 2016: recortar con “quirúrgicos” hachazos el gasto público.
En
dicha entrevista Lozoya aprovechó la “oportunidad para puntualizar que
el costo de Petróleos Mexicanos, para encontrar petróleo, el costo total que le llamamos, es sumamente competitivo, de los más competitivos a nivel mundial”. (La cursiva es mía.)
Entre el 6 y el 11 de enero, Pemex habría exportado el crudo con una pérdida media de 2.55 dólares: los “costos de exploración, desarrollo y producción, totalizan 26.19 dólares por barril”.
“¿De
cuánto es aproximadamente?”, preguntó Quintana. “Estamos hablando de 23
dólares por barril; un precio cercano a los 40 dólares [en] que está la
mezcla ahora, sigue siendo todavía bastante rentable para Petróleos
Mexicanos, la exploración y la producción de campos. Sí hay campos que
tienen un costo más alto, aguas profundas o los yacimientos de lutitas,
pero no podemos dejarnos llevar por el corto plazo para tomar decisiones
de largo plazo, esto en la industria petrolera hay que ser contra
cíclicos y pensar en el mediano plazo”, respondió Lozoya.
Si
bien el precio medio estimado del crudo de 2015 (43.51 db) fue
catastrófico, comparado con el proyectado (79 db), todavía reportó una
ganancia casi del doble con relación al costo total.
De todos modos fue un triste consuelo
de acuerdo con las petrodivisas aportadas: unos 19 mil millones de
dólares (mmd), contra los 35.9 mmd de 2014. O los 49.4 mmd de 2011 y la
cotización fue de 101.13 db.
¡Qué tiempos aquellos, que ya no volverán, a decir de José Ángel Gurría, cuando cada barril se vendía en 100 dólares o más!
En
enero de 2015 la mezcla mexicana se cotizó en 41.70 db, 81 por ciento
por encima del costo total que señaló Emilio Lozoya. Aunque fue 47 por
ciento o 37.30 db menor del precio esperado para el año; 58.5 por ciento
o 58.90 db menos que en el mismo mes del primer enero peñista; 61.6 por
ciento 66.84 db más bajo que el registrado en enero de 2012.
En la espiral descendente hacia el infernal abismoinsondable, un año después el precio total dejó de ser competitivo.
Al menos temporalmente.
Hasta
el 11 de enero de 2016 el precio del crudo mexicano promedió 24.65 db;
51 por ciento menos de lo programado para 2016, 25.35 db por abajo.
La brecha entre el costo total promedio del crudo mexicano y su precio de mercado se redujo a 1.65 dólares.

De
otra manera, el 31 de diciembre de 2015 la cotización cerró en 27.37
db. El 11 de enero, en su caída, cruzó la barrera de los 23 db y cayó a
22.07 db. Es su nivel más bajo desde abril de 2003, cuando fue 21.11 db.
Se ubicó en 93 centavos de dólar por abajo del costo total, lo que equivale a una pérdida.
Predecirlo para el corto plazo, como dijera Lozoya, se volvió “un negocio muy riesgoso”.
Es riesgoso e inquietante cuando se avizora a la distancia, no mucha, los nuevos círculos del infierno.
Los
20.05 db de marzo de 2002. Los 16.18 db de febrero de 2002. Lo son
ahora que el “factor chino” decidió acompañar al fantasma de la
deflación internacional, lo que afectará la demanda mundial de crudo,
sumado a la extracción adicional de crudo de países dentro y fuera de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo.
Las caídas de la bolsa china durante toda la primera semana de enero, tres de ellas fuertes, acumulando una pérdida de casi 10 por ciento, que eliminó todas las ganancias obtenidas durante 2015, y la devaluación del yuan frente al dólar estadunidense, cayendo a su nivel más bajo desde mayo de 2011, no son más que dos expresiones del debilitamiento gradual pero sistemático de su economía. El sector manufacturero ha retrocedido durante 5 meses consecutivos, la actividad fabril en 10 puntos, y el producto interno bajó de los 7 puntos porcentuales
Lo
anterior no sólo ha contribuido al debilitamiento del crecimiento
económico mundial. Su demanda de crudo, la segunda más importante,
después de la estadunidense, también se estancó entre marzo y diciembre
de 2015 –en 11.3 millones de barriles diarios (mbd)–, según la Agencia
Internacional de Energía (AIE) estadunidense, nivel que, a su juicio, se
mantendrá en el primer trimestre de 2016.
La
misma AIE estima que el exceso de crudo es del orden de 1.5 mbd, debido
a una oferta (2.4 mbd) que supera la demanda (1.8 mbd).
No
quedará más que “pensar en el mediano plazo” bajo la lógica de Lozoya.
Mientras se hace el balance de pérdidas y ganancias en los dólares
generados por las petroexportaciones, en los petroingresos fiscales, en
el presupuesto de divisas de la economía requeridos para financiar el
mediocre crecimiento programado para 2016 (2.6-3.6 por ciento),
constreñido por la menor entrada de capitales foráneos prevista, por el
lado del endeudamiento, el mercado de valores y la compra de papeles
gubernamentales.
La comparación
anterior entre precios y costos del crudo mexicano, sin embargo, es con
una estimación realizada de este último hecha hace 1 año.
En enero de 2016, el periodista Israel Rodríguez, de La Jornada, señaló que los “costos de exploración, desarrollo y producción, totalizan26.19 dólares por barril,
distribuidos en costos de exploración y desarrollo de 17.97 dólares y
8.22 dólares por costo de extracción por barril, según los más recientes
informes” de Pemex (www.jornada.unam.mx/2016/01/08/economia/022n1eco; las cursivas son mías).
Si es válida la nueva estimación del costo, entonces las pinceladas de la realidad son oscuras, como los viscosos tonos del petróleo, y los peñistas empezarán a resentir problemas.
Porque
entre el 6 y el 11 de enero los peñistas estarían exportando el crudo
con pérdidas media de 2.55 dólares. En el último día citado, el
quebranto sería de 4.12 dólares.
Con
un precio de 50 db y una plataforma de exportación por 1.091 millones de
barriles diarios (mbd) estimada por Hacienda para 2016, se generarían
alrededor de 54.6 millones de dólares diarios (mdd). En el año sumarían
unos 20 mil millones anuales.
De esos 50 db, 25-29 mdd, el 46-52 por ciento del total, cubrirían los costos totales de producción anotados (23 db y 26.19 db).
Si
se considera el precio medio de 24.65 db en lo que va de enero y se
toma en cuenta las exportaciones señaladas, entonces se han obtenido
ingresos por 26.9 mdd. Es decir, 49 por ciento menos de los esperados.
Se dejaron de recibir unos 27.7 mdd de los 54.6 mdd programados.
Para cubrir el costo de producción citado por Lozoya (23 db), se requieren 25 mdd.
El
saldo entre el costo y el precio es positivo en apenas 1.8 mdd, aunque
es menester resaltar que si se toma en cuenta el otro costo (26.19 db),
se necesitan 28 mdd para compensarlos. El saldo favorable se convierte
en negativo por 1.7 mdd.
Puede que sea un temporal soportable para los navegantes de buentiempo.
Pero también puede que sea un vendavalconnáufragos.
Como
se sabe, el precio del crudo de exportación es un promedio ponderado de
los tipos Olmeca (superligero), Istmo (ligero) y Maya (pesado). Este
último contiene una mayor cantidad de azufre, no fluye con facilidad de
los pozos petroleros, deteriora más rápidamente las instalaciones, su
costo de extracción, transportación, refinación y exportación resulta
más caro con relación a los otros. Equivale al 51 por ciento la
producción total y el 72 por ciento de las exportaciones.

En
promedio, según se desprende de las estadísticas de Pemex, el precio de
exportación del crudo pesado es del orden de 1.5 db menos que el
promedio total. En ese sentido, debe de estarse vendiendo con pérdidas.
De
no recuperarse los precios en un plazo prudente, se refuerzan las
expectativas de un nuevo recorte del gasto público ante la pérdida de
los ingresos petroleros.
Hasta
noviembre de 2015, los ingresos petroleros del sector público acumularon
una pérdida por 389 mil millones de pesos (mmp) con relación al mismo
lapso de 2014; los de Pemex, 58.9 mmp, y los del gobierno federal, 330.6
mmp, 36.7 por ciento, 18 por ciento y 46.2 por ciento menos, en
términos reales, respectivamente, según datos de Hacienda.
Para
2016, Hacienda había estimado una caída de 339 mmp, 49 mmp y 284 mmp y
respecto del año anterior, en el orden citado anteriormente; 30 por
ciento, 13.8 por ciento y 39.4 por ciento, respectivamente.
El otro maleficio es el mercado financiero internacional en proceso indeterminado de sequía,
del fin del acceso al dinero externo barato, debido al aumento en las
tasas de interés estadunidenses decretado por la Reserva Federal, el 16
de diciembre de 2015, el primero desde junio de 2006.
La
tasa de préstamos a corto plazo subió de cero a 0.25 por ciento y la
interbancaria de 0.25 por ciento a 0.5 por ciento. En lo que resta de
2016, la Reserva espera elevarlas en cuatro veces, hasta 1.25 por ciento
y 1.50 por ciento, en cada caso. Al final del túnel, se espera que se ubiquen en poco más de 3 por ciento.
Por lógica, también se elevarán las demás tasas de ese país y del resto del mundo.
Como
era de esperarse, por razones neocoloniales, el inquieto Banco de
México elevó simétricamente su tasa objetivo de 3 por ciento a 3.5 por
ciento y espera que cierre el año en 4 por ciento. Así, el costo del
dinero interno también se encarecerá.
A
lo anterior se ha calificado como el retorno a la “normalidad”
monetaria estadunidense. “Acomodaticia” fue el eufemismo usado por Janet
Yellen, titular de la Reserva.
Videgaray
dijo sentirse aliviado por esa decisión que despeja la incertidumbre y
la volatilidad que desde hace varios meses priva en los mercados
globales; agradeció el ajuste gradual; y hasta se dio el lujo de decir
que “si a la economía de Estados Unidos le va bien a México le va bien”.
¿Y el riesgo de la menor entrada de capitales, de su fuga, del alza del costo de la deuda externa e interna?
Para Peña Nieto y Videgaray, todos los fundamentos económicos son sólidos.
Aunque
se desvanezcan en el aire. En los primeros 11 días de enero la paridad
se devaluó 6 por ciento y se ubicó en el máximo de 18.30 pesos por
dólar. En el último año ha caído en poco más de 20 por ciento y 36 por
ciento desde el inicio del peñismo. Carstens se divierte arrojándoles cientos de dólares a los especuladores para calmar su voraz apetito y dilapidando las reservas internacionales. La bolsa cayó 0.4 por ciento en 2015 y 5.3 por ciento al inicio de 2016.
¿Qué
otra cosa puede esperarse de un secretario que por tercera vez la
crisis petrolera lo vuelve a tomar (des)prevenido, (des)atinado,
(des)planeador, convertido en objeto de chunga?
Supuesto
versado en la desacreditada y quebrada doctrina económica de las
“expectativas racionales”, se ha mostrado como un talentoso rara avis, singularmente proclive por las “expectativas irracionales”.
¿Quién
pagará por los desaciertos que se registrarán hasta 2018, desde una
perspectiva social –no del lado de la oligarquía criolla y foránea, a
quien el peñismo le ha rendido jugosas cuentas–, de acuerdo con las
falsas promesas peñistas de principio del mandato y las alegres cuentas proyectadas con sus contrarreformas, palabras que el viento se llevó, remedando a estadunidense Margaret Mitchell?
¿Quién se hará cargo de las onerosas cuentas pagadas y pagaderas del “ciudadano común”, como dijera el Bernardo Kliksberg?
Marcos Chávez*
*Analista económico
BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: ECONÓMICO]
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