jueves, 22 de octubre de 2015

Realidad mata ATP / Otro relanzamiento / EPN: sólo discursos

Carlos Fernández-Vega / México SA
¡No coman ansias!, exige el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, porque en 30 días más la mexicanada conocerá las linduras negociadas en el marco del acuerdo transpacífico, conocido como ATP, el cual, según él, nos vuelve a reposicionar en una magnitud importante (el primer reposicionamiento fue el TLCAN) y se finca en una nueva realidad donde las reformas son un cúmulo de avances (lo que eso quiera decir).

Con eso y un jarrito de atole (con el dedo) los habitantes de esta República de discursos deben estar tranquilos y felices, porque el futuro venturoso de nueva cuenta está a la vuelta de la esquina (versión oficial que se repite desde hace 33 años). Sin embargo, las acciones gubernamentales se mueven entre la opacidad y el fracaso permanente, en medio de una realidad que siempre le gana la partida, y allí están los resultados.
A partir de la entrada en vigor del ATP la economía mexicana deberá competir en igualdad de condiciones con otras 11, la mayoría de ellas altamente industrializadas, y si algo inexistente brilla y pesa en este país es, precisamente, la carencia de una política industrial.
Como bien advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), en México el resultado de la actividad industrial muestra una inercia de escaso crecimiento que no se ha podido superar, y la coyuntura de la firma del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (ATP) refuerza la necesidad estratégica de tener en consideración que el sector industrial es fundamental para alentar el crecimiento. Para los países miembros del ATP, como Japón, Singapur y Vietnam, el sector industrial ha constituido un elemento estratégico de desarrollo.
Por lo tanto, apunta, debe ser prioritario impulsar su desarrollo y generar estrategias que permitan contar con un contexto favorable para su fortalecimiento y mejora en términos productivos y de competitividad. El desarrollo de la industria nacional permitirá incrementar la capacidad de generación de valor agregado y con ello reconstruir las cadenas productivas. Firmar un acuerdo que solo permita comercializar productos de importación, sin generar valor agregado e integrar productivamente a las empresas, debilita los vínculos económicos de México, y a mediano plazo disminuye la generación de empleo bien remunerado e inversión productiva.
El cascarón no ayuda (las llamadas reformas estructurales), porque lo que importa es el relleno, es decir, acciones concretas que permitirán volver realidad las expectativas generadas a partir de los cambios institucionales realizados. México acumula tres décadas y pico de reformas y acuerdos, y ninguna de ellas ha estimulado el crecimiento económico ni el desarrollo social. Y si el ATP va ser lo mismo que el TLCAN, pero en grandote, entonces seguiremos maquilando e importando para exportar.
El IDIC advierte que el entorno económico es desafiante. No sólo la actividad productiva industrial de México se encuentra en una situación endeble, pues el contexto de América del Norte también plantea una realidad industrial delicada, por lo que los retos a enfrentar requieren, no sólo de una perspectiva económica de solución al escaso crecimiento, sino que es necesario considerar una visión estratégica e integral más amplia y de planeación de largo plazo, atendiendo a los problemas a corto plazo, que permitan el alcance de metas factibles para el país.
Si bien en el entorno externo se encuentran factores coyunturales que afectan al país, la economía nacional adolece de aspectos estructurales que deben revertirse, como la baja productividad y el escaso crecimiento. En este sentido, los resultados de la actividad productiva industrial, nuevamente precisan la determinación de una estrategia bien definida de desarrollo industrial, que permita además de enfrentar el entorno poder aprovechar las oportunidades y sortear los desafíos que se abren con el ATP. De otra manera, el marco legal del mismo, sobre la profundización y ampliación de apertura comercial de bienes y servicios, no se podría aprovechar y países con ventajas comparativas y alineadas a una estrategia integral de nación, serán nuevamente los ganadores en esta nueva etapa global para México.
Los países miembros del ATP cuentan con una industria con bases sólidas para competir, porque no sólo hicieron cambios en materia legal para ello, también se ocuparon de vincular y promover el desarrollo de las empresas, universidades y organismos públicos que hoy son el fundamento de su éxito. Además lo hicieron con una visión holística, que integró y alineó los esfuerzos para hacerlos funcionar en una economía de mercado global, pero en donde además se atendió el fortalecimiento de su mercado interno.
Para México el reto no es menor: debe mantener el ritmo del proceso innovador global, al mismo tiempo que reconfigura su sistema productivo y social para mitigar las limitantes que han frenado su crecimiento económico y profundizado la pobreza. De no elaborarse una estrategia adecuada se corre el riesgo de que en 20 años ocurra algo similar a lo suscitado con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): hay algunos casos exitosos, como el sector automotriz, pero que son insuficientes para dar los resultados que se supone se alcanzarían tras su firma y puesta en operación.
El gran riesgo es repetir el numerito. Como dice el IDIC, la debilidad del TLCAN radica en que México no cimentó las bases productivas e innovadoras para pasar de un comercio basado en la maquila a uno de mayor valor agregado y contenido nacional. Para ello se requiere innovar, infraestructura física y capital humano que tengan éxito en el mercado, no solamente a nivel científico. Es prioritario entender que solamente la acción coordinada del sector público y privado, orientada a la innovación y con objetivos de desarrollo económico y social, será capaz de generar un futuro más promisorio para México.
Las rebanadas del pastel
El inquilino de Los Pinos exige que nadie pretenda engañar o confundir a la población, porque el carácter público del IMSS es y seguirá siendo inalterable; su operación es y seguirá siendo una responsabilidad del Estado; seguirá siendo nuestro IMSS. Qué bueno que lo aclara, porque eso quiere decir que a la de ya sacará las manos privadas (mediante la subrogación de los servicios a los que lo obliga la ley) que hacen pingües negocios (comenzando con las guarderías) con el presupuesto de la institución. Si no es ese el sentido, el de reestatizar al instituto, entonces que se ahorre los discursos de ocasión.