Un año de degradación de las instituciones,
de retorcimiento de los mecanismos judiciales y de gobernación, de
encubrimiento de la verdad para postular mentiras históricas, tendrá en
esta semana una tensa y sombría conmemoración, con un demeritado
gobierno federal que se emPeña en fabricar nuevas versiones
explicativasfrente al hecho rotundo, enorme e incontestable de que aún no se sabe qué sucedió realmente en Iguala (ni en Cocula, si fuera cierta alguna parte de la narrativa murillesca) y que a todos nos faltan 43 jóvenes que fueron desaparecidos en una ciudad de Guerrero.
La resolución de este conflicto social, tal vez el más vigoroso y persistente de la etapa posrevolucionaria, no ha encontrado ni encontrará cauces por las vías gubernamentales. La administración peñista y su principal sostén, el militar, están en el flanco de las sospechas o, aún peor, de las acusaciones, de tal manera que su desempeño, insuficiente y sesgado, no hace sino alimentar enconos (ni siquiera la oportuna aparición en escena del presunto responsable operativo, apodado El Gil, genera certezas y confianza sino todo lo contrario).
Ese explicable desencuentro entre un movimiento en lucha y un
gobierno bajo sospecha puede llevar esta semana a situaciones ríspidas.
Ayer mismo, medio millar de policías federales impidieron que familiares
de los 43, estudiantes y activistas tomaran una caseta de
peaje en Palo Blanco, Guerrero, en la Autopista del Sol. El gobierno
federal pretende imponer su decisión de no permitir actos extremos de
protesta y los manifestantes consideran que deben presionar aún más para
conseguir la verdad y la justicia que hasta ahora les han sido negadas.
En la ciudad de México, mientras tanto, la administración Mancera
negocia la concesión (otorgada ya en lo general) de que un ayuno de
familiares de los 43 pueda realizarse en la Plaza de la Constitución,
que en este trienio se convirtió en coto manejado a discreción por las
autoridades. Además, en todo el país, y en muchas ciudades del
extranjero, se recordará activamente lo sucedido un año atrás y, en
especial, lo sucedido a lo largo de un año de mentiras y manipulaciones
desde el poder.
Más allá de ciertos condicionamientos de redacción, que el
pragmatismo sabrá superar en su momento, el Partido de la Revolución
Democrática ha culminado su proceso de reposicionamiento (
anclarseen ser oposición de izquierda, proclamó una y otra vez el directivo saliente, Carlos Navarrete) con una apuesta por las alianzas con el Partido Acción Nacional.
La nueva Línea Política del sol azteca, establecida en el Congreso
Nacional extraordinario que terminó ayer, establece como posibilidad
casuística la de asociar sus siglas con las del partido de la derecha
confesa. Como suele suceder en las inocuas trifulcas de sus corrientes a
la hora de escribir lo que la práctica dejará como letra aspiracional,
varios candados gramaticales fueron puestos a lo que desembocará en 2016
en extendidos pactos electorales con el PAN, como ya se negocia en
Durango, donde la
oposiciónbipartidista pretende presentar a un personaje de larga carrera en el PRI, José Rosas Aispuro, quien renunció al partido de tres colores en 2010 (dado que la candidatura priísta a gobernador fue asignada a Jorge Herrera Caldera) y al día siguiente fue postulado por PAN, PRD, PT y Convergencia. Luego de la derrota formal ante la densa maquinaria de Herrera, Rosas Aispuro pasó al PAN, bajo cuyas siglas en 2012 llegó a ser senador.
La querencia del PRD hacia las tablas panistas tiene como
referente el rechazo sostenido de Andrés Manuel López Obrador a tejer
alianzas con el que fue su partido durante largos años. El sol azteca
insistirá oficialmente en conseguir esa unidad con el partido Morena,
pero desde ahora se faculta para realizar maniobras de emergencia,
asociándose con el PAN. El deterioro acelerado del PRD ha sido explicado
en su propio seno como consecuencia de esa difuminación electoral,
política e ideológica que le mostró tan cercano al PRI y a Los Pinos
(con el Pacto por México como crucial momento). Ya se verá si el envite
hacia el PAN, es decir, hacia posturas conservadoras y en el fondo bien
entendidas con el peñismo, aliviará las cuitas electorales del sol
azteca el año próximo, cuando se elegirán gobernadores, presidencias
municipales y congresos en 12 estados, más Baja California donde
solamente sucederá respecto a alcaldías y diputaciones locales y, sobre
todo, en 2018.
A reincorporación en nómina, relevo de prueba: equivale a una
confesión de parte lo que con ofensivo desparpajo ha hecho el gobernador
Eruviel Ávila al rehabilitar políticamente a Apolinar Mena Vargas y
nombrarlo secretario técnico del gabinete estatal (http://goo.gl/Q3aIaE).
Mena tuvo que renunciar en mayo pasado al cargo de secretario
mexiquense de Comunicaciones al revelarse algunos diálogos telefónicos
en los que se maquinaba la exageración de costos del Viaducto
Bicentenario, lo que produciría fraudulentas ganancias para la
constructora trasnacional OHL (y sus socios políticos).
Además, en esa grabación se escuchaba al propio Mena gestionando
alojamiento gratuito en un hotel de gran lujo perteneciente a la propia
OHL. A Mena se le impuso una multa de 189 mil pesos, pero no se le
inhabilitó para ocupar posteriores cargos públicos. Por ello, en días
pasados el gobernador del estado de México lo ha recontratado, ahora en
un cargo estratégico de espectro más amplio (¿mejor posicionamiento,
para sostener negocios anteriores y preparar los nuevos?). Con esa
convalidación, Ávila, su gobierno y el grupo federal-mexiquense acusado
con insistencia de hacer negocios facciosos con OHL dan muestra pública
de entendimientos oscuros o, más bien, suficientemente claros.
Y, mientras el joven Jonás Cuarón, hijo del muy premiado Alfonso y de
Mariana Elizondo, ha ganado en Toronto un premio de la Federación
Internacional de Críticos de Cine por su película Desierto, con Gael García Bernal, ¡hasta mañana, con el papa Francisco saludando a Fidel!
Fuente: La Jornada - Opinión
Fuente: La Jornada - Opinión