domingo, 7 de septiembre de 2014

Accidentes petroleros: caros o baratos y estimulantes

Antonio Gershenson | Opinión-La Jornada
Hace una semana, partiendo del accidente de Buenavista, en Cananea, Sonora, enumeramos otros, petroleros, que resultaron relativamente baratos para los responsables de la o las instituciones. El primero fue en la refinería de Pemex en Ciudad Madero, el 11 de agosto pasado. El segundo, la explosión en el edificio central de Pemex, en febrero del año pasado. El tercero, en la de la plataforma Usumacinta, del 23 de octubre de 2007. No sólo no les costaron caro, ni a la empresa privada en su caso, ni menos a los funcionarios de Pemex involucrados.
Vamos a agregar otro caso de accidente barato, porque a veces ni siquiera se les considera accidentes, sino parte del proyecto normal.

Ya lo hemos mencionado, ahora vamos a ver si les costaron a las trasnacionales Halliburton y Schlumberger, que desde hace más de un año empezaron a perforar pozos en nueve municipios de Nuevo León, mediante fractura hidráulica (fracking), para extraer gas de lutitas del subsuelo. Desde entonces han ocurrido temblores y producido cuarteaduras en muros de por lo menos 45 viviendas. Podrán negarlo, pero recordamos que éste ha sido un accidente o incidente. Afectó a los habitantes de las viviendas, y no les costó ni un centavo a las trasnacionales.

Este método, fracking, consiste en inyectar en el subsuelo grandes cantidades de agua (y que se amuelen los que la necesitaban), arena y unos 600 productos químicos para fracturar rocas impermeables, para obtener gas o, a veces, petróleo. La técnica está prohibida en más de 20 países, incluso europeos. En Estados Unidos ya está prohibido en Vermont, Nueva Jersey y Nueva York. Son estados importantes y con mucha participación de la población. El agua usada no sólo es mucha, sino que queda contaminada y ya no se puede volver a usar.

Se plantea hacer este proceso en México, incluso en estados del norte muy poblados y con escasez de agua, por lo menos en una parte del año. Y donde el agua se usa para consumo humano, para pesca o para riego, pues que se amuelen; ya vimos y vamos a seguir viendo, que las trasnacionales tienen preferencia.

Vamos a ver ahora un accidente, o si quieren incidente, que sí le salió muy, pero muy caro, a la trasnacional British Petroleum. Comenzó el 20 de abril de 2010.

Una máquina submarina exploradora petrolera estaba trabajando en Macondo, en el Golfo de México, y una explosión incendió el equipo, con resultado de 36 horas de fuego y 11 muertos.

El costo para la British Petroleum, hasta el 31 de diciembre de 2013, fue enorme. No se trataba sólo de equipo y combustible perdidos, sino de multas en serio, no como las de aquí. La propia empresa calcula el total, hasta esa fecha, en más de 14 mil millones de dólares.

Las pérdidas obligan a realizar inversiones en gran escala, para llegar a una nueva forma de llevar a cabo este trabajo que evite un nuevo accidente similar al anterior.

Debemos apreciar el contraste entre los dos escenarios, para que veamos el tremendo ahorro de las trasnacionales en México, que pueden tener accidentes sin un costo notable. Entonces, pueden no invertir en la seguridad, ni en previsiones, ni en equipos de mayor seguridad; ni en nada por el estilo, pues si hay incidentes, si hay casas con paredes rajadas o incluso derribadas, no les afecta de manera sensible. Ese es el gran atractivo para sus inversiones en México.

Por eso se les apoya incluso en las nuevas leyes. No hay como la impunidad, como la que muestran las empresas que sacan y procesan para obtener gas en Nuevo León, o como el dueño de Buenavista, en Cananea.

Claro, los que sí pagan son los habitantes de las casas dañadas o derribadas, los campesinos que se quedaron sin tierra, los afectados por la pérdida de una presa (por lo menos temporal como en Sonora, no digamos si es pérdida definitiva), los que pierden su trabajo, los que tienen que pagar más caros los alimentos y/o sus combustibles, etcétera.