Preso desde 2000 exige que se admita su inocencia
“En mi interior estoy libre desde el primer día. Me torturaron sicológicamente, me amenazaron, pero nunca caí en el juego de aceptar la culpa”. Es la seguridad lo que hace parecer siempre alegre al profesor Alberto Patishtán. “Es muy triste que los jueces no admitan mi inocencia, como que no les importa. Se dejan gobernar por la oscuridad”, dice. Irradia claridad y la paz interior del buen guerrero.
“Tengo conocimiento que los diputados y senadores buscan algunas salidas a mi caso. Independientemente de lo que quieran o puedan hacer, me interesa que quede claro que soy inocente. Tienen que darme la libertad y punto”, sostiene en el patio de una casa en la ciudad de México, donde permanece desde hace ya algunas semanas mientras recibe radiaciones por el tumor hipofisario (benigno) que padece, por el cual fue intervenido el año pasado, y que ha vuelto a crecer. Él no parece alarmado, ni por eso ni por nada.
“No sé si hay consigna para tenerme preso”, expresa en extensa entrevista con La Jornada. “Hay momento que se ve que sí. Todo lo hacen al revés. Parece que no reflexionan ni son flexibles. A veces pienso que son las autoridades las que deberían estar en la cárcel, y nosotros fuera, por eso no juzgan como debe de ser”.
Luego de 13 años tras las rejas, Patishtán ya no es un desconocido. ¿Preso político? ¿Preso de conciencia? ¿Emblemático? Eso y más. Condenado a 60 años, injustamente, es mucho lo que ha aprendido del sistema de justicia y la condición humana. Se ha convertido en defensor de los derechos de la población carcelaria, a partir del hecho simple de no darse por vencido: “Me mantiene la conciencia que tengo”.
“La autoridad tal vez piense que va a tener un enemigo al librarme. Si le conviniera al Poder Judicial de la Federación, me soltarían, pero como no hay dinero de por medio. Cuando hay, liberan al que sea. Ellos saben que soy inocente, pero a falta de dinero no hay justicia”, insiste. “He visto muchos casos, lo platican los mismos presos que reconocen que son culpables, pero mueven influencias, así parejo te lo platican. El que ha hecho el delito te lo dice. Y han salido. Me doy cuenta en qué sistema estamos”.
La liberación de los paramilitares de Acteal
Vienen al caso los paramilitares que estuvieron presos por la masacre de Acteal. “Los conocí a todos en El Amate, y unos te decían: ‘yo sí participé’, y otros que lo negaban, admitían que eran del mismo grupo, que cooperaron en todo eso, que actuaron. Me sorprende que los dejarán ir y a mí no. ¿A qué se debe?” Y añade: “No soy el único, conozco otros casos de injusticia evidente. A unos los he visto salir, otros ahí siguen”.
Tiene sus conclusiones: “La justicia debe estar por encima de cualquier cosa. La verdad encima de cualquier mentira. Y como mi conciencia está limpia, me mantengo tranquilo, seguro de lo que voy a hacer. Eso me anima para seguir adelante, y puedo ayudar a los que se han visto en la misma situación”, añade el docente tzotzil, quien fue premiado en 2010 por el obispo Samuel Ruiz García, por su labor en defensa de los derechos humanos de los indígenas presos en Chiapas con la distinción JTatic Samuel JCanan Lum.
El comisionado del gobierno para el Diálogo con los Pueblos Indígenas, Jaime Martínez Veloz, lo visitó meses atrás. “Me dijo que estaba preocupado, pues sabe que soy inocente”, refiere. “Entendí un como que sí, como que no, del gobierno. No se preocupe, le dije, mejor ocúpese”.
Recuerda los primeros tiempos de su encarcelamiento. Reconoce que “cuando me agarran, lo más doloroso de pensar es la injusticia; te salen unos corajes de aquellos, hasta te llenas de rencor, de odio. Para mí eso era otra cárcel. No te deja avanzar. Cuando me acerqué a las cosas de Dios, comencé a perdonar. Antes yo no era tan religión, pero gracias a la espiritualidad salí de esa cárcel. Me tomó unos años. También ayudaron los trabajos manuales, de artesanía, me sacaban de esos pensamientos. Ya después me he dedicado a transmitirlo a otros presos”.
No atribuye a ningún religioso en particular su transformación. “En la cárcel siempre asisten personas de la Iglesia, y se acercan contigo, y les hablas, pero fui yo que me di cuenta de las cosas. Yo tenía estudios de ciencias sociales, llegué a sexto semestre en la Universidad del Valle de Grijalva, en Tuxtla Gutiérrez. Después fui maestro en mi pueblo de El Bosque. Mis estudios también me han ayudado a acercarme a los compañeros y liberarlos de esa cárcel que es más peor. He ayudado a los que se acercan. O yo me acerqué a ellos, para centrarlos, quitarles el coraje. Hay personas que ni comen, tienen la saliva amargada, como decimos. Me ha tocado liberarlos de eso. Cuando llega esa liberación, llegas a ser más activo”.
El profesor tzotzil cuenta que nunca ha dejado de luchar por su libertad, y que haciéndolo participa en las luchas de los demás presos que lo están injustamente. Como adherentes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, decenas de reclusos en Chiapas han sostenido su inocencia y lograron su libertad. Algunos eran bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
La espiritualidad, más que la religión (católica en su caso), ha sido un arma para resistir. “Unos compañeros solidarios de La Voz del Amate eran evangélicos. Me platicaron sus experiencias. Que sus pastores ven la situación de otra forma, piden que te conformes dentro de la cárcel. Estos compañeros no veían las Escrituras como ayuda concreta para enfrentar la autoridad. Los pastores no quieren tener como enemigo a la autoridad, le sacan, decían mis compañeros. ‘Esos religiosos no están salvados ni son libres porque no hacen nada por nosotros. Quieren que nos resignemos, que es la voluntad de Dios’, me decían”.
En su caso no hubo un cura en especial que lo aconsejara. “La cárcel te enseña a ubicarte, las mismas autoridades con sus abusos te dan las herramientas para rebelarte. Una injusticia te da fuerza, no queda de otra. Las injusticias te impiden estar en paz contigo, no dejan que te liberes. Tienes que encontrar esa paz para seguir adelante”.
Siempre crítico del sistema penal que ha padecido, relata: “Estamos peleando que haya más defensores públicos. En el Cereso donde estoy sólo hay uno. Allí hablamos cuatro lenguas, hay más de 500 internos, casi todos indígenas, y el defensor no conoce las lenguas. Hay una mujercita, tzeltal, el mismo director me lo comentó, que lleva 10 años en proceso. Otro lleva 12. Sin abogado. Imagínate que resultan inocentes, o que su condena es de seis años. ¿Quién les va a reparar los años que perdieron?”
Comenta sobre su “efecto” en otros reos. Ahora lo buscan familiares de presos indígenas chiapanecos, “gente que no sé si conocí, y están sufriendo maltratos” en las Islas Marías (a donde quiso enviarlo el anterior secretario de Gobierno de Chiapas, Noé Castañón León, aunque debió conformarse con tenerlo en un penal federal de Guaymas, Sinaloa, varios meses, hasta que Patishtán logró su regreso a San Cristóbal de las Casas).
Sobre su estado de salud expresa: “La noticia de que el tumor ahí sigue tampoco me va a asustar. Parece que con el tratamiento estoy estable. El tumor crece pero no me sacude. Hay momentos que me preocupa, pero leve”. ¿Sus alegrías? “Tener un día más para reírme. Mis hijos Héctor (presente durante la conversación) y Gabriela (en Chiapas, cuidando a su bebé Génesis, que hizo abuelo al profesor) me han ayudado, y han aprendido con la lucha”.
“La cárcel se va a empeorar”
Recuerda los días no lejanos en que La Voz del Amate y los Solidarios de La Voz del Amate resistían en los penales de San Cristóbal y Cintalapa. Sólo siguen presos Alejandro Díaz Sántiz y él. “Se preocupaban cuando sus nombres no salían en el periódico, o salían los suyos y no el mío. No se asusten, les decía, ¿no saben que donde estoy yo están ustedes, y donde están ustedes estoy, y que a todos nos toca meter la mano por los otros? Alejandro (con 15 años en prisión) era el más callado, pero ha aprendido. Se sentía traicionado. Todos lo estamos. Cuando salieron los otros nueve le dijeron: ‘ponte abusado, Patishtán necesita un secretario’. Y orita él está allá representando las demandas de los presos que se le acercan”.
Las protestas de los presos de la Sexta Declaración propiciaron mejoras en el penal número cinco de San Cristóbal: “Respetan más a las visitas. En abril conseguimos un convenio con una clínica particular para que realicen consultas de doctores y dentistas cada 15 días. Dan atención, medicinas de patente. Las mujeres, unas 50, se revisan con ginecólogo. El 10 de mayo los trabajadores de la cárcel querían celebrar el Día de las Madres, y conseguimos que viniera un mariachi. Conseguimos leña para la cocina de las mujeres, con los huacales de la verdura. Ahí va Alejandro a partirla y entregarla a las compañeras. En los últimos tiempos se pintó un mural en el patio, muy bonito. Se permitió a unos visitantes solidarios introducir pintura y pinceles”.
Cada vez que sale al médico los demás reclusos se preocupan. “¿Ya te vas? No, nomás voy a consulta. ¿Y ese equipaje? Es mi ropita pues. Es que si te vas, Patishtán, y ya no se ve lo que estamos luchando, la cárcel se va a empeorar”.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada