lunes, 9 de julio de 2012

El México que no ha podido ser, será: carta a Andrés Manuel López Obrador

Arturo Romo Gutiérrez
Esta vez no te llamo amigo sino hermano. El amigo se elige o abandona a voluntad. El hermano es para siempre. En nuestro caso, hasta triunfar o perecer. Es el destino de todo aquel que abraza una causa superior.
Nadie puede saber cuándo lograremos la victoria, pero ella inevitablemente llegará. No sé si la vida nos alcance para ver el cambio de la injusta realidad actual; si somos precursores o seremos conductores de la transformación social. Con o sin nosotros, el nuevo orden, que se encuentra en plena gestación, alumbrará.
Te has ganado un lugar de privilegio en la historia moderna del país. Nadie como tú ha luchado, con tanto tesón e inteligencia y siempre en las condiciones más adversas, contra este régimen de oprobio e ignominia que ya lleva treinta años de expoliar a México y su población trabajadora. Pero el poder neoliberal es aún avasallante, cínico, inclemente y amoral.

Hemos escogido la vía pacífica y democrática para combatirlo, derribarlo y hacer de México un país moderno y progresista, sustentado en una nueva sociedad, libre, justa e igualitaria. No sólo lo sugeriste, lo exigiste, y cada quien hizo lo propio antes y durante la contienda electoral.

Ciertamente, el pueblo mexicano es poseedor de altas calidades revolucionarias. Lo ha probado a lo largo de la historia, en lucha contra enemigos superiores en número y eficiencia militar. Mas, en esta lid, muchos de sus componentes fueron aplastados y humillados por la realidad de su pobreza.

Es preciso recordar: a finales del siglo XIX se llevaba a cabo la “norteamericanización de México”; los capitales estadunidenses obtenían jugosas utilidades de su asociación con la dictadura porfirista. El American Cordage Trust, filial de la Standard Oil, exterminaba a los indios mayas, a veces los compraba por lotes en 50 pesos –como en la antigua Grecia de Pericles–; se conservaban mientras duraban… “En menos de tres meses enterramos a la mitad”, confió a Turner un administrador norteamericano.

En marzo de 2009, cuando concluiste tu recorrido por los 2038 municipios de régimen de partido del país y poco después, en noviembre de ese mismo año, los 438 municipios indígenas del estado de Oaxaca, publicaste dos textos estremecedores: “El país desde abajo: apuntes de mi gira por México”, y “Oaxaca, un viaje al corazón del México profundo”, este último título inspirado por el gran antropólogo social Guillermo Bonfil Batalla. Parecía que describías los horrores padecidos por los pobres durante el régimen de Díaz, cien años atrás.

En aquel tiempo se cancelaron las libertades políticas de los mexicanos. Hoy ocurre lo mismo. Son coordenadas que se cruzan en la historia. En ambos periodos es la pobreza manipulada por el poder oligárquico lo que somete, agravia y obtura el porvenir.

El mismo régimen de antaño, con nombre diverso, ha vuelto a aparecer. Lo derrotamos con el voto en 1988 y en 2006. Los poderes constituidos burlaron la voluntad del pueblo expresada en las urnas. El fraude moderno ya no se verifica en la casilla, sino antes y durante el ejercicio eleccionario.

La “victoria” que dicen los árbitros venales alcanzó uno de los dos partidos apuntaladores de la oligarquía, ha sido como las de Pirro, rey de Epiro: caras, engañosas y ciertamente intrascendentes. Pasará con pena sin gloria para nadie.

No lo duden: llegará la hora del desquite. La poderosa red de intereses implicados no ha logrado cooptarte y menos aún aniquilarte, como tampoco al Movimiento Progresista. A pesar de sus pesares, constituimos una fuerza política y social, real e incontrastable, no sólo por su número, sino porque es conciencia organizada y decidida a proseguir la lucha en el marco de las nuevas circunstancias. Resistir para avanzar, defender el derecho del pueblo a la revolución pacífica, frenar la calamidad neoliberal, gobernar de modo diferente en donde la izquierda se ha hecho con el mando, servir obedeciendo como los zapatistas, es y será nuestra tarea.

Adelante, hermano y líder, a continuar con renovado ánimo, a contrapelo de los que se han acobardado, han caído en la desesperanza o se aprestan al acomodo dentro de la nueva situación política. Ten a la vista lo que decía Debray: “Para un revolucionario el fracaso es un trampolín”. Luego, las derrotas de los movimientos progresistas no son sino los prólogos de las grandes victorias de mañana. Hoy, como ayer, se levanta señera la voz de don Benito Juárez: “El triunfo de la reacción es moralmente imposible”. El México que no ha podido ser, será.


Fuente: La Jornada