miércoles, 22 de febrero de 2012

Otra “marranada” en el PAN

21 febrero 2012 | Álvaro Delgado | Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- Chihuahua fue hace un cuarto de siglo, en 1986, arquetipo del fraude electoral priista y, también, baluarte de la defensa del voto del panismo, que este domingo 19 lo reeditó en sus filas, como afirma Javier Corral: “El caso de Ciudad Juárez es un verdadero escándalo, por momentos he recordado el fraude electoral del 86, pero ahora lo siento en casa”.
Corral, quien contendió para ser candidato a senador del Partido Acción Nacional (PAN), describe una de las más detestables prácticas de adulteración de la voluntad popular y del lucro de la pobreza:

“La jornada de este día ha estado caracterizada por uno de los más insultantes acarreos de votantes que haya visto. Sin rubor alguno, en decenas de camiones urbanos en varios municipios del estado acarrearon a miles de personas aprovechando su necesidad e indigencia con el ofrecimiento de despensas y dinero.”

Y enseguida apunta: “Tenemos un arsenal de fotografías, videos y testimonios escritos que documentan imágenes verdaderamente indignas de nuestro partido. Presentaremos todas las pruebas a la opinión pública, a las instancias del partido, y de ser necesario a las autoridades electorales.”

Según Corral, Cruz Pérez Cuéllar, expresidente del PAN estatal y ganador de la elección de ayer, “basó su acarreo con seccionales del PRI”, mientras que el panista que quedó en segundo lugar y que será también candidato a senador, Carlos Borruel, contó “con el padrón de Oportunidades”, el programa de combate a la pobreza del gobierno de Felipe Calderón.

Desde el mediodía de este domingo 19, ante la evidencia de que eran priistas de las zonas marginales los que votaban por Pérez Cuéllar, Corral hizo un pronunciamiento conjunto con Borruel contra el fraudulento acarreo de votantes, pero luego éste se deslindó:

“Pérez Cuéllar se alió con uno de los personajes más desprestigiados del peor priismo, el alcalde Héctor Murguía Lardizábal. Y Borruel fingió durante la mañana no estar enterado de lo que pasaba, pero en cuanto sintió que le tomaba delantera el acarreo de Pérez Cuéllar se hizo eco de mi denuncia, al mismo tiempo que continuaba con su acarreo. Tenemos un testimonio muy valioso de uno de sus representantes sobre esta estrategia, nos lo ha entregado por escrito con su firma.”

Expone Corral en un pronunciamiento que es preciso que se conozca a fondo: “Más allá de si soy o no candidato de Acción Nacional al Senado de la República, daré la batalla en defensa de la dignidad panista, de su historia, de su tradición democrática. Y anuncio que la batalla apenas empieza.”

No extrañan las prácticas de adulteración de la voluntad popular panista como las descritas por Corral, porque no son nuevas. Las más recientes, que fueron también escandalosas, ocurrieron hace tres años, en marzo de 2009, en la elección interna para candidatos a diputados plurinominales, en las que contendió el propio Corral.

Entre el arsenal de mecanismos de defraudación despuntó uno, que solía ser también patrimonio del priismo: El voto de personas muertas. En varios municipios, entre ellos Batopilas, donde nació Manuel Gómez Morín, votaron varios difuntos.

“Lo que pasó en Batopilas es un escupitajo en la cara de Gómez Morín”, me dijo Corral en aquellos días, cuando aseguró que por órdenes de Calderón se le trataba de cerrar el paso a la diputación, sin límite en los mecanismos para cumplir ese objetivo.

En ese entonces, Corral presentó ante el CEN del PAN y la Comisión de Elecciones quejas para sancionar a quienes cometieron fraude electoral en 2009, pero nada pasó y autores de esas prácticas, que quedaron impunes, son los mismos que las volvieron a cometer este domingo 19.

Pero las prácticas fraudulentas no ocurrieron sólo en Chihuahua. Son secuencia de las cometidas en la disputa por la candidatura presidencial, hace dos semanas, que ganó Josefina Vázquez Mota, y esta vez se sucedieron en la contienda por senadurías y diputaciones en 28 estados del país.

La compra y coacción de votos, robo de urnas, “embarazo” de ánforas, acarreos, uso de recursos públicos, condicionamiento de programas, amenazas a servidores públicos, entre otros, ocurrieron otra vez en varios estados del país. El descaro ocurrió en Chihuahua, pero también en el municipio de Lagos de Moreno, Jalisco, donde los autobuses transportaron a campesinos para votar por quienes se les indicaba a cambio de una torta.

En Guanajuato, igual que hace 15 días, las estructuras del gobierno estatal y las del PAN local actuaron para imponer a quienes se les dio la gana. “Hemos convertido el voto en una mercancía”, dijo Javier Usabiaga, el derrotado candidato a senador, mientras que José Ángel Córdova Villalobos, exsecretario de Salud federal y candidato perdedor en la elección del 5 de febrero, reiteró que en Guanajuato se realizan elecciones de Estado.

“Lo he manifestado desde la elección anterior, ahora se corrobora, la elección de Estado, donde hay participación de todas las autoridades”.

Prácticas de defraudación electoral ocurrieron, también, en Veracruz, donde los tres aspirantes al Senado cruzaron acusaciones de fraude: Fernando Yunes, hijo de Miguel Angel Yunes, Julen Rementería y Alejandro Vázquez Cuevas.

El exalcalde de Boca del Río y aspirante a diputado, Francisco Gutiérrez de Velasco, lo puso claro: “La elección es una marranada”.

La lista de “marranadas” panistas es larga, semejante a la del domingo 5 de febrero en Jalisco, Yucatán, México, y su desenlace se prevé sea el mismo: La impunidad.