Luis Hernández Navarro
Un importante sector del movimiento popular mexicano se dispone a botar en las aguas de la política nacional una nueva arca de Noé. El próximo fin de semana efectuará en la ciudad de México el congreso fundacional de una organización política nacional de los trabajadores que buscará sobrevivir al desastre nacional.
El nuevo partido no es un proceso unitario de grupos de izquierda, sino una convergencia de fuerzas populares. Está integrado mayoritariamente por maestros democráticos, trabajadores electricistas del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), grupos de campesinos e indígenas, pequeños núcleos de sindicalistas y defensores del medio ambiente, fogueados en años de luchas de resistencia. Además, incluye en sus filas a militantes de organizaciones revolucionarias de corte trostkista, maoista y leninista, que sobrevivieron al naufragio de la izquierda radical mexicana. Sin embargo, su sello distintivo es su composición popular.
La organización nace con una base social numerosa y con presencia en casi todos los estados de la República. La excepción son entidades como Nuevo León, Baja California Sur y la península de Yucatán. En estados como Michoacán, Zacatecas, Nayarit, San Luis Potosí, Durango, Morelos, Guerrero y Oaxaca tiene una influencia considerable. En algunos lugares su militancia está ya agrupada, asentada territorialmente y ramificada. En otros son fuerzas diversas y dispersas. Cuenta con simpatizantes en Estados Unidos.
Entre los grupos de izquierda que se suman al proyecto están el Partido Revolucionario de los Trabajadores, la Liga de Unidad Socialista, la Organización Socialista de los Trabajadores, el Partido Popular Socialista-México, el Partido Revolucionario del Pueblo, el Movimiento de Liberación Nacional, la Red de Izquierda Revolucionaria, activistas que trabajaron con Alejandro Gazcón Mercado y otros más.
El nuevo partido surge de la convocatoria hecha el 30 de octubre de 2010 por Martín Esparza, secretario general del SME, a construir una fuerza política nacional para expulsar de la conducción del país a los responsables del desastre. El llamado, realizado en el Estadio Azteca ante más de 60 mil personas, tuvo eco en una franja de los movimientos populares y de la izquierda diferenciados de los partidos existentes y críticos del liberal-progesismo.
La nueva organización política lucha por la liberación nacional y la emancipación social (el socialismo), lo que implica enfrentarse simultáneamente a la oligarquía y al imperialismo. Pretende ser un proyecto histórico que va más allá de la coyuntura de 2012. Busca convertirse en el instrumento político de organizaciones sociales para la lucha por el gobierno y el poder. Considera que el problema de la nación rebasa el marco estrictamente nacional, y está vinculado con la lucha de liberación de América Latina y de los pueblos del mundo. Hace de la democracia interna y la unidad una cuestión central de su actuación.
El nuevo partido es una fuerza de masas integrada por militantes. La incorporación a sus filas será a título personal. La militancia es libre e individual. El vínculo con las organizaciones civiles, comunitarias y sociales que apoyan su formación es fundamental, sin que ello implique la subordinación de una instancia a otra. La excepción a esta regla es Nación Tenek en San Luis Potosí, que se reivindica como una nación.
Nadie en la nueva fuerza política se opone a la participación electoral, aunque aún no ha fijado una posición ante los comicios de 2012. Sin embargo, sus militantes coinciden en que deben actuar para enfrentar a los responsables del desastre. Un futuro congreso a comienzos del año entrante definirá el rumbo.
La nueva organización aspira a que se le vea como una fuerza política radicalmente diferente a los partidos con registro; una organización de izquierda novedosa, en contrapunto de la descompuesta clase política y la izquierda de componendas, con presencia en la sociedad civil en general, en la opinión pública y, ante todo, entre los de abajo.
Según la naciente organización, México vive una crisis engendrada por el capitalismo neoliberal sólo comparable a las que dieron paso a la Revolución de Independencia, las guerras de Reforma y a la Revolución Mexicana. Su solución pasa por la construcción de una nueva mayoría que tome en sus manos la dirección política del Estado, con el fin de refundar y reconstruir la República desde el pueblo. Si los trabajadores y el pueblo no asumen la representación de la nación, si no toman la dirección del país y guían a quienes se oponen al neoliberalismo, el desastre será mayor y la nación acabará por ser desarticulada.
La nueva fuerza sostiene que para enfrentar la crisis y resolver los grandes problemas del pueblo de México se precisa una nueva Asamblea Constituyente, un cambio de régimen, una reforma radical de la política, la economía y la cultura. Para ello, enarbola un programa de tareas democrático-nacionales o de liberación nacional que sientan las bases materiales y subjetivas para avanzar en la construcción del socialismo. Éstas sólo pueden lograrse con un cambio en la correlación de fuerzas en favor de los trabajadores y el pueblo y con el desplazamiento de la oligarquía, el imperialismo y sus partidos del gobierno federal.
El partido considera que el derecho a la resistencia y a la rebelión contra formas de gobierno arbitrarias o dictatoriales es la condición previa para que los pueblos puedan crear una sociedad capaz de definir democráticamente y en paz su destino.
La apuesta de los promotores de esta nueva arca de Noé es sumamente ambiciosa. Supone la existencia, en estos momentos, de un espacio político a la izquierda del PRD, el PT y Morena, que puede ser ocupado por un variopinto conglomerado de fuerzas que durante años han tenido grandes dificultades para actuar unitariamente. Implica la incursión en el terreno de la política institucional de destacamentos populares con experiencia en la movilización reivindicativa, pero relativamente bisoñas en la lucha por el poder político. Los meses venideros dirán si el arca supera la tempestad o si naufraga en las convulsas aguas de la política nacional.