domingo, 7 de agosto de 2011

La plaza tomada: el SME en el Zócalo

“No nos iremos hasta que se resuelva nuestra situación”, coinciden los miembros del SME que han hecho del zócalo su campamento de resistencia, y algunos otros, su fuente de ingresos.
“Nosotros estamos convencidos de tener la razón, la razón legal. Si no estuviéramos seguros, no seguiríamos aquí.”
agosto 2011 | Antonio Toríz | Perro Negro
El paisaje cotidiano en la Plaza de la Constitución se ha transformado por completo. La explanada del zócalo capitalino ha sido tomada por un puñado de movimientos sociales y sindicatos que exigen, día tras día, el cumplimiento de sus demandas. Una multitud de casas de campaña y autobuses abarrotan el espacio frente a Palacio Nacional, mientras que varios campamentos hechos con toldos y mantas se extienden sobre la otra mitad de la plaza. Además de los numerosos puestos comerciales que han aparecido por toda su periferia.
El escenario ya no es extraño para los capitalinos. Pero hace apenas cuarenta años la idea de que en el zócalo pudiera realizarse un plantón de varios meses hubiera parecido no sólo impensable, sino ridícula.

En 1968, una pequeña bandera de huelga en el asta central conmocionó a las “buenas conciencias” y a la prensa nacional. Hoy, se han pintado enormes emblemas rojinegros en el suelo de cemento y nadie ha levantado la voz. Si para el movimiento estudiantil llegar hasta el zócalo y llevar a cabo un mítin fue uno de sus grandes logros, hoy el mismo sitio es escenario de sucesivas manifestaciones y discursos y por lo que se ve, sus ocupantes no piensan irse en un buen rato.

Sin duda, lo que era permisible y no dentro de la gran plaza pública ha cambiado en relativamente poco tiempo. Cerca del asta central, se pintó un gran escudo de la extinta compañía Luz y Fuerza del Centro (LyFC) y luego se le rodeó con cientos de zapatos viejos que fueron “donados” con el propósito de repudiar al Gobierno Federal. En el mundo árabe lanzar zapatos es una muestra de desprecio muy significativa, y eso es justo lo que se pretende expresar al dejar expuestas, en la cara de la presidencia, las sucias suelas de cientos de mexicanos.

Es precisamente el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) el que tiene mayor presencia en la plancha del zócalo. Y por mucho. Sin sus campamentos y puestos, que ocupan más de la mitad de su extensión, el paisaje seguiría siendo prácticamente el mismo.

“Apoye la resistencia, compre aguas y paletas”
“¡Lleve sus ricos tacos de carnitas Hasta que se largue Calderón!”, anuncia por micrófono una ex trabajadora del SME. “¡También tenemos aguas frescas!”. Es el grito diario de electricistas convertidos en vendedores informales. Caminando uno se encuentra con que en medio de la plaza ahora hay una tortillería, una taquería y un puesto de ropa con estampados de la extinta compañía. Los carritos de paletas marca SME (“caseras y baratas”) son los más comunes entre los muchos negocios que venden comida u otros productos, además de los puestos de información (“No pague luz, infórmese aquí”) en los que se asesora a quien quiera acercarse sobre cómo eludir el pago del servicio.

“La Comisión Federal de Electricidad (CFE) no puede cobrarte porque tu contrato fue hecho con Luz y Fuerza, no con ellos. Lo que hacemos en estos módulos es ayudarte a presentar un amparo para que ya no te sigan cobrando la luz, que además es carísima”, explica Fernando Rivera, uno de los 16,600 trabajadores despedidos que no han aceptado la liquidación ofrecida por el Gobierno Federal.

“¡Lo de la liquidación es un fraude, una tomadura de pelo!”, salta Javier Guerrero de la Rosa, representante de la sección de Construcción Civil de LyFC cuando nos cuenta los motivos del plantón. Y es que el dinero de la “generosa” indemnización fue tomado del mismo ahorro de los trabajadores: su bono del seguro médico. Dinero que de por sí ya era de ellos.

“Entre los compañeros existe un odio tremendo contra el PAN. No sólo por la extinción de la compañía, sino porque ya son varias las veces que el gobierno nos ha traicionado”, continua. En el 2008 se firmó un acuerdo de productividad entre la paraestatal y las secretarías de Gobernación, Energía y Trabajo mediante el cual los trabajadores de la empresa abarcarían diversas tareas, reduciendo costos y evitando la contratación de nuevo personal. En agosto del 2009 el ex-titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, les aseguró la concesión para explotar la red de fibra óptica de que disponía la empresa. Unas semanas después, cuando todavía se analizaba cómo explotar dicha red, el Presidente de la República decretó la extinción de LyFC, mandando a la basura los compromisos pactados.

De esta forma, los mil 100 kilómetros de fibra óptica pasaron a manos de la CFE, y de ahí, se concesionaron a empresas privadas. El 2º mejor contrato laboral del mundo del que Vicente Fox presumió en su sexenio, fue utilizado en contra de los recién desempleados en una intensa campaña mediática de desprestigio. “Nuestras prestaciones fueron conquistas históricas, ya que nosotros fuimos punta de lanza de muchos movimientos sociales. Y no eran ningunos privilegios, sino los derechos de que debería gozar todo trabajador”, asegura Javier. “El dinero del desarrollo de Luz y Fuerza se lo quedaban empleados de confianza, gente que traía el director.” Fueron los pésimos manejos por parte de los directivos de la paraestatal los que provocaron su precaria situación financiera y de recursos. Los trabajadores tuvieron que arreglárselas durante años para hacer funcionar la red eléctrica del centro convirtiéndola, en palabras de los electricistas, en “una obra artesanal”.

Ante el desinterés de las autoridades por resolver el conflicto desatado luego del 10 de octubre del 2009, se tomaron medidas extremas. Las marchas ya no funcionaban. Una huelga de hambre masiva llevo al borde de la muerte a varios electricistas, pero el entonces Secretario de Gobernación, Francisco Gómez-Mont, se comprometió a llegar a un acuerdo y resolver el conflicto. Sin embargo, poco después presentaría su renuncia, quedando este compromiso en el olvido.

Luego de interminables largas al asunto y propuestas que no resolvían nada, se decidió llevar a cabo un plantón por tiempo indefinido. Comenzó el 3 de marzo y su fin todavía parece lejano. “No nos iremos hasta que se resuelva nuestra situación”, coinciden los miembros del SME que han hecho del zócalo su campamento de resistencia, y algunos otros, su fuente de ingresos.




“Para resistir hay que subsistir”, se lee en un letrero negro colocado junto a la cabina móvil de Radio SME. Cerca, un grupo de sindicalistas mata el tiempo jugando dominó. Le pregunto a Javier cómo se organizan, cuáles son las actividades de un día normal. “Dividimos el zócalo en cuatro cuadrantes (imaginarios): líneas aéreas, los eléctricos, construcción civil y los comerciales; de acuerdo a la organización que tenia la empresa. Cada zona tiene sus representantes y sus miembros. También están las divisiones de Lechería, Tulancingo, Necaxa y Cuernavaca. La mayoría de nosotros llegamos todos los días en la mañana y nos vamos en la noche. Otros se quedan a cuidar los campamentos y las cosas que dejamos. Durante el día hacemos diferentes actividades. Cuando nos llaman para una manifestación pues vamos, o se hacen mítines, o lo que cada compañero tenga designado.

¿Cómo es su relación con los otros sindicatos y movimientos que también se encuentran aquí? “Intentamos tener unidad. Manifestarnos juntos cuando podamos. Están los compañeros mineros, los maestros de Oaxaca de la Sección 22 del SNTE, el Frente Popular Francisco Villa, también hay un grupo de policías que fueron despedidos injustificadamente y hasta una persona en huelga de hambre. Aunque hay organizaciones grandes como el sindicato del Metro que prefieren tomar distancia y decirnos: «cada quien su lucha». Cuando llegan movimientos más grandes, como la marcha de Javier Sicilia, nos quitamos un rato para que la gente quepa.”

¿A dónde va el dinero de lo que se vende? ¿Se creó un fondo o es de cada quien? “Los compañeros que venden comida u otras cosas se quedan con lo que ganan. Lo necesitan para vivir. Y si se repartiera nos tocaría de a muy poco, casi nada.”

¿Han intentado desalojarlos o los han agredido? “No, todavía no. Aunque a veces nos tiran cosas desde los edificios. Una vez nos aventaron canicas de Palacio Nacional.”

Hace cuarenta años la sola intención de permanecer más de una noche en la Plaza de la Constitución provocó que soldados y tanquetas dispersaran a los estudiantes por las calles del centro. El plantón del SME acaba de cumplir siete meses, y a pesar de que sólo se les ha agredido con canicas, no es muy diferente la actitud del gobierno actual y el de 1968 ante las demandas de los manifestantes.

No se ve el mínimo interés por resolver el conflicto creado hace casi dos años. Sin embargo, los electricistas piensan continuar resistiendo en el corazón de la ciudad. La victoria no es cuestión de fuerza, sino de juicio. Pues como dijo Javier a nombre de sus compañeros: “Nosotros estamos convencidos de tener la razón, la razón legal. Si no estuviéramos seguros, no seguiríamos aquí.”


Fuente: Revista Perro Negro