Agustín Basave
Analista Político | 04-01-2011 | 01:08
Distrito Federal– Este año nuevo pondrá a prueba la capacidad de los mexicanos para resolver conflictos. Nuestro 2010 cerró como circo romano de varias pistas, y todo indica que la tendencia es al alza. Ya no son sólo los cárteles del narcotráfico peleando entre sí o contra las autoridades o contra la ciudadanía, sino también las rivalidades y reyertas entre las instituciones encargadas de la seguridad pública. Y qué decir de las pugnas internas en el sindicato de mineros y en el de maestros, y el problema irresuelto del SME y las turbulencias generadas por la reforma laboral en la CTM y en las cúpulas empresariales. Y hablando de empresarios, afloraron sus viejas desavenencias con el presidente de la República y surgieron nuevas entre diversos medios: TV Azteca o MVS con Televisa, Televisa con Reforma o Proceso, las televisoras con Grupo Carso. Ni la Iglesia se queda atrás: a sus viejas divisiones entre sectores conservadores y progresistas sumó las polémicas de algunos de sus jerarcas con varios políticos.
Pero será precisamente en este terreno, el de la política, donde las cosas se pondrán color de hormiga. 2011 albergará muchas escaramuzas intrapartidistas e interpartidistas de cara a la madre de todas las batallas electorales, la de 2012. En el PAN todavía no sanan las heridas que dejó la elección de su dirigente nacional y ya se afilan los cuchillos para la disputa por la candidatura presidencial. La mera posibilidad de que se teja una alianza con el PRD y de que eso lleve a la postulación de un candidato externo enerva a muchos panistas. Por lo demás, la secuela del secuestro de Diego Fernández de Cevallos y los jaloneos para arrebatar jirones de poder a un Felipe Calderón inevitablemente desgastado en la recta final de su sexenio probarán la capacidad del blanquiazul para procesar sus diferendos sin rupturas.
En el PRD las cosas serán aún más difíciles. En la liza por su dirigencia nacional presenciaremos la paradoja de nuestra izquierda democrática: su añeja tradición divisionista y su relativamente reciente habilidad para mantener a sus tribus (y ahora al lopezobradorismo) unidas con alfileres. Con todo, no será ahí donde se enfrenten los mayores peligros de fractura, sino en la elección de su candidato a la Presidencia y en la definición de sus aliados. No olvidemos que fue la pesadilla de Calderón de devolverle la banda presidencial al PRI y el sueño de Jesús Ortega de afianzarse en el CEN, junto con la vigilia de Manuel Camacho, lo que gestó las alianzas PAN-PRD. Si todo queda en gritos y sombrerazos, los perredistas podrán darse por satisfechos.
En el PRI se darán los combates menos ostensibles pero más despiadados. Los priístas son los estrategas más taimados y será muy interesante verlos destrozarse sin hacerse daño. Sus dos nuevas facciones –el partido escudo y el partido lanza– se van a dar con todo hasta el límite de su supervivencia. Se detendrán a negociar cuando calculen que la destrucción de su contraparte implicaría costos inaceptables, pero mientras tanto harán todo lo posible por debilitarla para llegar a la repartición en posición ventajosa. Los gobernadores y los grupos parlamentarios se partirán en dos y se atrincherarán hasta que quede claro que Enrique Peña Nieto no se tropezará, y entonces, previa distribución de prebendas, emergerán “más unidos que nunca” para enfrentar al enemigo externo y retornar a Los Pinos.
Ahora bien, simultáneamente a esos altercados internos, los tres partidos grandes y los cuatro pequeños se van a dar con todo entre ellos. Y va a ser un pleito de callejón en el que se violarán todas las reglas que se puedan violar sin pagar por ello un precio demasiado alto. No va a haber más límites, pues, que el análisis costo-beneficio de las marrullerías. Y ya sabemos que en este país sale muy barato ser marrullero. El PAN no se tocará el corazón para evitar el retorno del PRI, el PRD irá por la revancha sin ningún miramiento y el PRI intentará volver por sus fueros cueste lo que cueste.
De modo que habrá refriegas por todos lados. Criminales y policías y militares, sindicalistas y empresarios, jerarcas eclesiásticos y sobre todo políticos se van a dar a manos llenas. Y quizá irrumpa en el escenario otro actor, la izquierda armada, que al parecer ha acumulado suficiente dinero para hacerse sentir. Lo cierto es que en 2011 nuestra patria va a ser una gigantesca arena coliseo donde lucharán de a de veras seudotécnicos contra rudos, jugándose muchas máscaras y escasas cabelleras. Y ahí, en el graderío, estaremos el resto de los ciudadanos, observando las madrizas con una mezcla de hastío y morbo y seguramente entreteniéndonos con nuestras propias riñas de tribuna. Si bien el conflicto es inherente a toda sociedad, este año la nuestra llevará las cosas al extremo. Pero usted no se preocupe: lo más probable es que no pase nada y que todo siga más o menos igual. Por las buenas o por las malas las élites arreglarán sus problemas. Y México seguirá en el subdesarrollo.