La Jornada - Editorial
La liberación por
el gobierno de Venezuela de opositores presos y el anuncio de que la
mayoría opositora en la Asamblea Nacional suspendió de manera temporal
la discusión sobre un juicio político al mandatario Nicolás Maduro
constituyen los primeros gestos significativos de distensión en la grave
escalada de enfrentamientos que ha crispado la vida política de ese
país sudamericano a grados alarmantes, que amenaza con desembocar en una
desestabilización y violencia generalizada.
Los pasos mencionados son fruto de los diálogos exploratorios para buscar una salida negociada a la crisis que desde el domingo tienen lugar en Caracas entre la mitad de partidos y organizaciones que integran la Mesa de la Unidad Democrática y altos funcionarios del gobierno venezolano, con mediación del enviado papal, Claudio María Celli, y los ex presidentes Martín Torrijos, de Panamá, y Leonel Fernández, de República Dominicana, y el ex jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quienes han actuado como facilitadores del proceso. A esas personalidades se sumó el subsecretario estadunidense de Estado para Asuntos Políticos, Thomas Shannon, quien llegó el lunes para expresar el respaldo de Washington a las conversaciones y reunirse tanto con el presidente Maduro como con los principales representantes de la oposición.
Cabe saludar estos gestos preliminares de ambos bandos como un principio de construcción de confianza y elemental muestra de voluntad política para poner fin a una fase de confrontaciones que había llevado en la práctica a la parálisis de las instituciones venezolanas. Asimismo, hay que dar la bienvenida a los actores internacionales que han sumado su experiencia para facilitar la exitosa conducción del proceso.
Por lo demás, no debe perderse de vista que las señales
conciliatorias de los días recientes son antecedidos por una historia de
virulentos desencuentros y tienen lugar en un contexto de polarización
exacerbada, como se hizo patente con la violencia desbordada que tiñó la
multitudinaria marcha opositora del martes 22. Aunque sería ingenuo
esperar una resolución inmediata a la madeja de intereses contrapuestos y
divergencias ideológicas que pone en riesgo la viabilidad institucional
de la nación caribeña, es imperativo que en los próximos días los
bandos en pugna saquen el máximo provecho a esta confluencia de factores
positivos que difícilmente se repetirá.
A fin de cuentas, tanto la diversidad de sectores e intereses que
conforman a la oposición venezolana –se trate de quienes han decidido
sentarse a dialogar o de quienes todavía apuestan por la subversión y la
ruptura del orden constitucional– como el propio gobierno venezolano
están forzados a reconocer que la otra parte seguirá presente en la vida
política de Venezuela, por lo cual resulta ineludible la construcción
de un compromiso que garantice a todos los venezolanos la convivencia
democrática y pacífica a la que tienen derecho.