viernes, 29 de julio de 2016

El "ministro" ataca de nuevo / En dos meses, gasolinazo de 6% / Combustibles: precios récord

Carlos Fernández-Vega / México SA
Que no habría más gasolinazos, pero en el cuento de nunca acabar una vez más el gobierno peñanietista incumple sus compromisos (notariados durante la campaña electoral), y sin sonrojo alguno a partir del primer minuto de agosto aumentará los precios de gasolinas y diésel en una proporción que, sumada a la de julio, prácticamente equivale al practicado en todo un año, es decir, procede en riguroso sentido contrario a la prometido.
Entre julio y agosto de 2016 el incremento al precio de las gasolinas acumula 6 por ciento, contra una inflación de 0.31 por ciento, de tal suerte que sólo en ese par de meses el aumento acumulado de los combustibles resulta 20 veces superior al avance oficial de los precios en general en todo 2016. Precios récord, pues.

Que a partir de 2015 se acabaría la política de los gasolinazos y ya no habría incrementos mensuales en los precios de las gasolinas, prometió Luis Videgaray, el ministro del (d) año en septiembre de 2014, pero en los hechos con el amanecer de 2015 la Secretaría de Hacienda aplicó un gasolinazo para todo el año.
Poco más de un año después, el mismo personaje prometió que en 2016, gracias a la reforma energética, el precio de las gasolinas se liberará, por lo que el valor máximo y mínimo estará sujeto a la inflación y a la fluctuación de la banda establecida, así como al precio de referencia con el que se vende la gasolina en la costa del Golfo de Estados Unidos.
Y en lo que va de 2016 los precios de las gasolinas Magna y Premium se han incrementado 6 por ciento (80 y 78 centavos, respectivamente), y el del diésel 1.5 por ciento (21 centavos), con una inflación oficial de 0.31 por ciento y precios en Estados Unidos que se mantienen 20 por ciento por debajo de los imperantes en México (por litro, 64 centavos de dólar allá y 78 centavos aquí, para el caso de la Premium).
De todas, pues, ha incumplido todas y nada raro sería que en los próximos días anuncie nuevos aumentos en las tarifas eléctricas, con lo que el propio gobierno federal acicatea la inflación, mientras el Banco de México (cuyo único objetivo es mantener estables los precios) no dice ni pío.
En la Secretaría de Hacienda ya ni siquiera se toman la molestia de salir a explicar la versión oficial sobre el aumento de los precios de los combustibles. Al principio del sexenio peñanietista esa tarea fue encargada al subsecretario de Ingresos, Miguel Messmacher Linartas, pero a estas alturas les importa un bledo y con un boletín de prensa evitan la penosa necesidad de dar la cara.
Y por medio de un boletín la dependencia a cargo del ministro del (d) año notificó, como vil oficialía de partes, que “en agosto de 2016 los precios máximos de las gasolinas Magna y Premium, y del diésel serán mayores a los observados en julio en 56, 44 y 21 centavos por litro, respectivamente. El precio de la gasolina Magna será de 13.96 pesos por litro, el de la Premium de 14.81 pesos por litro y el del diésel de 13.98 pesos por litro… El aumento en los precios máximos de los combustibles durante agosto es debido al repunte observado en las referencias internacionales para los precios de los combustibles, el cual refleja la recuperación reciente en el precio del crudo”.
Pero resulta que en Estados Unidos los precios de las gasolinas han descendido, y la supuesta recuperación del crudo en los hechos ha sido al revés, pues en el último año los precios del West Texas y el Brent han caído entre 14 y 20 por ciento, mientras en igual lapso la mezcla mexicana de exportación se hundió algo más (alrededor de 23 por ciento). Y el precio de las gasolinas que se venden en México son equiparable a los prevalecientes no en Estados Unidos, sino en Moldavia y Haití, con muy poco petróleo el primero y nada el segundo.
El primer día de enero del presente año el litro de gasolina Magna se vendía a 13.16, el de Premium a 13.98 pesos y el de diésel a 13.77 pesos. A partir del primero de agosto de 2016 tales precios serán –en el mismo orden– de 13.96, 14.81 y 13.98. Lo mejor del caso es que el gobierno prometió que gracias a la reforma energética bajarán los precios de los combustibles y de las tarifas eléctricas.
De hecho, en febrero pasado el inquilino de Los Pinos detalló que su decisión de adelantar la apertura del mercado nacional de combustibles (originalmente prevista para 2017) fue para ofrecer mejores precios a los consumidores mexicanos. Y desde entonces tales precios aumentaron 20 veces con respecto al crecimiento oficial de la inflación.
En el transcurso del sexenio peñanietista el precio de la Magna se ha incrementado 29.14 por ciento; el de la Premium 30.25 por ciento y el del diésel 25.16 por ciento. Y la inflación oficial en el mismo periodo ha sido, hasta junio pasado, de 10.87 por ciento. Entonces así o más precios bajos.
Pero no es novedad, porque el propio personaje –en campaña electoral e instalado en Los Pinos– presumió que uno de los objetivos fundamentales de la reforma energética es disminuir las tarifas eléctricas. Vamos a bajar la tarifa eléctrica para el consumo de los mexicanos, y la energía que también necesita la industria de nuestro país, para generar más empleos y mayor competitividad.
Cómo olvidar que en su campaña electoral Enrique Peña Nieto cacareó el numerito en no pocas ocasiones: he firmado (ante notario público) una serie de compromisos de campaña, entre los que destaca la reducción de las tarifas de electricidad, un sentido reclamo de la población. En los hechos ha sido al revés, y el más reciente aumento a dichas tarifas quedó así: para el sector industrial entre 2 y 5 por ciento; para el comercial de 5 a 7 por ciento y la de uso doméstico de alto consumo de 6.8 por ciento.
Entonces, resulta explosiva la mezcla de aumentos en los precios de gasolinas, diésel y gas; el incremento de tarifas eléctricas; la ausencia de crecimiento económico y de bienestar social; el incremento de la inflación y la masacre en contra de la moneda nacional, mientras el poder adquisitivo de los mexicanos se mantiene en el inframundo.
¿A quiénes creen ustedes, queridos lectores, que trasladarán los empresarios el impacto en sus costos y utilidades por el aumento en los combustibles, las tarifas eléctricas y la devaluación del peso? ¡Sorpresa!: a los consumidores.
Las rebanadas del pastel
Y para alegrar este maravilloso México en movimiento (EPN dixit), ayer el billete verde se vendió a 19.20 masacrados pesitos, y el barril de crudo a 35.96 dólares.