
Fabio Barbosa - Contralinea
Las estadísticas internacionales apuntan
que el exceso de la oferta de hidrocarburos sobre el consumo mundial
oscila entre 1.2 millones y 1.5 millones de barriles diarios. Estas
cifras parecen insuficientes para explicar el desplome del 75 por ciento
de los precios.
Las cuencas que han contribuido en forma más destacada al aumento de la producción son las de shale
(lutitas) en Estados Unidos y Canadá, y las arenas bituminosas de este
último país. Las empresas petroleras que venden equipos, refacciones e
insumos –interesadas en incrementar sus ventas– han desplegado una
abusiva propaganda asegurando que estas nuevas formaciones anuncian “un
nuevo siglo de civilización petrolera”; que Estados Unidos ya es
autosuficiente; que es el mayor productor petrolero del mundo, y que si
los países pobres que tienen petróleo –como México– quieren acceder al
progreso, deben seguir el “modelo fósil”.
La verdad es que Estados Unidos realizó
la hazaña de elevar al doble su extracción aceitera pasando, de 2005 a
2014, de 5 millones a 10 millones de barriles diarios; es un crecimiento
enorme. Pero a pesar de ello ese país ni siquiera pudo alcanzar la
autosuficiencia
¿Autosuficiencia de Estados Unidos?
Estados Unidos produjo en el pico de
2014, como anotamos, 10 millones de barriles, pero en ese país se
consumen 18 millones de barriles diarios para alimentar las refinerías y
exportar gasolinas a más de 20 países, destacadamente México y
Venezuela, así que necesitan seguir importando petróleo; de otra manera,
millones de sus obreros quedarían sin empleo.
El sector petrolero de Estados Unidos se encuentra atrapado en cuellos de botella:
su aparato de refinación, el más grande y sofisticado del mundo, fue
diseñado y construido para procesar los aceites de sus diversos
proveedores. Como su nueva producción shale es de extra ligeros, algunas refinerías operan debajo de su capacidad y sufren un déficit para procesar la sobreproducción shale. Esta situación se replica en transporte: algunas de las zonas shale, como Bakken, están muy distantes y el aceite se transporta en carros tanque.
Por otro lado, después de 10 años de la revolución del shale
los inversionistas saben que no es sostenible y no hay inversión en
refino, o se limita a pequeñas plantas y es escasa en ductos.
Estados Unidos ¿continúa importando gas?
El mercado del gas en ese país, siendo gigantesco y cubriendo todo su
vasto territorio, presenta una concentración en los estados del Norte en
la costa del Atlántico, contiguos a Nueva York, en la frontera con
Canadá; en esa región Estados Unidos sigue importando gas natural.

En suma, inferimos que la producción de shale y la de arenas apretadas es insuficiente para explicar la crisis
¿Pueden competir los shale con los hidrocarburos convencionales?
La crisis de precios comenzó en el
segundo semestre de 2014. En ese lapso, el sector petrolero de Estados
Unidos ha sufrido una notable reducción de la perforación, la pérdida de
miles de empleos e incluso ha comenzado a caer (véase “El derrumbe del
precio del crudo ¿un fenómeno transitorio?, www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2015/11/03/el-derrumbe-del-precio-del-crudo-un-fenomeno-transitorio/).
La gráfica 2 muestra que de cada cuatro equipos de perforación
trabajando antes de la crisis, tres están parados; de casi 2 mil, sólo
quedan poco más de 500.
Desde luego muchas características de la producción shale
han sido estudiadas pero las crisis descubren características antes
desconocidas. Ahora podemos observar que conforme cae el número de
equipos de perforación (rigs), la producción disminuye, pero no en la misma tasa: las curvas de declinación pueden tener una pendiente menor en ciertas áreas óptimas y que los “sweet spots” pueden ser rentables quizá a 30 dólares el barril.

La crisis por el lado de la demanda
La nueva producción de Estados Unidos ha
reducido sus importaciones, destacadamente las provenientes de
Venezuela y algunos países africanos, pero esa producción fue
reorientada a China, India y otros países asiáticos.
Así, lo que a continuación quisiéramos
exponer es que el exceso de la oferta, como los analistas coinciden, es
un factor. Pero acaso un mayor impacto resulta de la debilidad de la
demanda.
Pero consideramos necesario precisar
algunas diferencias entre la debilidad del crecimiento económico en
Estados Unidos, la Comunidad Económica Europea, Japón y otras economías y
el fenómeno chino.
En el descenso de las tasas de
crecimiento de las importaciones chinas de materias primas, entre ellas
el petróleo, creemos observar más que una disminución coyuntural del
ritmo de las importaciones; consideramos importante distinguir que se
trata de un problema estructural, acaso lo que ocurre es que ha
concluido la etapa de crecimiento explosivo del inicio de sus reformas
económicas para entrar a un “nuevo periodo” de crecimiento más moderado,
una “nueva normalidad”, como la llama el embajador José Eduardo
Navarrete en sus artículos en La Jornada.
Si lo anterior es correcto, es inútil
esperar que China levante su consumo; la tasa actual de crecimiento, de
alrededor del 6 por ciento, es muy alta comparada con los promedios
mundiales.
El crecimiento económico observado en
casi un cuarto de siglo, de fines de la década de 1980 a 2012, al que es
concomitante una demanda energética voraz, corresponde a la fase del
despegue económico. Es el periodo en que China pasó de ser una economía
fundamentalmente agraria a una economía urbana industrializada, con
altas tasas de formación de capital fijo, complejos habitacionales,
obras hidráulicas, explosión del parque automotriz; el ingreso per cápita en China creció casi ocho veces, pasando de 1 mil 500 dólares, en 1990, a 11 mil 500 en 2013.
Desde luego aunque en menor escala
también la India, fue uno de los propulsores fundamentales de la demanda
mundial de energía. En ese periodo peculiar China superó a Estados
Unidos, como el mayor importador de petróleo en el mundo y se convirtió
en el segundo consumidor a escala planetaria. La India asumió el cuarto
lugar como consumidor.

Debilitamiento del extractivismo
Si nuestra hipótesis es correcta, lo que
ocurre en el mercado petrolero es un cambio profundo que afectará al
modelo extractivista, incluyendo la minería, en México y otras economías
en América Latina.
En este panorama internacional el caso de México es patético. El gobierno de Enrique Peña, por un lado, intentó,
con su fracasada reforma energética, contribuir a elevar la
sobreproducción y, por otro lado, en un gesto grotesco viajó a Oriente
Medio dizque buscando acuerdos para la estabilización del mercado
petrolero. Si actuara con sinceridad, por lo menos hubiera llevado una
propuesta de reducir la sobreoferta. La gráfica 3 muestra que México aún
figura en la lista de los principales productores.
Ante la caída de los precios simplemente están a la deriva, sometidos al vendaval, esperando que por un milagro divino, se produzca una nueva estabilidad.
Desde luego que hay alternativas:
podríamos empezar a abandonar el modelo fósil, vigorizar el mercado
interno, “producir para nosotros”, un nuevo modelo en el que la primera
medida es la elevación de los salarios; pero ello requiere un cambio del
sistema político.
*Economista y maestro en historia de
México; especialista en industria energética; investigador del Instituto
de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México
Fabio Barbosa Cano*
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: PETROLERO]
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