miércoles, 9 de marzo de 2016

“Enrique Trump”


"Enrique Trump". Cartón de RochaCIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Donald Trump es un racista confeso que ha descalificado a los mexicanos como “criminales” y “violadores”. El precandidato presidencial ha anunciado que de ocupar la Casa Blanca expulsaría a millones de connacionales de Estados Unidos y obligaría al gobierno mexicano a construir una enorme muralla en la frontera entre los dos países. Sus ataques a México y a los mexicanos se han convertido en uno de los ejes principales de su campaña presidencial, junto con sus posiciones igualmente retrógradas sobre los musulmanes y el Medio Oriente.
En respuesta, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha mantenido un silencio cómplice y criminal. El ocupante de Los Pinos no ha emitido pronunciamiento alguno sobre el tema, y sus voceros han hecho todo lo posible por evitar cualquier cuestionamiento o confrontación. La semana pasada, Francisco Guzmán, titular de la Oficina de la Presidencia, declaró a la agencia Bloomberg que el gobierno de Peña Nieto trabajaría de igual manera con Trump que con cualquier otro presidente del país vecino (véase: http://ow.ly/YZzyF).
En otras palabras, el actual primer mandatario de México se pondría a las órdenes de Trump, como lo ha venido haciendo con el gobierno de Barack Obama. Por ejemplo, hace unos días el jefe del Ejecutivo se rebajó al nivel del vicepresidente estadunidense, Joseph Biden, durante su visita a la Ciudad de México para participar en una reunión con empresarios y oligarcas de nuestro país. Peña Nieto se reunió en privado con el segundo de Obama durante más de una hora, y posteriormente dieron una conferencia de prensa conjunta.
Las reglas de la diplomacia exigen que haya una estricta igualdad con respecto a las relaciones públicas entre dos países soberanos: presidentes con presidentes, vicepresidentes con vicepresidentes, y procuradores con procuradores. Sería ridículo imaginar, por ejemplo, la celebración de una conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca entre Obama y Miguel Ángel Osorio Chong o Arely Gómez. Al colocarse al nivel de Biden, Peña exhibió públicamente lo que la mayoría ya teníamos claro: el actual primer mandatario de la nación no trabaja para el pueblo mexicano, sino que funge como un empleado más del gobierno de Washington y de los empresarios de Wall Street y Silicon Valley.