MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Por primera vez en lo que va de su
gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto recibió rechiflas e insultos
durante la noche del Grito.
A diferencia de los dos años pasados, la plancha del Zócalo dio
cabida no sólo a los acarreados del Estado de México, sino a ciudadanos
que acudieron al derecho patrio, quienes fueron ubicados en la parte más
lejana al Palacio Nacional.
Minutos después de concluir la presentación de la Arrolladora Banda
Limón, una formación militar dio el tres de Diana, mientras la
transmisión en pantallas gigantes mostraba al presidente aproximándose
al balcón.
Peña Nieto de negro en punta, cruzada la banda presidencial; ella, su
esposa, Angélica Rivera, con un sofisticado vestido de tono beige y
dorado, aparecieron y despertaron la rechifla y el popular coro de los
estadios de futbol ¡eeeeeeeeh puto!
Los gritos y silbidos de rechazo sólo cesaron cuando Peña Nieto
pronunció los vivas y se entonó el Himno Nacional: él, con gesto adusto;
ella, su esposa, con la sonrisa a flor.
Entregada la bandera a una escolta de cadetes, la rechifla volvió con
otro grito adoptado del futbol: ¡uleeeeero!, así cantador, repetido
varias veces hasta que la transmisión se cerró e inició la pirotecnia.
En los dos años anteriores el Zócalo capitalino fue tomado por
contingentes de acarreados del Estado de México, sin que se permitiera
el acceso libre a ciudadanos que deseaban participar de la conmemoración
fundacional del país y, a diferencia de hoy, prevalecían en el Zócalo
vivas y porras a Peña Nieto.