
MUNICH (apro).- Como no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial, millones de personas se están desplazando por Europa en busca de seguridad. Unos cuatro millones de sirios han escapado del escenario de la guerra civil y conflicto internacional en que se está convertido su territorio.
El cupo se agotará pronto. Las estaciones de trenes alemanas están
convertidas estos días en un ir y venir de refugiados sirios. Los más
afortunados, llegan a reunirse con familiares o amigos. Después de la
solidaridad con la que muchos alemanes están acudiendo a recibirlos con
ropa, comida y agua, mientras las autoridades levantan centros de
refugio, la integración no será fácil para los sirios.
Habrán de enfrentar a la extrema derecha, sintetizada esta semana por
la camarógrafa húngara Petra Lazlo, empleada de una televisora privada
cercana al gobierno de ultraconservador. Lazlo golpeó a refugiados que
huían de la policía en la frontera de Hungría con Serbia.
Escenas de agresión contra los desplazados también se ha registrado
por parte de la policía en Macedonia, procedentes de Grecia, en el largo
camino que recorren desde Medio Oriente para llegar a Austria, que se
ha convertido en la entrada a Europa y el comienzo de los cuotas de
refugiados. Alemania prácticamente recibiría a todos.

La cifra de 800 mil está muy lejos de los 10 mil sirios que la
administración Obama dice estar dispuesta a recibir. Ese ofrecimiento va
a tono con la hipocresía con que mucha de la prensa estadounidense ha
criticado a los gobiernos europeos por no haber actuado antes y que en
cambio poco dice de la responsabilidad de su país en la crisis de Medio
Oriente.
Sorprende más todavía la crítica estadunidense cuando un colérico
antiinmigrante como Donald Trump no deja de crecer en las encuestas para
la candidatura presidencial del Partido Republicano y quien ya ha
desatado agresiones contra inmigrantes, particularmente mexicanos.
La mirada internacional obliga a los países a actuar. Lo demostró el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) que investigó la desaparición forzada de los 43 normalistas de
Ayotzinapa, un crimen de lesa humanidad que está por cumplir un año.
Por primera vez en la larga historia de impunidad en México, un informe independiente
cuestiona técnicamente a la autoridad. Se trata de un documento que
tiene el aval de los gobiernos de la región, a excepción del régimen
cubano. Como órgano de la Organización de Estados Americanos, la CIDH y
el equipo de expertos no actuaron al margen de los países del
continente.
El gobierno de Peña Nieto no puede descalificar esa evaluación. Por
lo que haga o deje de hacer, Peña Nieto volverá a estar bajo escrutinio.
La CIDH ha abierto un camino en México, el de la actuación
internacional en asuntos específicos ante la incapacidad o la
complicidad oficial. Guatemala es otro ejemplo de cómo puede actuar la
comunidad internacional ante la inoperancia y la corrupción
gubernamental.
Guardadas todas las distancias con la tragedia humanitaria que se
vive en Europa, los desplazados, desaparecidos, ejecutados, torturados y
las víctimas de graves violaciones a los derechos humanos en México,
obligan a una mayor actuación internacional en el país.