
Julio Hernández López - Astillero
Joaquín Gamboa Pascoe
habló emocionado, a punto de soltar el llanto, frente a la estatua de
dos metros que le representa en el edificio de la Confederación de
Trabajadores de México (CTM), donde ejerce el tipo de mando caciquil que
históricamente ha caracterizado a esa organización de control laboral
siempre a favor del gobierno y los empresarios (en San Luis Potosí hubo
otro ‘‘líder’’, del gremio electricista, que como tesorero nacional de
su sindicato pagaba placas metálicas de ‘‘agradecimiento del pueblo’’ a
su sacrificio
como legislador que también era. Él ordenaba que se hicieran los ‘‘reconocimientos’’, organizaba las ceremonias de entrega, acarreaba a los asistentes, avisaba a los reporteros y luego casi lloraba de emoción ante esos homenajes ‘‘espontáneos’’ que jamás se habría imaginado y que consideraba, modesto, abrumado, no merecer).
como legislador que también era. Él ordenaba que se hicieran los ‘‘reconocimientos’’, organizaba las ceremonias de entrega, acarreaba a los asistentes, avisaba a los reporteros y luego casi lloraba de emoción ante esos homenajes ‘‘espontáneos’’ que jamás se habría imaginado y que consideraba, modesto, abrumado, no merecer).
A diferencia de Fidel Velázquez, el marrullero dirigente casi eterno
de la CTM, que guardaba las formas y no exhibía riquezas, Gamboa Pascoe
(nacido en mayo de 1922) es un millonario al que le gusta mostrar las
delicias del dinero en abundancia. Se comporta como una especie de
aristócrata del contrato de protección a empresas, un degustador de la
buena vida que por desgracia debe perder horas en la atención de asuntos
proletarios por lo demás tan redituables, un mercader de la fuerza de
trabajo que al final de los regateos se regala compensaciones de ensueño
(casimires finos, camisería de diseñador, zapatos de pieles exóticas,
restaurantes de lujo, autos BMW y Mercedes Benz, residencia en el
Pedregal de San Ángel, cacería, golf, así que una vez dijo a una
reportera: ‘‘¿Qué porque los trabajadores están jodidos yo también debo
estarlo? A mí nunca me verán descalzo ni de guaraches’’, referencia
tomada de un capítulo de Los amos de la mafia sindical, de Francisco Cruz Jiménez, Editorial Planeta http://bit.ly/1w9OrnC ).
El funcionamiento del actual sistema político, con sus injusticias
electorales, económicas, sociales y culturales, ha tenido como pieza de
suma importancia ese sindicalismo castrado, el de la CTM, la
confederación soldadera del PRI, vendedora tradicional de favores a los
empresarios que prefieren pagar cuotas en efectivo a los ‘‘líderes’’
para así imponer contratos desventajosos a los trabajadores que a la
hora de pretender organizarse y protestar se topan con la cláusula de
exclusión aplicada por los ‘‘dirigentes’’ domesticados y con el aparato
de control y sanción jurídica representado por las juntas locales y
federales de ‘‘conciliación y arbitraje’’. La CTM y los sindicatos y
organizaciones similares han cumplido también con la función de
adocenamiento del espíritu cívico y político de los mexicanos. Han
‘‘enseñado’’ durante décadas que las luchas por reivindicaciones pueden
ser aplastadas con la colaboración de esos ‘‘líderes’’ que se han
prestado al acarreo, la compra de votos y el fraude electoral a cambio
de prebendas directas, protección solidaria al ‘‘negocio’’ de la
explotación de obreros y ‘‘cuotas’’ en cargos legislativos e incluso
gubernaturas.
Enriquecido abogado, que en realidad es patronal, Gamboa Pascoe,
gerente en turno de la central obrera ya mencionada (antes de él estuvo
el electricista de licencioso lenguaje Leonardo Rodríguez Alcaine,
apodado La Güera), tuvo a bien ayer, al develar emocionado su propia estatua (oh, las sorpresas que da la vida), arremeter como una especie de Lady CTM
contra la prole de mal gusto, asignándole así a la confederación
oficialista una etiqueta de presunto sindicalismo ‘‘decente’’
(‘‘¡chusma, chusma!’’, pudo haber dicho ayer Gamboa Pascoe, en
nonagenaria versión del Chavo) frente a sus indeseados vecinos, los profesores en lucha que han acampado en el Monumento a la Revolución.
Como en los viejos tiempos del priísmo matraquero y bravucón,
Gamboa Pascoe exaltó las presuntas bondades de la alianza entre ese
sindicalismo y el gobierno en turno, adjudicando a esa conducción
cetemista el que los trabajadores hayan mantenido ‘‘la paz social y
laboral’’, sin comportarse como los ‘‘revoltosos y holgazanes’’ que
dañan a la sociedad al cerrar y ensuciar las calles y al bloquear los
accesos a aeropuertos. De La Güera Rodríguez Alcaine a Lady CTM. En el museo del sindicalismo vuelto estatuas.
En Iguala se realizó un acto de protesta que permitirá a los
defensores mediáticos del sistema desgarrarse las vestiduras patrioteras
(así sucedió en 1968, con posteriores actos de ‘‘desagravio’’ por haber
colocado una bandera de huelga en el Zócalo, y con silencio y
desmemoria de esos mismos ‘‘agraviados’’ luego de la masacre de
Tlatelolco). Ayer en el municipio guerrerense fue desmontada una bandera
nacional ‘‘monumental’’ y en su lugar colocada una pequeña, con la
inscripción ‘‘43’’. No fue una falta de respeto u ofensa a la enseña
oficial, sino un rechazo a las formas aparatosas que el gobierno usa
para aparentar culto y respeto a un símbolo colectivo. No se ultraja la
Constitución si su letra es impugnada o cambiada, ni pareciera haber
reparo oficial al uso del Himno Nacional en contiendas deportivas con
tufo mafioso, como sucede en peleas profesionales de box o en partidos
de futbol que, se va sabiendo, pueden estar ‘‘arreglados’’ de manera
corrupta. Las pretensiones espectaculares en la textilería patriótica
han sido proporcionales al incumplimiento de las obligaciones de los
gobernantes y al hundimiento del país. Una bandera pequeña, con el
recuerdo inscrito de los jóvenes que a la nación le faltan, corresponde
más a la realidad que una fallida y hueca grandiosidad telar.
Y, mientras mister Henry Peña ha enviado una iniciativa para
facilitar a agentes extranjeros ciertas formas de portación de armas en
territorio mexicano (iniciativa que ya fue aprobada desde hace años por
miembros de la DEA, la FBI y otras oficinas gringas tan diligentes a la
hora de dirigir y supervisar acciones marinas y militares en México),
¡hasta mañana, con las puertas de la casa de gobierno de Michoacán
humeantes en protesta por la visita de EPN a esa ardiente entidad!