8 diciembre 2014 | Álvaro Delgado | Proceso

El peso se aproxima a los 15 por dólar y se multiplican las matazones. Ya van 41 mil muertos en sólo 23 meses y a ese paso superará la herencia de sangre de Felipe Calderón.
Supura la herida de Ayotzinapa y nadie duda que la Casa Blanca de las Lomas se edificó sobre la corrupción.
Tan mal anda Peña que ha tenido que rendirse a Televisa.
Y no porque esta empresa haya informado a los mexicanos de los asuntos de corrupción e incompetencia del gobierno –más bien ha sido fiel a su historia de omisión cómplice–, sino porque si se lo propone, puede llevarlo literalmente al despeñadero.
Es sabido que Televisa pega para que le paguen y no es gratuito que un cómico y un conductor de noticias, Eugenio Derbez y Carlos Loret de Mola, se hayan vuelto críticos de Peña, más allá de deslindar del gobierno a esa engañifa llamada Teletón.
Algo gordo hay para que, apenas unas horas después de esta crítica en el Teletón, Peña se arroje a los pies de Emilio Azcárraga, como ocurrió en Boca del Río, Veracruz, en el Tercer Encuentro de Comunicación, organizado por Grupo Televisa.
“Para algunos, déjenme decir, pudiera –Emilio lo entenderá y quienes están aquí como miembros de Televisa– pensar que es equivocado hacer un reconocimiento a esta gran empresa mexicana. Pero para el presidente de la República es motivo de orgullo tener una empresa mexicana productora del mayor número de contenidos de habla hispana, que proyecta a nuestro país no sólo en las naciones de habla hispana, sino en el mundo entero.
“Es un medio –agregó Peña– que proyecta a México en el mundo y esto a los mexicanos nos enorgullece. Por eso mi gratitud y reconocimiento por la organización de este tercer encuentro”.
Tamaña apología a Televisa no puede ser fortuita en un contexto de rechazo popular y de abandono de casi todos los apoyos, de por sí escasos, que lo llevaron a la Presidencia de la República.
El mismo, discursivamente y en los hechos, parece gobernado por ánimos cambiantes que van de la impericia a la amenaza, de la impotencia a la furia, pero también de la prepotencia a la claudicación, como con Televisa.
Sólo con ánimos inestables se entiende que, tras una ausencia de meses en Guerrero, haya pedido superar la tragedia de Ayotzinapa –el famoso #Yasuperenlo– y más aún en un discurso improvisado en Coyuca de Benítez, donde hace 19 años policías estatales asesinaron a 17 campesinos en Aguas Blancas.
Y menos podrá superarse cuando hay funcionarios que, como Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia, se comportan como pendencieros de arrabal:
“No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”.