Soledad Loaeza - Opinión
El Presidente ha dicho
que hay planes de desestabilización en marcha, cuyo objetivo es detener
el avance del país. No identificó a los conspiradores; se limitó a
denunciarlos públicamente, aunque también les advirtió que echaría mano
de los recursos a su disposición para detenerlos. Hacía mucho tiempo que
no escuchábamos un argumento que en forma casi rutinaria utilizaban los
presidentes de extracción priísta para deslegitimar a la oposición.
Hoy, la mayoría de las oposiciones son legales y legítimas: actúan
conforme a la ley y son auténticamente representativas de corrientes
políticas presentes en la sociedad. Tal vez por eso la declaración
presidencial sonó tan extravagante. Hay corrientes de oposición que
rechazan las vías legales, y que han optado por la acción directa. No
obstante, están a la vista de todos. Sabemos de la existencia de grupos
guerrilleros; sabemos que acciones del crimen organizado erosionan el
tejido social y desestabilizan las instituciones; también, que hay
grupos de anarquistas que vandalizan oficinas públicas y negocios
privados. No sabemos quiénes son, pero actúan a plena luz del día.
Además, existe un amplio movimiento anarquista internacional al que
probablemente pertenecen los grupos mexicanos. Sus tácticas y sus
objetivos son públicos.
En el pasado, la información pública respecto a los funcionarios, o a
los entretelones de los procesos de toma de decisiones de gobierno, era
poca o la que había estaba reservada a los iniciados. Tampoco se sabía
muy bien qué era, cómo, qué tan grande era y dónde estaba la oposición.
Entonces el presidente –quien quiera que fuera– podía denunciar de
manera vaga e imprecisa, así como lo hizo Peña Nieto, a los enemigos de
la nación –que eran los suyos–, y dejar su señalamiento a merced de los
prejuicios y de la imaginación de la opinión pública. Ahora ya no puede
ser así. La información fluye abundante y libremente, sobre todo en el
radio y en la prensa escrita; los actores políticos se dan a conocer en
los medios y los ciudadanos podemos tener idea de quiénes son y qué
buscan.Si de desestabilización hablamos, habría también que pensar en políticas de gobierno que alteran los equilibrios existentes. Es decir, esa acción no está de ninguna manera reservada a las oposiciones. El politólogo estadunidense Steven Skowronek, especialista en la historia de los presidentes de su país, insiste en que las decisiones presidenciales que buscan el cambio, desestabilizan el sistema político. Sin embargo, los presidentes también tienen el poder de propiciar nuevos equilibrios políticos. Miremos las decisiones que ha tomado el presidente Peña Nieto desde esta perspectiva. La reforma educativa ha desestabilizado al sector; al igual que la reforma energética; o que la reforma fiscal que tan molestos tiene a los empresarios. Hasta ahora, sin embargo, no sabemos si va a poder generar nuevos equilibrios. Diferentes acontecimientos de las últimas semanas han debilitado de tal manera la posición del Presidente que uno se pregunta de dónde sacará la fuerza para hacerlo, para concluir nuevos acuerdos con los afectados por sus reformas; o para convencer a los ciudadanos que no creen en ellas, de que son la mejor vía para resolver los graves problemas del país.
Pero, en fin de cuentas, ¿quiénes son los que desestabilizan?
Los hay de una y otra parte. El impacto desestabilizador de los
lamentables hechos de violencia en Guerrero fue magnificado por el golpe
igualmente destructivo que la señora Peña le propinó a su marido al
acordar con un contratista del estado de México la construcción de una
casa según sus gustos y preferencias. Todo ello antes de pago alguno. ¿Y
por qué lo haría el contratista? ¿Qué tipo de inversión representaba
para él una morada blanca como la que le pidió la esposa del Presidente?
Las apariencias son condenatorias. El escándalo que ha causado no va a
desaparecer porque ella venda los derechos de esa casa. Lo que está
hecho, está hecho. La posición del esposo de la señora Peña, para no
hablar de la suya propia, es más frágil a raíz de que nos enteramos de
su arreglo con el amable constructor. Seguro no era su intención, pero
tenía que haber sabido que una decisión de ese tamaño en un país como el
nuestro, tendría grandes repercusiones, porque la señora Peña fue
actriz, pero hoy es la esposa del Presidente.
El país está viviendo una de las crisis más severas de la historia
contemporánea. Se discuten posibilidades y soluciones extremas que hace
unos cuantos años hubieran sido impensables. En el pasado los políticos
podían contar con el miedo de la sociedad a la inestabilidad y a la
violencia; pero ese miedo parece agotado por la impunidad y la
irresponsabilidad de actores políticos que tienen mala memoria, o que
simplemente no quieren recordar.