domingo, 26 de octubre de 2014

La caída de precios de petróleo

José Antonio Rojas Nieto | Opinión-La Jornada
Vivos se los llevaron… Vivos los queremos… Permítaseme decirlo con toda la población hoy movilizada. Porque nos duele, nos sigue doliendo, nos seguirá doliendo lo de Ayotzinapa. Mucho. Muchísimo. También permítaseme decir –en el ámbito de la energía, que normalmente me ocupa en este generoso espacio de La Jornada– que considero un error suponer que el precio de la mezcla mexicana de exportación pueda registrar 81 dólares por barril este año. Sólo 10 dólares menos respecto del que –muy probablemente– será el cierre de 2014.
Ya sé qué hay una fórmula legal que exige sacar un promedio entre el comportamiento durante varios años de nuestra mezcla y los futuros del precio del crudo en el mercado. Sí. Pero el Congreso tiene la capacidad de ponderar ese lineamiento. Y asumir –lo hace al alza ¿por qué no lo ha de hacer a la baja?– una actitud más prudente respecto de los ingresos fiscales petroleros de 2015.

Veo los datos petroleros internacionales. Y leo y releo los argumentos y estimaciones de firmas de pronóstico y especialistas. Y no puedo menos que concluir que se trata de un atrevimiento riesgoso. Sí. Y no porque la demanda mundial de crudo no haya crecido este año. Menos porque no vaya a crecer en 2015. Incluso de 2016 a 2018. No. No es por eso. Más bien pondero –como lo deduzco del análisis de algunos números internacionales– que es obligado observar con prudencia el comportamiento de los precios. Y considerando con cierta astucia diversos hechos que se registran desde hace varios meses en el mercado petrolero. Al menos seis de ellos: 1) descenso prolongado del precio; 2) evolución de la economía mundial y, en consecuencia, de la demanda de petróleo; 3) comportamiento de productores volátiles, es decir, Iraq, Irán y Libia, básicamente; 4) comportamiento del gran productor, Arabia Saudita; 5) comportamiento del nuevo gran productor, el Estados Unidos del shale oil; 6) finalmente –y para sólo señalar unos de gran relevancia en este momento– nivel del costo de producción más elevado que soporta la actual demanda, es decir, el coto marginal que puede reconocer hoy el mercado, sin disrupciones violentas de precio. Iniciemos hoy los comentarios sobre ellos.

Del 13 de junio del presente año al miércoles 22 de octubre pasado, los precios del marcador West Texas Intermediate (WTI) acumularon una baja de 26 dólares por barril, 25 por ciento de su cotización reciente más alta, registrada en la primera quincena de junio. Pero por dramático que parezca, esta baja no se asemeja a la del verano del 2008. Y es que del día 3 de julio de ese año (WTI de 145 dólares por barril) al 12 de febrero del 2009 (34 dólares) el derrumbe fue de 111 dólares por barril. Y en sólo cuatro meses –para hacer una adecuada comparación con los cuatro meses de descenso actual– cayeron cerca de 81 dólares, y se cotizaron a 64 dólares, lo que representó un 45 por ciento de caída.

Claro que me podrían decir –justamente– que no hay comparación entre aquel momento y este. ¿Por qué? Por una razón muy simple. A mediados de 2008 la economía mundial y, más específicamente, la economía estadunidense –todavía primera en el mundo y primera en el consumo mundial de petróleo con cerca de 19 millones al día en promedio anual– empezaba a registrar una de sus más severas desaceleraciones de su vida económica reciente, lo que claramente se confirmó con la aguda caída de 2009. Esto hizo caer el consumo mundial de petróleo dos años seguidos, 600 mil barriles al día en el 2008 y poco más de un millón de barriles diarios en el 2009. Y acumuló poco más de millón y medio de descenso. Ahora bien, si descontamos el efecto del consumo petrolero de China y de la India en esos mismos dos años, el descenso acumulado alcanza dos millones 385 mil barriles al día.

Se trata, entonces, de una situación muy diferente a la actual. Hoy, a diferencia de entonces, hay incremento de demanda. En todo caso sólo una baja en ese incremento. No un descenso absoluto. Al menos todavía. Notemos, pues, que la llamada demanda incremental del 2013 fue de un millón 400 mil barriles. Y la del 2014 lleva, con datos al mes de octubre, será de casi un millón. Algo similar en términos de monto - se discute aún –pudiera registrar la demanda incremental en 2015. Esto, sin duda, es distinto a los de 2008-2009. Por eso, al menos por eso, el descenso de precios no puede ni debe atribuirse –como en aquel momento– a una caída absoluta de la demanda. Esto, sin duda, corresponde a un comportamiento actual de la economía mundial diferente al de 2008 y 2009. En 2013 creció un poco. Para 2014 se espera un cierre similar. Y para 2015 se pronostica un crecimiento ligeramente mayor que los dos años anteriores. Ya lo veremos.

Por ello, para entender no sólo el hecho mismo del descenso de precios, sino el nivel al que este descenso pudiera llegar y el ritmo en que pudiera hacerlo, es necesario abundar un poco en los otros cuatro elementos que he señalado. Me refiero al comportamiento de los productores volátiles, Iraq, Irán y Libia primordialmente, cuya producción normal puede sumar casi siete millones de barriles al día, con alteraciones que pueden llegar hasta tres millones, casualmente la actual producción del petróleo shale en Estados Unidos. Pero también me refiero a la gran producción de Arabia Saudita, cercana en estos momentos al impresionante monto de 10 y medio millones de barriles diarios, para todo fin práctico equivalente a la producción total actual en Estados Unidos. Y, finalmente, también me refiero al costo de producción más alto que soporta una demanda mundial actual del orden de 93 millones de barriles diarios, que enfrenta momentos de una producción excedentaria significativa. Estos cuatro elementos deben ser tratados con cierto cuidado para imaginar también con mayor cuidado, el tipo de descenso de precios de crudo que registraremos en 2015 y, muy probablemente, también en 2016. Pero lo cierto es que la previsión presupuestal de sólo un descenso de 10 dólares por barril para 2015 es sumamente optimista. Y, acaso por eso mismo, riesgosa. Sin duda.

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Fuente: La Jornada