miércoles, 26 de febrero de 2014

Políticos y empresarios arrasan / Desvían, desaparecen, exportan / ¿No nos volverán a saquear?

México SA-Carlos Fernández-Vega
La economía mexicana se ha convertido en un enorme queso gruyere, por cuyos cientos de agujeros la clase político-empresarial que dice gobernar al país se dedica a exportar y a desaparecer, discrecionalmente y sin consecuencia legal alguna, multimillonarias cantidades de dinero del erario y/o generados internamente lo que cancela cualquier posibilidad de que este país crezca y se desarrolle. A lo largo de los años se ha documentado el permanente saqueo del que son víctimas el país y los mexicanos, y entre los más reciente se cuenta desde la desaparición de 285 mil millones de pesos en deuda pública en el calderonato, pasando por el quebranto y desvío de fondos en su último año en Los Pinos, hasta la exportación de capitales privados en cantidades verdaderamente peligrosas.
¿Cómo ha soportado este país el permanente saqueo público y privado? En la docena trágica panista se despilfarró el ingreso petrolero, que alcanzó un máximo histórico; de las arcas nacionales han salido cualquier cantidad de recursos para salvar y rescatar al capital privado; de allí mismo se ha canalizado no pocos millones para invertir en trasnacionales españolas y para adquirir quebradas empresas de aquella nación, como si internamente se estuviera en jauja.

Exprimen a las instituciones de la banca de desarrollo, sea por la autorización de créditos a empresas privadas –como a Gastón Azcárraga– a sabiendas de que nunca los pagarán, más el monárquico ritmo de vida que mantienen sus directivos (el caso de Enrique de la Madrid en Bancomext es digno de comentario aparte).

De igual forma, se desvían presupuestos, se inflan precios, se pagan obras o servicios inexistentes. Se devuelven multimillonarias cantidades en impuestos, y se dejan de recaudar millones y millones más por los regímenes especiales, los cuales, dicho sea de paso, se autorizaron a cambio de generar empleo formal y estimular el crecimiento económico, lo que, obvio es, ni de lejos ha sucedido.

Como documentó la Auditoría Superior de la Federación, y se reseñó el pasado sábado en este espacio, tan sólo en los dos sexenios panistas la pérdida en la recaudación del erario federal por concepto de regímenes fiscales especiales, exenciones, subsidios y etcétera, etcétera al gran capital fue mayor a 6 billones de pesos, monto equivalente a 40 por ciento del producto interno bruto nacional a precios actuales, y cercano al saldo de la deuda del sector público federal, que al cierre de 2013 alcanzó un máximo histórico de 6.5 billones de pesos. En promedio, anualmente los gobiernos panistas regalaron poco más de medio billón de pesos en impuestos a los grandes corporativos nacionales y foráneos. Pero tales regímenes allí están.

Los mexicanos están endeudados hasta los ojos por obra y gracia gubernamental. Sólo en el sexenio calderonista el saldo de la deuda del sector público federal se incrementó en 2 billones 252 mil 680.8 millones de pesos (la mayoría de ellos para pagar intereses de la propia deuda pública), y de ese total se desconoce el destino de más de 285 mil millones. Desaparecieron, pues.

Descaradamente se roba en el sector cultural, en el educativo, en el de salud, en vivienda, en comunicaciones y transportes, en el sector financiero, en el agro, en el sector económico. Y siempre desaparecen dinero. Donde se presione brota pus, pero no hay un solo responsable, comenzando por el inquilino de los Pinos en turno, ya no en la cárcel –donde obligadamente deberían estar–, sino siquiera con una denuncia penal en su contra. Y la que milagrosamente se llega a presentar (léase por venganza política) termina desechada por falta de pruebas, no obstante la existencia de toneladas de ellas.

Desde hace cinco lustros oficialmente se destinan enormes presupuestos para combatir la pobreza, y en los hechos cada día que pasa hay más pobres en este país. Se aprueban reformas que prometen toneladas de bienestar, cuando éste se mantiene prófugo de la realidad nacional. Con bombo y platillo se anuncian programas de rescate del campo mexicano para incrementar la producción interna de alimentos, y la importación de ellos alcanza niveles espectaculares, y contando.

Y lo peor de todo esto es que nunca pasa nada. Gobiernos van, gobiernos vienen, y entre ellos se registra una lucha feroz por la supremacía en corrupción. La única constante entre ellos es la impunidad.

En el salinato se concesionaron las carreteras al sector privado; en el zedillato se rescataron; en el foxiato se regresaron a los concesionarios rescatados. No fue suficiente que ese rescate se mantenga como un pesado fardo para el erario (más de 160 mil millones de pesos, y contando), porque en el calderonato inflaron presupuestos sectoriales a tal grado que la obra del sexenio (la autopista Durango-Mazatlán) resultó tres veces más costosa de lo originalmente presupuestado, amén de que la inauguró inconclusa.

Y de cereza, allí están los barones y sus exportaciones de capital. Muchos de ellos rescatados por el Fobaproa (que pagan los mexicanos), están hinchados de ganancias generadas aquí, en México, pero que invierten en terceras naciones como si internamente no fuera necesario.

Sobre el particular, entre lo más reciente destaca: en el primer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, empresas y particulares mexicanos transfirieron a cuentas bancarias en el extranjero recursos por 27 mil 382.8 millones de dólares, cantidad que prácticamente duplicó a la registrada en el primer ejercicio de la administración precedente, de acuerdo con información del Banco de México. Además, empresarios mexicanos enviaron al exterior recursos el año pasado por 9 mil 967.8 millones de dólares destinados a realizar inversiones directas, esto es, en actividades productivas, fuera del territorio nacional. En total, 37 mil 350.6 millones de dólares en apenas un año.

Así, entre lo contabilizado con Fox y Calderón, y el primer año de Peña Nieto, alrededor de 250 mil millones de dólares, generados internamente, han sido exportados por los barones, mientras crece el saqueo en las esferas gubernamentales y el país se hunde cada día más. Eso sí, nunca hay responsables, de un lado ni del otro.

Las rebanadas del pastel

¿Hacia dónde vamos con estas prácticas y este panorama? Al abismo, sin duda, pero nadie pone freno. Muchas cosas se quedan en el tintero por falta de espacio, pero lo cierto es que la clase político-empresarial no tiene llenadera, arrasa, por mucho que el país esté a punto de reventar, porque a ese ritmo no hay quien aguante.

Fuente: La Jornada