México SA-Carlos Fernández-Vega
A escasas horas de que el respectivo dictamen se presente ante el pleno para su votación, nadie sabe qué es lo que quedará vivo, si algo queda, de la pomposamente denominada reforma” fiscal que el pasado 8 de septiembre entregó el Ejecutivo al Legislativo. En menos de un mes, el grueso de las propuestas en ella contenida –algunas por demás descabelladas– terminó en su mínima expresión o, de plano, en el bote de la basura, y no gracias a los siempre cuidadosos legisladores, sino a la arrasadora “interven$ión” y capacidad de “conven$imiento” de los cabilderos empresariales que pululan en San Lázaro y en Paseo de la Reforma 135, en la ciudad de México.
Es tal el giro que lograron darle a la citada “reforma” –cuando menos así lo han cantado–, que fácilmente el nuevo eslogan propagandístico sería “que no se pierda la costumbre: que paguen menos los que ganan más”. Si se odian entre sí es lo de menos; lo importante es que a la hora decisiva los barones de este país forman una sólida alianza para defender en bloque sus privilegios y no ceder un solo milímetro. Tienen tiempo más que suficiente para aborrecerse entre ellos, pero en las citadas circunstancias se convierten en un solo cuerpo y gastan algunos millones para que diputados y senadores “no se equivoquen” a la hora del voto.
Cómo estará la cosa que hasta algunos no muy nítidos legisladores se han quejado de que la presencia del ejército de cabilderos (servidores de intereses particulares) en ambas cámaras “es una vergüenza”. Se supone que los diputados y senadores (ellos aseguran ser “representantes populares”) sólo deben actuar en función de los intereses de quienes los eligieron, es decir los ciudadanos que ni de lejos representan o defienden los intereses (por el contrario, suelen ser sus víctimas) de tabacaleras, refresqueras, cerveceras, cementeras, alcoholeras, vivienderas, mineras, farmacéuticas, telefónicas, restauranteras, transportistas, organismos patronales, bancarios y bursátiles, corporativos mediáticos, electrónicos, constructoras y trasnacionales de todo género, por sólo citar algunos casos.
Como muestra, un botón. Recientemente se informó (MVS, Angélica Melín, reportera) lo siguiente: “desde invitaciones a comer, recomendaciones sobre cómo votar y qué postura tomar frente a determinados asuntos por aprobar, amenazas veladas e intimidación directa e indirecta a quienes proponen no gravar con uno, sino con 2 pesos los refrescos y bebidas azucaradas, es el ambiente que se vive en la Cámara de Diputados a escasos días de que venza el plazo para aprobar la Ley de Ingresos 2014 que saldrá junto con la reforma hacendaria del Ejecutivo federal.
“Diputados como la presidenta de la Comisión de Derechos de la Niñez, Verónica Juárez, o el diputado perredista Alejandro Cuevas, integrante de la Comisión de Hacienda, relataron que sus acercamientos con los cabilderos, en particular de empresas refresqueras y tabaqueras, los representantes de intereses particulares primero les hablaron en términos amables, luego les sugirieron que con su voto a favor del impuesto especial al refresco afectará en la economía de millones de familias pobres y hasta podrían ver afectadas sus carreras políticas”.
Aun así, no pocos legisladores se dejan querer y cada día son más $en$ible$ a los convincente$ argumento$ de los cabilderos, representantes de dichos corporativos, que en momentos de decisión (como en el caso de la “reforma” fiscal) reparten enormes abrazo$ y be$o$ al personal indicado, gasto que finalmente es pagado por todos los mexicanos, sea a través de los crecientes precios que pagan por los productos y servicios de las empresas representadas por el citado ejército, sea por los pingües privilegios fiscales obtenidos por las mismas, o de plano por medio de las enfermedades que sus productos provocan, como en los casos –no limitativos– de refrescos, alcoholes y tabaco.
Así están las cosas, pero en lugar de impedirles el paso, de cerrarles las puertas y de mandarlos muy lejos, los legisladores se ponen muy contentos en ocasiones como la descrita, y por enésima ocasión fingen “acotar” el número y el alcance de los cabilderos, amén de “rechazar” el tráfico de influencias y “prohibir” abrazo$ y be$o$ (en especie o efectivo) como los referidos líneas arriba. No es la primera vez que lo hacen (con resultados a todas luces contrarios a los supuestamente esperados), pero ayer los inquilinos de San Lázaro aprobaron un dictamen por medio del cual “regulan” dicha actividad y “limitan” a 20 el número de cabilderos acreditados en cada una de las comisiones legislativas. Eso sí, cuando “exista un número mayor de solicitudes respecto a alguna comisión o persona moral, la mesa directiva acordará lo conducente”.
Tal dictamen señala que se prohíbe “a los servidores públicos de la Cámara de Diputados en ejercicio de sus funciones, así como a sus cónyuges y parientes por consanguinidad o afinidad hasta el cuarto grado, realizar actividades de cabildeo. Establecer que el número máximo de personas acreditadas para realizar actividades de cabildeo será de 20 por cada comisión, y dos por cada persona moral inscrita. Prohibir a los diputados y al personal de apoyo de la Cámara aceptar dádivas o pagos en efectivo o en especie por parte de un cabildero, con el propósito de influir ilícitamente en las decisiones de dicho órgano legislativo”.
Pues bien, se desconoce el de “personas morales inscritas”, pero sólo en la Cámara de Diputados oficialmente funcionan 93 comisiones (56 ordinarias, 32 especiales, cuatro bicamerales y una de investigación). No todas son de interé$ para los cabilderos, pero llegado el caso mil 860 de ellos estarían autorizados a participar, en nombre de sus representados, en los tejes y manejes de la actividad legislativa en San Lázaro, es decir, casi cuatro cabilderos por diputado, y ninguno de ellos con objetivos precisamente populares. Ese es el potencial tras la “regulación” y “limitación” aprobada ayer, algo que, dicho sea de paso, ya había sido “regulado” y “limitado” en varias ocasiones anteriores.
Entonces, al final de cuentas los legisladores son los únicos que no legislan, que para eso están las gruesas chequeras de los barones y su siempre convincente ejército de cabilderos.
Las rebanadas del pastel
Como dirían los clásicos, “el tema de la seguridad ni está resuelto ni está agotado”, sino todo lo contrario (aportación científica de Luis Enrique Echeverría Peña Nieto, mientras la sangre no deja de correr por la República).
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada