El despertar | José Agustín Ortiz Pinchetti | Opinión-La Jornada
Coyutlán, Colima. La costa de este pequeño estado adquirió fama por la ola verde. Al atardecer se alza un muro de destellos verdes y azules que llega a 10 metros de altura, delicia de los practicantes del surfing. Hoy el espectáculo está amenazado: a pesar de que pequeños comerciantes fueron autorizados para establecer palapas frente al mar, un empresario inmobiliario apoyado por el gobierno bloqueó con un muro el camino de acceso a la playa. Los colimenses han reaccionado y están resistiendo.
Esta actitud de defensa no es compartida por el resto de los mexicanos. Las playas más atractivas del país están siendo bloqueadas por las grandes compañías hoteleras europeas y estadunidenses que las convierten en “exclusivas” y violan la ley que prescribe que una faja de 20 metros en todas las playas es de la nación y todos podemos disfrutarlas. Una reforma constitucional reciente permite que los extranjeros adquieran viviendas en lo que fue la zona prohibida, aunque el dominio sobre las playas y su acceso público no han sido tocados. ¡Sí en la ley, pero no en la realidad!
Hace unos 20 años exploré con mis hijos la bellísima costa de Quintana Roo. Hoy es la Riviera Maya y sus visitantes, nacionales o extranjeros, tenemos prohibido de hecho entrar a sus playas. Las autoridades permiten y hasta estimulan este abuso. Dicen que fomentan el turismo. Ricardo Garibay advirtió que en esos resorts el turista es el dólar. Los visitantes contratan y pagan paquetes en su lugar de origen. Consumen todo en negocios afines. Los hoteles no pagan impuestos porque están endeudados con bancos extranjeros a los que están integrados. El personal recibe sueldos ridículos, 10 veces menores de los que recibirían sus colegas en el país de origen de los inversionistas. Algunos de los lugares más bellos del país son secuestrados.
Lo peor es nuestra escasa capacidad de indignación y de protesta. No hemos levantado una causa. Los políticos que tendrían buena bandera en este asunto prefieren ser cómplices. Este sometimiento ha sido constante ante la entrega sistemática de bancos, minas, ferrocarriles, puertos, carreteras, energía eléctrica. Más de 23 leyes que contienen reformas estructurales privatizadoras han sido aprobadas prácticamente sin resistencia y todavía insisten en que serán necesarias otras y que es antipatriótico oponerse a ellas.
Desde hace 30 años nuestro crecimiento es casi nulo. Hoy nos amenaza otro “bache”. Nos dicen que como no tenemos recursos para explotar petróleo debemos invitar a grandes empresas a que nos ayuden aunque compartan la renta del recurso, pero los estudios más serios demuestran que el impacto de estas inversiones en el PIB va ser ínfimo.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada