La crisis del sistema de representación es patética. El 80 por ciento de la población mexicana está en contra de entregar la industria petrolera a las grandes corporaciones extranjeras y nacionales y, sin embargo, el Congreso de la Unión se dispone a aprobar la reforma energética. El 80 por ciento de la población quiere que playas y fronteras pertenezcan a la nación, pero los diputados ya aprobaron su libre venta a extranjeros.
La mayoría de los maestros se oponen a la reforma educativa, que sólo es una reforma laboral diseñada para quitarles sus derechos y no para mejorar la educación y que busca eliminar la educación gratuita garantizada en el Artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para hacer que los padres de familia paguen los gastos bajo el concepto de “autonomía de gestión”. Pero el Congreso del PRIAN (contracción de las siglas de los partidos políticos Revolucionario Institucional, PRI, y Acción Nacional, PAN) aprobó al vapor dicha reforma, provocando un agudo problema nacional. Lo peor es que incluso muchos diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quienes fueron elegidos por decirse “progresistas y de izquierda”, votaron a favor de la reforma educativa y, anteriormente, a favor de la venta de playas y fronteras. De modo que el elector no está representado ni es tomado en cuenta y sus “representantes” hacen lo que les indican desde arriba.
Se dice que existe la democracia, pero vemos que en el modelo gringo de democracia la voluntad popular es pisoteada, porque los congresistas hacen y deshacen a su antojo. En Estados Unidos, la mayoría está en contra de las guerras de agresión, por eso la gente votó por Barack Obama, pero el gobierno continúa promoviendo el belicismo. Hoy, el Congreso estadunidense en vez de reactivar la creación de empleos, el bienestar de la población y mejorar los servicios públicos, ha entrado en crisis y ni siquiera tienen la capacidad de ponerse de acuerdo a tiempo para aprobar el presupuesto, lo que ha dado como resultado que se paralizaran parcialmente los servicios del Estado, que se dejaran de pagar los salarios de miles de trabajadores y se suscitara una situación que golpeó a la economía y al pueblo, sobre todo a los trabajadores y grupos más vulnerables. De modo que por intereses particulares, los “representantes” dan la espalda a sus electores.
La mayoría de los habitantes de Gran Bretaña se oponían a que su país interviniera en la guerra de Irak, pero el gobierno de Tony Blair entró a la guerra de invasión. La mayoría de los españoles también se oponían a esta guerra, mas el derechista José María Aznar se alió a la coalición agresora… Todas las decisiones de los gobiernos “democráticos” son así. En España dedican más de 600 millones de euros para subsidiar las corridas de toros; la mayoría de los españoles se oponen a estas subvenciones, sin embargo continúan los subsidios. En todos estos países se viola la voluntad popular para llevar a cabo los planes de gobiernos al servicio de las grandes corporaciones capitalistas. ¿Quién representa al pueblo? No lo hacen los gobiernos, ni los congresos ni los poderes estatales. En Estados Unidos, Al Gore ganó la elección en 2001, pero la Suprema Corte le dio el triunfo a George W Bush.
Éste es un fenómeno internacional que se da en todas las llamadas “democracias”. La Organización de las Naciones Unidas, en su informe de 2012, dice que crece la desconfianza en los parlamentos a nivel global. En África, Asia, la Unión Europea y América Latina aumenta la desaprobación hacia los parlamentos debido a los escasos espacios de participación de la ciudadanía y la falta de representatividad de las demandas de la sociedad civil. El director del Programa de Gobernabilidad Democrática de Naciones Unidas dijo que “los parlamentos han perdido representación en la intermediación entre ciudadanos e instituciones”.
En el actual modelo de “democracia representativa”, los representantes hacen lo que quieren, aunque en sus campañas políticas hayan prometido otras cuestiones como empleo, seguridad, bajar los precios (de gasolina, luz, gas), mejorar los servicios de salud, educación, etcétera, y al llegar al poder se dedican a satisfacer la agenda de las grandes corporaciones. Miguel de la Madrid nunca habló de privatizar las empresas públicas, ni Carlos Salinas de meternos al Tratado de Libre Comercio de América del Norte; Ernesto Zedillo no mencionó que pretendía venderle a los gringos los Ferrocarriles Nacionales ni que iba a rescatar la banca extranjera con nuestros impuestos; Vicente Fox nunca mencionó su intención de comprometernos a integrar nuestra seguridad y energéticos en el marco de la ASPAN (Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte); Felipe Calderón nunca hizo el eje de su campaña la promesa de desatar la guerra en México; y Enrique Peña jamás mencionó durante su campaña la intención de privatizar la industria petrolera y eléctrica.
Ahora Peña se niega a realizar una consulta antes de que el Congreso de la Unión –que tiene mayoría de priístas y panistas– apruebe la contrarreforma energética. Tampoco hubo uno sólo de los actuales senadores y diputados que en su campaña hayan mencionado su intención de defender la entrega a corporaciones nacionales y extranjeras del patrimonio de la nación.
La democracia implica dos cosas: actuar de acuerdo con la voluntad popular y en beneficio de la mayoría, del interés general. La soberanía popular que implica la democracia, está íntimamente ligada a la soberanía nacional.
Luego del dominio del PRIgobierno se difundió la idea de que un sistema de partidos y la alternancia de los partidos en el poder garantizaban la democracia. Nada más falso. Sucede que la sociedad evoluciona, y al resultar inaceptable la dictadura de un sólo partido (el PRI), hubo que adoptar el sistema gringo del bipartidismo, heredado de la Gran Bretaña. Dos partidos que se turnan en el poder para servir a un único interés, el de las más grandes corporaciones capitalistas.
La alternancia de dos partidos para garantizar una dictadura de las corporaciones. Así como en Gran Bretaña tanto los conservadores como los laboristas, en Estados Unidos los demócratas y los republicanos han trabajado para favorecer a las grandes corporaciones, la alternancia PRI-PAN, lejos de traer la democracia, ha propiciado el avance sin freno del neoliberalismo al servicio de la gran empresa. Y a eso le llaman democracia. Ahora que las grandes compañías petroleras quieren beneficiarse de nuestra renta petrolera, el PRIAN opera para satisfacerlas (de espaldas al pueblo y traicionando a la patria).
En general, un estudio detallado del Pacto por México nos muestra que todo ese Pacto, firmado por PRI, PAN y PRD, sólo sirve a las grandes corporaciones.
Así que, si llamamos a las cosas por su nombre, la “democracia estilo estadunidense” no es democracia: es la dictadura de las grandes corporaciones que, para poder imponer sus intereses, engañan al pueblo con un sistema que supuestamente representa a los electores, cuando en realidad todo lo hace para beneficiar a unas cuantas compañías globales y a sus socios locales. Por eso no es de extrañar que, cuando ven que sus intereses pueden estar en riesgo, hagan fraudes tan escandalosos como los de 1988, 2006 y 2012 en México.
Las instituciones “democráticas” del actual mundo occidental fueron diseñadas en el siglo XVIII y deben ser renovadas, porque los pueblos aspiran a la verdadera democracia y a la solución de los problemas del siglo XXI. Para que los representantes sean auténticos, es menester que en primer lugar los candidatos sean seleccionados por los electores. Actualmente son las cúpulas partidarias las que escogen a los candidatos. Para que esto sea efectivo hay que financiar el proceso electoral a fin de que se realicen asambleas en los lugares de trabajo, de estudio, vivienda y actividades, para que se proponga a quienes se conoce directamente como personas honradas y que sirven a la comunidad. Dejar de financiar a los partidos con nuestros impuestos, y en vez de ello financiar este proceso, es la clave.
Las elecciones deben ser equitativas y todos los candidatos han de tener las mismas oportunidades de dar a conocer sus programas. Hoy tenemos elecciones en las que el dinero es factor central y no las propuestas de los candidatos. Por eso todos los candidatos deben tener los mismos tiempos en medios de comunicación, para dar a conocer sus propuestas, prohibiendo compra de votos, anuncios, regalos y ataques a los oponentes.
El candidato que gane debe estar obligado a desarrollar las propuestas que promocionó en su campaña y no otras. Si surgen situaciones extraordinarias debe haber consultas a la población, para que el representante no actúe por sí y ante sí. Y debe existir la revocación de mandato para quien se desvía de la ruta e incumple con el electorado.
Hace falta una profunda renovación democrática para salir adelante de la actual crisis de representatividad y de la podredumbre de las instituciones viejas y decadentes.
Las reformas –como la laboral de Calderón y el PRIAN y las que Peña y el Congreso han impulsado como la educativa, de telecomunicaciones, hacendaria, financiera o energética– han provocado en todo el país la más grande movilización de masas del México moderno. El Movimiento Regeneración Nacional (Morena), los maestros, los electricistas se manifiestan. Millones se movilizan a pesar de la desinformación y el ocultamiento de la verdad por los grandes medios monopolizados de comunicación, especialmente Televisa. El pueblo ya no está dispuesto a que se le quiten sus derechos, se le reprima brutalmente, se le roben sus riquezas, se venda la patria; estamos ya bien entrados en el siglo XXI y nos quieren de regreso en el neocolonialismo y el neoporfirismo. No se va a poder. No van a poder, la unión de los mexicanos por encima de partidos, religiones, edad, sexo, preferencias sexuales, estilo de vida, origen nacional, actividad laboral, la unión de todos va a desenmascarar el fraude de un sistema político al servicio de los intereses de los poderosos y los extranjeros y logrará, más temprano que tarde, hacer triunfar la causa de la soberanía y de la renovación democrática.
*Politólogo y urbanista. Dirigente de Mexteki y vocero del Congreso de la Soberanía