20 octubre 2013 | Martin Esparza* | Contralínea
El 11 de octubre de 2009 se convirtió en una fecha que ha quedado inscrita en el memorial contemporáneo de nuestro país como el día en que un gobierno utilizó toda su fuerza policiaca y militar para despojar de su fuente de trabajo, con la intimidación y las armas, a 44 mil trabajadores bajo un escenario propio de un golpe de Estado.
El último grado de perversidad
Voltaire
A 4 años de la infamia, aún parece una malsana pesadilla lo sucedido en una nación que hace alarde de pertenecer a los países defensores de la democracia en el mundo; a la fecha, los ejecutores de la cobarde agresión se niegan a aceptar su irresponsable acción, que además de contribuir al desmantelamiento de la industria eléctrica en la zona centro del país con el cierre de Luz y Fuerza del Centro, dejó en la indefinición jurídica a 22 mil jubilados, pertenecientes al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
Si regresamos un poco la película, recordaremos claramente las secuencias mostradas por los medios cuando los electricistas del SME eran sacados a punta de fusil de sus centros de trabajo cual si fueran criminales de la peor ralea y no trabajadores, cuyo único “delito” era ganar honradamente el sustento de sus familias.
Para consumar su fechoría, y como sucedió en la Alemania nazi de Hitler, cuando su perverso ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, manipulaba a los medios para justificar las atrocidades del führer, Felipe Calderón inició una criminal campaña de linchamiento mediático en contra de la lucha de resistencia de los trabajadores del SME que rechazaron su liquidación. Millonarios recursos públicos fueron destinados para tal fin, utilizando a medios como Televisa, Tv Azteca, radiodifusoras y medios escritos como Milenio que, lejos de cuestionar el empleo del inusitado despliegue policiaco y militar, se sumaron a las directrices de descalificación previamente dictadas por el gobierno federal.
En el libreto de la estrategia se ponderó “el bien de la nación” como corolario del atropello. Nunca se demostraron los temerarios argumentos con que se “justificó” la fenomenal injusticia, entre los que destacaron: el “gravoso” contrato colectivo del Sindicato Mexicano de Electricistas, la “imperiosa” necesidad de mejorar el servicio y bajar las tarifas para impulsar la economía en el centro del país y crear más empleos.
A pie juntillas, los jilgueros de los monopolios informativos aprendieron la manipuladora tonada con la que se dedicaron a soterrar los argumentos del SME, que explicaban a detalle las encubiertas razones de fondo para extinguir a Luz y Fuerza del Centro, y de paso acabar con una organización independiente que desde hacía más de 1 década venía alertando sobre las intenciones de los gobiernos neoliberales por privatizar los recursos energéticos del país.
Como sucedió en los años de gloria y poder totalitario del Tercer Reich, en México no hubo en los medios más verdad que la emanada del Estado, al grado de calificar a las conquistas laborales (logradas luego de décadas de trabajo y esfuerzo por los agremiados del SME) como “privilegios” de un alto costo a las finanzas públicas. Y así como Calderón y sus funcionarios cercenaron de tajo el concepto del diálogo en sudiccionario oficial, también los medios olvidaron el derecho de réplica para el agredido Sindicato. Nunca el fascista gobierno calderonista aceptó un debate de cara a la nación para aseverar la validez de sus argumentos. Deliberadamente se mintió al país sobre los trasfondos de una política neoliberal, que sólo ha beneficiado a las empresas trasnacionales en perjuicio de la sociedad.
Es por eso que a 4 años el urdido montaje se ha desmoronado: hoy, millones de mexicanos están plenamente convencidos del engaño al que fueron sometidos cuando se les prometió que mejoraría el servicio y bajarían las tarifas. Los abusos cometidos en el cobro de sus recibos y la multiplicación de las fallas registradas tras la extinción de la compañía Luz y Fuerza del Centro, no sólo en la antes zona de trabajo del SME, sino en todo el país, han unificado el descontento social a través de la Asamblea Nacional de Usuarios de la Energía Eléctrica, que en el territorio nacional ha registrado más de 6 millones de “recibos locos” que han afectado la economía de igual número de hogares, la mayoría de personas de escasos recursos.
La lucha sostenida por los trabajadores en resistencia del SME, junto con sus compañeros jubilados, ha sacado a flote la censurable complicidad con que han operado esta agresión sistemática tanto el Poder Ejecutivo, como el Legislativo y el Judicial; todos ellos, piezas de un Estado que ha abandonado su compromiso con los intereses de la nación y con la defensa de los derechos laborales de la clase trabajadora.
Hoy, todo el país sabe que los agremiados del SME no fueron los responsables del cierre de Luz y Fuerza, y menos cree en el fabricado artilugio de la “clase mundial” de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que le vendió a todo México el gobierno de Calderón; de hecho, en la corrupción de sus exdirectivos subyace buena parte de la responsabilidad de las constantes fallas en el servicio en la zona centro del país, pues sin mediar licitación alguna, funcionarios –como el procesado Néstor Moreno Díaz– entregaron a contratistas privados la materia de trabajo de los 44 mil electricistas despedidos. Pero en el pecado llevaron la penitencia, pues su personal ha demostrado no estar capacitado para manejar los sistemas de operación; además, con el desmantelamiento que se ha venido haciendo de la red de cobre en la mediana y baja tensión, sustituyéndola por cableado de aluminio, que es mal conductor de electricidad, se ha demeritado aún más la calidad en el servicio.
A esta denigrante acción se han prestado, de manera cómplice, los integrantes del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, el sindicato charro de filiación cetemista (de la Confederación de Trabajadores de México) que ha adoptado un denigrante papel de esquirol al violentar el convenio de delimitación de zonas firmado con el SME y elevado a laudo en 1985, en el que quedaron definidas las áreas correspondientes a la materia de trabajo de cada organización. Sus miembros y dirigentes han pasado por alto sus propios compromisos sumándose a la pésima labor de los contratistas de la CFE. De acuerdo con lo establecido en las leyes correspondientes, deben abandonar la zona y materia de trabajo que por derecho es del SME desde hace 99 años, si algo de dignidad, conciencia de clase y respeto a sí mismos les queda.
A la luz de los recientes acontecimientos, lejos de que el artero golpe perpetrado contra el SME aquel aciago 11 de octubre de 2009 haya minado la convicción de sus miembros, su lucha se ha renovado porque existe la franca convicción, como en muchos millones de mexicanos, de que debemos unirnos a una voz en la defensa de nuestro derechos laborales para recobrar nuestro empleo; pero de igual forma salvaguardar, al lado de organizaciones sociales como la Asamblea Nacional de Usuarios, nuestros recursos energéticos que son y deben ser propiedad de la nación, en contra de las pretensiones neoliberales de entregarlos, con moño y celofán incluidos, a las firmas privadas tanto del país como multinacionales.
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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