La Jornada - El Correo Ilustrado
Mucha prisa tiene el gobierno de Peña Nieto por acabar
con la educación pública. Por lo pronto, su iniciativa de reforma
laboral, presentada como educativa, parece navegar por terrenos
tranquilos por cuanto a los pactistas y al Congreso se refiere. Las
conquistas y derechos laborales del magisterio quedarán sepultados bajo
la lógica de un eficientismo patronal que ignora la realidad social, la
historia, el contexto y la trascendencia y relevancia específica del
magisterio en la construcción de la identidad nacional. Ellos, los
patrones, son los verdaderos promotores de tan aberrantes propuestas de
reforma que ponen literalmente a los maestros a trabajar bajo la espada
de Damocles.
Ellos son los que gobiernan. Ahí están los hechos. Ya vendrán, más adelante, otros argumentos para justificar la cadena de ignominias recientes que intentan demoler, gradualmente, la educación pública.
Ellos son los que gobiernan. Ahí están los hechos. Ya vendrán, más adelante, otros argumentos para justificar la cadena de ignominias recientes que intentan demoler, gradualmente, la educación pública.
Mientras, nos exhibirán, en sus canales de televisión que monopolizan la información; nos dirán violentos, inmorales que abandonan las aulas y asaltan las calles, enemigos del progreso. Pero la verdadera razón no está sujeta a pactos, medios ni grupos económicos. La verdadera razón está asomándose a las calles, exigiendo sus derechos, reclamando lo que por derecho les asiste. Los maestros no somos trabajadores de excepción y, por tanto, no debemos estar sujetos a leyes arbitrarias y a capricho del patrón. No tenemos los medios televisivos. No tenemos sus recursos económicos. Nuestra fuerza está en la razón, la justicia y la organización social. Esto no se acaba en el Congreso.