Fuera de la Presidencia de la República y sin el manto protector del poder público, los panistas se están mostrando a todo el país, como lo que son y siempre fueron: auténticos delincuentes.
Martín Esparza Flores | Revista Siempre No. 3134
Tras la destitución de Ernesto Cordero de la coordinación panista en la Cámara Alta, los amanuenses de Calderón Hinojosa cerraron filas tratando de bloquearle el paso y atar de manos al nuevo líder parlamentario, Jorge Luis Preciado, a través de modificaciones a los estatutos que rigen el funcionamiento de su grupo parlamentario.
El temor de los integrantes del “cártel azul” está más que justificado pues tras las denuncias de los legisladores vinculados a Madero, salieron a relucir aviadores en la nómina senatorial como Juan Ignacio Zavala, cuñado de Calderón y hermano de la exprimera dama, Margarita Zavala, quien además de cobrar sin trabajar, se benefició con préstamos personales de 300 mil pesos, gestionados a su favor nada menos que por otro de los corifeos y “lamesuelas” del expresidente, el senador Roberto Gil Zuarth.
El botín de más de 200 millones de pesos del Senado también ha extendido sus beneficios a la hermana de Calderón, la michoacana Luisa María Calderón (Cocoa); a Gabriela Cuevas y a la también integrante del clan familiar del “cártel azul”, Mariana Gómez del Campo.
Y mientras calderonistas y maderistas se enfrascan en sus pugnas internas por el control de los recursos, sus antes simpatizantes observan desconcertados el grado de corrupción y podredumbre a que han llegado quienes por doce años condujeron al país por el rumbo equivocado, en contraparte a las fortunas amasadas por exfuncionarios que como César Nava se encuentra demandado por Petróleos Mexicanos en las cortes americanas por condonar, mediante el tráfico de influencias, el resarcimiento de daños a la paraestatal.
Pero en el fondo, no hay de qué asombrarse: los panistas se muestran ahora tal cual son: auténticos delincuentes. Así de sencillo.