México SA-Carlos Fernández-Vega
Los insaciables banqueros trasnacionales que operan en México están obligados (en este caso no se pueden aducir razones morales, porque carecen de ellas) a erigir cuando menos tres monumentos en honor de igual número de distinguidos inquilinos de Los Pinos, quienes no sólo les abrieron la puerta de par en par y les garantizaron el paraíso, sino les sirvieron en charola de plata el mercado financiero otrora nacional, les pagaron lo que los barones del dinero estaban obligados a cubrir y les permitieron –les permiten– cualquier cantidad de excesos en contra de su clientela, y de los mexicanos todos.
Quinientos sesenta y nueve mil millones de pesos en utilidades limpias de polvo y paja en apenas 11 años justifican la pena que les implicaría gastar algunos miles (que, desde luego, recuperarían de inmediato tras cargar a su clientela la erogación, vía comisiones y/o tasas de interés) para erigir tres bellas estatuas en recuerdo de los favores recibidos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes –durante su estancia en Los Pinos– con recursos públicos “rescataron” las ex sociedades nacionales de crédito, extranjerizaron prácticamente todo el sistema bancario y financiero y obligaron a los mexicanos a pagar (lo seguirán haciendo) no sólo la voluminosa factura del quebranto provocado por los amigos salinistas que recibieron los 18 bancos reprivatizados, sino también los pagarés del propio “rescate”, en beneficio de los nuevos dueños foráneos de las instituciones.
Qué alegría da saber que en este país no sólo la pobreza crece a pasos agigantados. También las utilidades de la banca privada (y las de otro grupúsculo de barones): “una vez saneado el sistema financiero con cargo a los contribuyentes, y entregados algunos de los principales bancos a un nuevo grupo de inversionistas después del rescate de 1995, las ganancias de las instituciones de crédito crecieron en los pasados 11 años a una tasa que multiplica por 20 el avance de la economía en conjunto en el mismo periodo, de acuerdo con cifras oficiales. Las ganancias netas del conjunto de bancos que opera en el país entre 2000 y 2011 alcanzaron 569 mil 434 millones de pesos, revelan datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Esta cantidad equivale a dos terceras partes de los recursos de los contribuyentes que han sido empleados para financiar el costo del saneamiento bancario de 1995” (La Jornada, Roberto González Amador).
Qué maravilla: el erario destina cientos de miles de millones de pesos al “rescate”, se los cobra íntegramente a los mexicanos (y no sólo en dinero, sino en empleo, bienestar, crecimiento económico y desarrollo social) y los barones del dinero se echan al bolsillo más de 569 mil millones de pesos en utilidades netas, sin considerar los pagarés Fobaproa que el gobierno de Vicente Fox, con el presidente paralelo Francisco Gil Díaz como operador, se apresuró a saldar.
Nunca México había tenido un sistema bancario más oneroso que el actual, no sólo por las elevadísimas comisiones, tasas de interés y conexos que cobra, sino por su prácticamente nula contribución al crecimiento nacional. Todo ello, desde luego, con la complacencia (léase complicidad) de los citados tres inquilinos de Los Pinos y sus operadores, que lejos de meterlo en cintura las ha prohijado. Muy pocos países en el mundo –la mayoría de ellos africanos o pertenecientes a Europa del este, tras la caída de la URSS– extranjerizaron sus respectivos sistemas financieros en la proporción que lo hizo el autodenominado gobierno mexicano, pero prácticamente ninguno pagó con recursos públicos un “rescate” como el que aquí se autorizó, ilegal por lo demás.
Allá por marzo de 2005, el entonces presidente de los banqueros que operan en el país, Manuel Medina Mora (cabeza visible de Citigroup México) aseguró que “la etapa de saneamiento de las instituciones bancarias (ese chiquero llamado Fobaproa) se encuentra concluida. La banca resolvió todos los pendientes del pasado, (porque) el Fobaproa es un capítulo cerrado”. Eran los tiempos en que la banca trasnacional y el gobierno foxista aterrizaron la cobertura de los pagarés Fobaproa, de allí lo del “capítulo cerrado”. El operador del foxiato, Francisco Gil Díaz, a la sazón secretario de Hacienda, coincidió con los barones y ordenó dar cristiana sepultura al Fobaproa.
Así, la banca privada vio crecer y crecer sus utilidades netas, exprimió a su clientela, cobró comisiones hasta por respirar dentro de las sucursales bancarias y siguió hinchándose de dinero. Por el lado de los mexicanos, el “capítulo cerrado” se ha traducido en el pago permanente de una voluminosa factura que, de acuerdo con las estimaciones de la Auditoría Superior de la Federación, asciende a un billón 716 mil millones de pesos, equivalente a 13.1 por ciento del producto interno bruto. Como apunta González Amador, “las ganancias de la banca crecieron en la última década a una tasa promedio de 41 por ciento anual, en términos nominales: de los 11 mil 961 millones de 2000, a los 71 mil 855 millones de pesos de 2011. En tanto, en el mismo periodo la economía mexicana avanzó 1. 8 por ciento en promedio por año. Mientras los bancos saneados con recursos públicos dieron ganancias crecientes a sus accionistas, los contribuyentes mexicanos han pagado 889 mil 403 millones de pesos para financiar el costo del rescate. Todavía se deben otros 826 mil 663 millones de pesos, según los datos publicados la semana pasada por la ASF”.
En marzo de 2005, el citado Medina Mora aseguraba que como el “capítulo está cerrado”, el cochinero del “rescate” bancario estaba en las otras 14 instituciones reprivatizadas –es decir, las que no tuvieron acceso a los pagarés Fobaproa– y “ahora la investigación del quebranto por 600 mil millones de pesos, provocado por ellas, que dejaron de operar, dependerá del gobierno”. Pero no es tan fácil. Como se anotó en el México SA de aquellos ayeres, si el gobierno mexicano realizara la investigación lo primero que encontraría es que la propia autoridad financiera (así le llaman) tendría que ir a la cárcel, por ser ella la que ilegalmente autorizó el “rescate”, y la acompañarían varios banqueros, por no decir todos.
Algo que dejó fuera Medina Mora es que las 14 instituciones bancarias “responsables” del cochinero Fobaproa fueron engullidas por las trasnacionales que se quedaron con el sistema financiero y que cobraron sus generosos pagarés.
Las rebanadas del pastel
En fin, el chiquero cada día más puerco… Ayer, un voluntarioso duende metió la mano en una de las “cabezas” de México SA: el original decía 740 mil pesos por hora, y amaneció en 749 mil. La primera cifra es la correcta.