sábado, 25 de junio de 2011

Testimonios y protestas en el Castillo de Chapultepec

ROSALIA VERGARA | 24 DE JUNIO DE 2011 | Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- El diálogo que sostuvieron el presidente Felipe Calderón y representantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad desató reacciones a favor y en contra entre las personas que acudieron a manifestarse frente al Castillo de Chapultepec, sede del encuentro.
Antes y después de la reunión, familiares de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico impulsada por Calderón buscaron afanosamente acercarse al poeta Javier Sicilia para contarle sus historias de dolor y exigir justicia.
“Sin dinero no hay justicia”, corearon algunas mujeres.
Entre vallas de seguridad y cientos de miembros de la Policía Federal, Teresa buscaba ansiosa a Sicilia, cuyo hijo, Juan Francisco, fue ejecutado en Temixco, Morelos, junto con seis personas más, el pasado 27 de marzo.
Teresa, quien vive en el Estado de México, tiene un hijo desaparecido desde hace tres años, y relata que luego de interponer una denuncia ante las autoridades correspondientes, cada vez siente más miedo ante la actitud de la policía mexiquense hacia ella y sus familiares.
“Lo único que recibí fueron negativas, y la consigna es de que no hable porque puede haber repercusiones”, dice en entrevista con Apro.
Aun así, tiene la esperanza de encontrar vivo a su hijo, y si esta muerto, dice entre sollozos, “quiero verlo en un sepulcro”.
La adolorida madre nunca ha visto a Sicilia y tampoco siguió la Caravana del Consuelo que partió de Cuernavaca a Ciudad Juárez, en un recorrido de 3 mil kilómetros.
La rabia se le nota en los ojos y la desesperanza corre al parejo de lágrimas que escurren por sus mejillas. No alcanza a entender porque únicamente acudió un puñado de madres.
“Tal vez somos pocos porque somos los únicos daños colaterales. Tal vez los demás sí eran delincuentes”, suelta sin pensar… y su rostro se llena de furia.
Junto a ella está Laura. Llegó de Puebla esta mañana para denunciar que a su hijo lo mataron en un asalto, hace ya un año.
“Quisiera ver al señor Sicilia, a ver si por medio de él me hacen justicia. No fui a la marcha, pero cuando estuvo en la Ciudad de México lo fui a buscar y ya se había ido. Siempre ando donde anda él porque ayuda a las personas que se encuentran como yo. Rezo porque Dios lo cuide”, dice.
Y afirma que por parte de las autoridades encargadas de impartir la justicia en Puebla sólo ha recibido amenazas, cerrazón y malos tratos.
Añade: “Todo lo hace el poder del dinero, y como ven que uno es pobre, entonces no hay justicia”.
Laura suelta el llanto y afirma que “no es fácil llegar con un policía a preguntarle, (pues) le tenemos más miedo a los policías que a quién asaltó y mató a nuestro familiar”.
Mientras ellas contaban sus historias de dolor, un grupo de jóvenes de las Redes Universitarias y del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAEES) se manifestaron con pancartas en la parte baja del sendero que conduce a la entrada del Castillo de Chapultepec.
Indignados, los jóvenes reprobaban a gritos la reunión de Calderón con Sicilia y demás representantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Además, criticaron a la presidenta de la asociación civil “Alto al secuestro”, Isabel Miranda de Wallace, y al representante de SOS-México, Alejandro Martí.
En sus pancartas, con una sola frase reprobaron la actuación de Miranda y Martí, cuyos hijos fueron secuestrados y asesinados: “Con la sangre no se negocia”.
Entre gritos del líder del grupo de jóvenes, una mujer de aproximadamente 30 años cuestiona al muchacho: “¿Cuál es tu propuesta para acabar con la violencia? Tu propuesta, no lo que tú crees. Te estás expresando de manera violenta, pero te puedes expresar de otra manera”.
Los estudiantes responden: “Decir la verdad no es violencia”, frase que luego tomaron como consigna.
Luego se escucha la voz de Soledad: “A mí me mataron a mi hijo, desgraciadamente, y mis hermanos de duelo, que están adentro del Castillo, están hablando por mí. Para mí es un privilegio que mi hijo esté en un movimiento por la paz, en vez de andar robando y matando”.
Ante el barullo, la señora Gloria se acerca a la reportera para denunciar que en la delegación Álvaro Obregón los agentes policiacos “están metidos en la droga” y “el comandante” es el jefe, el mismo que, dice, detuvo a sus tres hijos en una calle y luego pidió dinero para dejarlos libres.
Después de denunciar el caso, añade, el policía mandó matar a su hijo Gerardo Díaz, de tres balazos por la espalda. Los otros dos están presos.
“Dijeron que con la AFI (Agencia Federal de Investigaciones) se iba a terminar la delincuencia y estamos peor”, se queja Gloria, y llorando a mares suelta: “Si no paga uno, no hay justicia. Ojalá con esta denuncia no vayan a matar a otro de mis hijos”.
Cuando ve las cámaras fotográficas y a los reporteros, Josefina se acerca, con varios documentos en la mano, para denunciar su caso.
A ella no le mataron a nadie, pero el gobierno del Estado de México, que encabeza Enrique Peña Nieto, le quitó su casa hace dos años. Cuenta que ha enviado varias cartas al gobernador, pero hasta ahora nadie le ha hecho caso. Sin otra opción, interpuso dos denuncias, registradas en los expedientes VNR/1/332409, VNR/1/3917/09 y VNR/III/3267/09
Junto a Josefina están Ana y María. A la primera le mataron a su esposo el 7 de diciembre del año pasado, luego de que el señor Rafael Nava, dueño de Industria Alberquera, lo amenazó. Nadie investiga el caso, dice.
Ana señala que su esposo se dedicaba a vender productos para albercas en Oaxtepec, Morelos, y el señor Rafael era de la competencia. Seis meses antes de su asesinato ya lo había amenazado, pero se libró de las balas. La familia tuvo que mudarse de domicilio, dice, y cuenta que cuando fueron a denunciar el acoso, las autoridades morelenses respondieron que mientras no estuviera golpeado o muerto, no podían indagar el caso.
Cuando lo mataron, agrega, los policías no acordonaron la zona y mucho menos recogieron las evidencias. La familia descubrió ocho cartuchos curtidos en la escena del crimen.
Y relata que han sido tantas las visitas que ha hecho a la Procuraduría, que los uniformados se burlan de ella: “¿Qué, señora, ahora la quieren golpear?”.
Ana afirma que envió cartas a Calderón, pero nunca recibió respuesta, y expresa que se irá de Morelos porque ya la amenazaron. “Me han dicho que si no quiero a mis hijos engrapados, deje el negocio y me vaya de ahí”, apunta.
Del otro lado, inconforme con la reunión de este jueves, la chihuahuense Olga Reyes, quien en febrero pasado inició una huelga de hambre afuera de la Fiscalía de Ciudad Juárez, luego del secuestro y asesinato de sus hermanos Magdalena y Elías, y de la esposa de éste, dice: “Yo no quise venir a verle la cara a ese señor que está adentro (Felipe Calderón). ¿Para qué verle la cara de mentiroso? No tiene corazón”, suelta.
Y aunque muestra “cierta desilusión” de que Sicilia “esté ahí”, confía en que “algo bueno” saldrá del encuentro.