domingo, 28 de noviembre de 2010

La solidaridad con el SME no está de moda

Pablo González Casanova, el intelectual.

El 2 de mayo de 2010, Pablo González Casanova intervino en la sesión inaugural del Foro Social Mundial temático 2010 en Ciudad de México. Dedicó su presentación al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), a los campesinos de San Juan Copala y a Atenco.
No fue un gesto cualquiera. La solidaridad con el SME no está de moda. A la intensa campaña desatada desde el poder en contra de los electricistas se han sumado sectores de la izquierda intelectual, a quienes los trabajadores les parecen privilegiados y su sindicato rancio. Pero a don Pablo le ha tenido sin cuidado el nadar contra la corriente de lo “políticamente correcto”. Ante el levantamiento zapatista, la entrada de la policía para romper la huelga estudiantil en la UNAM y la Revolución cubana –por citar sólo tres ejemplos entre muchos otros– él ha dicho lo que piensa, no lo que se espera que diga. Orienta su acción política por sus principios y su reflexión teórica, no por modas. Y con el SME le une lo que él ha caracterizado como “sentimientos intelectuales”. Su padre mantuvo reuniones frecuentes con integrantes de ese sindicato, y él mismo participó en su revista Lux, redactando crucigramas, y escuchó a dirigentes de ese gremio, como Francisco Breña Alvírez, conversar sobre el socialismo.
Don Pablo no es un joven estudiante universitario formado en lecturas de marxismo de manual, ni dirigente de algún partido leninista, sino un intelectual público de ochenta y ocho años de edad, ex rector de la UNAM, fundador de la sociología mexicana, laureado con varios doctorados honoris causa y reconocido como uno de los grandes pensadores latinoamericanos. Un académico a quien, hace tres o cuatro décadas, figuras del mundo cultural y político de la izquierda que hoy militan abiertamente en las filas de la derecha lo acusaban despectivamente de ser “demócrata”.
A sus ochenta y ocho años, expresa con toda claridad el contradictorio y cambiante sentir de nuestra época. Su pensamiento busca responder a las demandas de explicación de una etapa compleja y proporcionar instrumentos para que las clases subalternas comprendan los retos a los que se enfrentan y refuercen su seguridad anímica, cohesión y reconocimiento que su lucha necesita. Su obra, heterodoxa y compleja, ha ayudado a forjar un horizonte intelectual para la izquierda. En un momento de desánimo social, sus ensayos y su trayectoria política son un estímulo para aproximarse con esperanza a la realidad que se quiere transformar, condición indispensable para la praxis liberadora.